02 Febrero 2014
Reincidir en el amor
Quienes sostienen el mito de que los comienzos en el amor de pareja deberían ser pura armonía y fluidez, olvidan las experiencias que han sido como partos dolorosos. Más aún si mantienen ese mandato al armar nuevas parejas. Una segunda oportunidad, la película protagonizada por Julia Louis-Dreyfus y James Gandolfini, funciona como un antídoto muy original.
Una segunda oportunidad es una crítica humorística y amorosa a la dificultad (en este caso femenina) de entregarse y aceptar a la pareja como es.
Si hay algo que el cine norteamericano sabe generar es verosimilitud. Y aquí, la escritora y directora Nicole Holofcener, maneja muy bien las dosis de humor y de dramatismo. Como salidos de la vida cotidiana, los personajes tocan un repertorio audaz, sensible e inteligente de sentimientos. La reflexión sobre amor y comportamiento humano se cuela con insistencia, pero sin caer en obviedades.
En una sutil actuación que no llegó a ver editada, James Gandolfini (murió en junio de 2013) interpreta en Albert a un hombre divorciado, tierno, vulnerable, lejos de la rudeza mafiosa de Los Soprano.
Julia Louis-Dreyfus también se aleja de su archiconocido personaje Elaine de Seinfeld. Aunque en Eva hace un rol cercano a su especialidad cómica, transitando el fraude, la duda y la ansiedad, nos ofrece nuevos matices. Eva exaspera y a la vez resulta adorable, despierta empatía. Pero también es aplomada y económica en su performance de madre: centrada, generosa, ubicada en su rol. Como una rareza en el contexto de Hollywood, el solo hecho de lucir con total dignidad sus arrugas y una bella cara no botoxeada, basta.
En una escena de la pareja en la intimidad de la cama, nos regalan el siguiente diálogo, probablemente improvisado:
- Estoy cansada de ser graciosa.
- Yo también.
- Vos no sos gracioso.
Las capas debajo del humor vibran con vitalidad. El guión es hondo y claro, pero no redundante. El humor se presenta como defensa, como trabajo agotador, como arma de seducción, como vuelta de tuerca vital. Es drama, alivio y descanso.
La fotografía está invisiblemente bien hecha en función de la narrativa y destaca las actuaciones. Su mejor momento, a mi gusto, es una conversación vía skype en la que Eva y su mejor amiga “chusmean” sobre una fiesta en la que estuvieron. El enfoque amplificado en el cine destaca la percepción cotidiana que tenemos del otro en las pantallas. Explota la comicidad de esta experiencia contemporánea.
Miedos, límites, fantasías
Con buenas intenciones y de casualidad hiperrealista, Eva -masajista y madre divorciada de una hija- tiene a su disposición a la ex mujer del hombre al que esta conociendo. De ese vínculo surge una amistad y se abren preguntas sobre el límite para indagar en el pasado del otro. Sobre el miedo y las formas que tenemos de contaminar al amor, cuando se lo complica con voces mentales. El drama se estructura en la tensión entre la rigidez de los prejuicios y los efectos anestésicos del enamoramiento.
También destierra dos fantasías usuales en los reincidentes: que la otra persona no venga indefectiblemente con su paquete de fallas y defectos, y que no existan riesgos de salir de una relación nuevamente desilusionados o con el corazón roto.
Las situaciones secundarias que rodean al romance de Eva y Albert son tan ricas como sintéticas. El vínculo afectivo tormentoso de una mujer con su mucama, de una madre que compite con su hija en vez de “maternarla”, el temor al nido vacío. Se ve a dos familias lidiando con la futura partida de sus hijas desde Los Angeles para vivir en otras ciudades. En términos generales la película también insinúa que cuando las cosas ocurren y finalmente se transitan los cambios; aunque estos duelan, suelen ser menos terribles de lo que se podía temer, imaginar o escuchar de boca de otra persona.
En una escena, Eva toma un poco de más y cruza la línea fina de creer que está siendo graciosa. Sin poder parar de reírse no se da cuenta de que lastima a su pareja frente a los amigos. Es tan realista ese pasaje que el espectador probablemente se contagie de la risa de la borrachina protagonista, aún siendo consciente del daño que le hace a Albert.
Las actuaciones nos van embriagando en su historia. Sumergidos en la risa o el llanto, somos cómplices de sus claroscuros, de sus relaciones.
El título original, Enough said, podría traducirse como Se ha dicho suficiente. La protagonista ha escuchado demasiado sobre la anterior relación de su hombre. El humor otorga levedad a los problemas de pareja.
© LA GACETA
Isabel Peña
Artista plástica y ensayista.
Si hay algo que el cine norteamericano sabe generar es verosimilitud. Y aquí, la escritora y directora Nicole Holofcener, maneja muy bien las dosis de humor y de dramatismo. Como salidos de la vida cotidiana, los personajes tocan un repertorio audaz, sensible e inteligente de sentimientos. La reflexión sobre amor y comportamiento humano se cuela con insistencia, pero sin caer en obviedades.
En una sutil actuación que no llegó a ver editada, James Gandolfini (murió en junio de 2013) interpreta en Albert a un hombre divorciado, tierno, vulnerable, lejos de la rudeza mafiosa de Los Soprano.
Julia Louis-Dreyfus también se aleja de su archiconocido personaje Elaine de Seinfeld. Aunque en Eva hace un rol cercano a su especialidad cómica, transitando el fraude, la duda y la ansiedad, nos ofrece nuevos matices. Eva exaspera y a la vez resulta adorable, despierta empatía. Pero también es aplomada y económica en su performance de madre: centrada, generosa, ubicada en su rol. Como una rareza en el contexto de Hollywood, el solo hecho de lucir con total dignidad sus arrugas y una bella cara no botoxeada, basta.
En una escena de la pareja en la intimidad de la cama, nos regalan el siguiente diálogo, probablemente improvisado:
- Estoy cansada de ser graciosa.
- Yo también.
- Vos no sos gracioso.
Las capas debajo del humor vibran con vitalidad. El guión es hondo y claro, pero no redundante. El humor se presenta como defensa, como trabajo agotador, como arma de seducción, como vuelta de tuerca vital. Es drama, alivio y descanso.
La fotografía está invisiblemente bien hecha en función de la narrativa y destaca las actuaciones. Su mejor momento, a mi gusto, es una conversación vía skype en la que Eva y su mejor amiga “chusmean” sobre una fiesta en la que estuvieron. El enfoque amplificado en el cine destaca la percepción cotidiana que tenemos del otro en las pantallas. Explota la comicidad de esta experiencia contemporánea.
Miedos, límites, fantasías
Con buenas intenciones y de casualidad hiperrealista, Eva -masajista y madre divorciada de una hija- tiene a su disposición a la ex mujer del hombre al que esta conociendo. De ese vínculo surge una amistad y se abren preguntas sobre el límite para indagar en el pasado del otro. Sobre el miedo y las formas que tenemos de contaminar al amor, cuando se lo complica con voces mentales. El drama se estructura en la tensión entre la rigidez de los prejuicios y los efectos anestésicos del enamoramiento.
También destierra dos fantasías usuales en los reincidentes: que la otra persona no venga indefectiblemente con su paquete de fallas y defectos, y que no existan riesgos de salir de una relación nuevamente desilusionados o con el corazón roto.
Las situaciones secundarias que rodean al romance de Eva y Albert son tan ricas como sintéticas. El vínculo afectivo tormentoso de una mujer con su mucama, de una madre que compite con su hija en vez de “maternarla”, el temor al nido vacío. Se ve a dos familias lidiando con la futura partida de sus hijas desde Los Angeles para vivir en otras ciudades. En términos generales la película también insinúa que cuando las cosas ocurren y finalmente se transitan los cambios; aunque estos duelan, suelen ser menos terribles de lo que se podía temer, imaginar o escuchar de boca de otra persona.
En una escena, Eva toma un poco de más y cruza la línea fina de creer que está siendo graciosa. Sin poder parar de reírse no se da cuenta de que lastima a su pareja frente a los amigos. Es tan realista ese pasaje que el espectador probablemente se contagie de la risa de la borrachina protagonista, aún siendo consciente del daño que le hace a Albert.
Las actuaciones nos van embriagando en su historia. Sumergidos en la risa o el llanto, somos cómplices de sus claroscuros, de sus relaciones.
El título original, Enough said, podría traducirse como Se ha dicho suficiente. La protagonista ha escuchado demasiado sobre la anterior relación de su hombre. El humor otorga levedad a los problemas de pareja.
© LA GACETA
Isabel Peña
Artista plástica y ensayista.
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