09 Enero 2014
EN ACTO. Reeves vuelve a la pantalla en un filme cargado de violencia.
La cultura oriental es siempre un foco atractivo para la narración de historias, que llevan sobre sus hombros la dificultad de entender fehacientemente un modo distinto de pensar que el occidental.
Si a ese inicio se le agrega un hecho real tomado como base para el relato, y se lo mezcla con dosis adecuadas de violencia, defensa del honor y ansias de venganza, el cóctel de una película previsiblemente taquillera está casi listo. Como aceitunas en el martini aparece, para completar el servicio, un grupo de actores encabezado por Keanu Reeves, quien vuelve a poner su cara de sufrimiento y tensión para que sus seguidores queden satisfechos.
La historia de los 47 ronin es considerada una leyenda nacional en Japón y ha sido investigada en decenas de estudio, que confirmaron que el hecho existió y ocurrió aproximadamente entre 1701 y 1703. Su origen nace en el suicidio ritual (seppuku) de su gran señor feudal (daimy), Asano Tadanobu, por agredir a Kira Kozukenosuke Yoshinaka, un alto funcionario judicial, en una sede de Gobierno. A partir de ese momento, un grupo de 47 samurái se vieron obligados a convertirse en ronin, o sea guerreros sin señor, en cumplimiento de su código de honor.
Sin embargo, no vagaron por la isla ni buscaron nuevo protector. Por el contrario, a propuesta de su líder, Oishi Kuranosuke (interpretado por Hiroyuki Sanada) idearon un plan para vengar a su señor, con el asesinato de Kozukenosuke y de toda su familia, lo que ocurrió cerca de dos años después del inicio de esta tragedia. Entre tanto, se mostraron como hombres de paz y se emplearon en diversos oficios, impropios de su trayectoria y profesión (incluso algunos se hicieron comerciantes y otros, monjes). Luego de cometer los crímenes, se entregaron pacíficamente a la Justicia.
La lealtad y el sacrificio son reivindicados como los aspectos ejemplares de esta historia, que se popularizó en tierra nipona en momentos en que se buscaba una vuelta a la identidad nacional. De allí su renacimiento y su permanencia en el tiempo, hasta conformarse en una de los hechos históricos más reconocidos y estudiados.
La ficción
Reeves protagoniza a Kai, un mestizo que se une al grupo de samuráis, que no existió en ningún relato de ese tiempo. El guión escrito por Chris Morgan y Hossein Amini incluye muchas otras licencias, que se justifican en el ritmo que le imprime a la película su director, Carl Erik Rinsch (debuta con este filme en la pantalla grande y viene de la publicidad comercial), en 3D y a un costo de U$S 170 millones.
La banda sonora fue elaborada por el ganador del Oscar, Atticus Ross (La Red Social).
Si a ese inicio se le agrega un hecho real tomado como base para el relato, y se lo mezcla con dosis adecuadas de violencia, defensa del honor y ansias de venganza, el cóctel de una película previsiblemente taquillera está casi listo. Como aceitunas en el martini aparece, para completar el servicio, un grupo de actores encabezado por Keanu Reeves, quien vuelve a poner su cara de sufrimiento y tensión para que sus seguidores queden satisfechos.
La historia de los 47 ronin es considerada una leyenda nacional en Japón y ha sido investigada en decenas de estudio, que confirmaron que el hecho existió y ocurrió aproximadamente entre 1701 y 1703. Su origen nace en el suicidio ritual (seppuku) de su gran señor feudal (daimy), Asano Tadanobu, por agredir a Kira Kozukenosuke Yoshinaka, un alto funcionario judicial, en una sede de Gobierno. A partir de ese momento, un grupo de 47 samurái se vieron obligados a convertirse en ronin, o sea guerreros sin señor, en cumplimiento de su código de honor.
Sin embargo, no vagaron por la isla ni buscaron nuevo protector. Por el contrario, a propuesta de su líder, Oishi Kuranosuke (interpretado por Hiroyuki Sanada) idearon un plan para vengar a su señor, con el asesinato de Kozukenosuke y de toda su familia, lo que ocurrió cerca de dos años después del inicio de esta tragedia. Entre tanto, se mostraron como hombres de paz y se emplearon en diversos oficios, impropios de su trayectoria y profesión (incluso algunos se hicieron comerciantes y otros, monjes). Luego de cometer los crímenes, se entregaron pacíficamente a la Justicia.
La lealtad y el sacrificio son reivindicados como los aspectos ejemplares de esta historia, que se popularizó en tierra nipona en momentos en que se buscaba una vuelta a la identidad nacional. De allí su renacimiento y su permanencia en el tiempo, hasta conformarse en una de los hechos históricos más reconocidos y estudiados.
La ficción
Reeves protagoniza a Kai, un mestizo que se une al grupo de samuráis, que no existió en ningún relato de ese tiempo. El guión escrito por Chris Morgan y Hossein Amini incluye muchas otras licencias, que se justifican en el ritmo que le imprime a la película su director, Carl Erik Rinsch (debuta con este filme en la pantalla grande y viene de la publicidad comercial), en 3D y a un costo de U$S 170 millones.
La banda sonora fue elaborada por el ganador del Oscar, Atticus Ross (La Red Social).
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