18 Marzo 2014
EN LA RUTA. Un auto circula por la mano que va hacia San Pablo; al otro lado de la platabanda los puestos ocupan la calzada que va a la capital. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
Cada domingo, desde el amanecer, en El Manantial se produce una combinación al menos inquietante: frutas, verduras, juguetes y distintos tipos de prendas conviven con la inseguridad vial. Entre las 6 y las 16, cientos de puesteros se instalan sobre una de las manos de la ruta 301 y cortan el tráfico para ofrecer su mercadería.
Productos de todo tipo a precios bajos: carnes, verduras, ropa, calzados, juguetes, accesorios y diversas propuestas gastronómicas conforman, a grandes rasgos, la oferta de la feria de El Manantial. Hasta septiembre del año pasado, la sede de esta actividad era plaza principal de la localidad. A causa de las obras de remodelación del paseo y del adoquinado de la calle Cristo Rey, se trasladó a la ruta. Desde entonces, vecinos, automovilistas y puesteros conviven en un ambiente delicado.
De madrugada, los feriantes empiezan a montar sus puestos sobre los tres carriles de la mano que va hacia la capital. Ocupan todo el ancho de la calzada y los transeúntes que viajan de sur a norte no les queda otra opción que desviarse por las calles internas de El Manantial.
Los feriantes insisten en que si no ejercen esta actividad no pueden mantener a sus familias y que el único espacio que tienen para instalarse es la ruta. Los vecinos se quejan por la suciedad que queda cuando se levantan los puestos y los automovilistas sufren por los embotellamientos y por la inseguridad vial que generan los puestos que interrumpen el tránsito. Según cálculos de la Comuna, la feria está integrada por unos 280 feriantes. Durante todo el día, personal de la comisaría de El Manantial debe realizar operativos para evitar accidentes.
“Me dedico a la venta de ropa, de calzado y alpargatas. Traemos la mercadería de La Salada, en Buenos Aires”, detalló Daniel Gramajo. Se trata de un comerciante “nómade”. Cada día enciende su camioneta y recorre distintas localidades en las que hay ferias: Alberdi, Atahona, Alderetes, La Banda, Lules, la capital y El Manantial. “Estamos un día de la semana en cada lugar. Vivimos de esta actividad”, agregó.
Entre los feriantes más antiguos, se encuentra Pedro Tejerina con su puesto de comidas. “Esta feria tiene 30 o 32 años. Somos más de 500 feriantes. Como nos sacaron de la plaza nos trasladamos a la ruta. Trabajo con 12 empleados. Empecé en 1978 vendiendo choripanes, después pude montar una casa de comidas que tuve que cerrar en 1999, por la crisis. Entonces volvimos a la feria”, explicó el hombre de 62 años oriundo de El Manantial. “Simplemente queremos trabajar, no deseamos estar en contra de nadie. Queremos estar en la calle para no arruinar ninguna vereda ni plaza”, aseguró.
Rubén y David Morales son hermanos y se dedican a vender en la feria. “El centro del problema es que nosotros hicimos una forma de vida de esto, tengo mi auto adaptado para este trabajo. Es la forma de rebuscarme y la manera de educar a mis hijos. Queremos un lugar para poder trabajar seguros y donde entremos todos los feriantes. Entendemos el riesgo que generamos en la ruta”, dijo Rubén.
Los vecinos, dijeron que entienden las necesidades de los feriantes, pero reclamaron más seguridad vial. Además, enumeraron otros problemas: deficiencia del alumbrado público, irregularidad en la recolección de residuos e inseguridad. “La suciedad que dejan es enorme. Además, es un peligro que corten la ruta”, se quejó Daniela Cabral.
Productos de todo tipo a precios bajos: carnes, verduras, ropa, calzados, juguetes, accesorios y diversas propuestas gastronómicas conforman, a grandes rasgos, la oferta de la feria de El Manantial. Hasta septiembre del año pasado, la sede de esta actividad era plaza principal de la localidad. A causa de las obras de remodelación del paseo y del adoquinado de la calle Cristo Rey, se trasladó a la ruta. Desde entonces, vecinos, automovilistas y puesteros conviven en un ambiente delicado.
De madrugada, los feriantes empiezan a montar sus puestos sobre los tres carriles de la mano que va hacia la capital. Ocupan todo el ancho de la calzada y los transeúntes que viajan de sur a norte no les queda otra opción que desviarse por las calles internas de El Manantial.
Los feriantes insisten en que si no ejercen esta actividad no pueden mantener a sus familias y que el único espacio que tienen para instalarse es la ruta. Los vecinos se quejan por la suciedad que queda cuando se levantan los puestos y los automovilistas sufren por los embotellamientos y por la inseguridad vial que generan los puestos que interrumpen el tránsito. Según cálculos de la Comuna, la feria está integrada por unos 280 feriantes. Durante todo el día, personal de la comisaría de El Manantial debe realizar operativos para evitar accidentes.
“Me dedico a la venta de ropa, de calzado y alpargatas. Traemos la mercadería de La Salada, en Buenos Aires”, detalló Daniel Gramajo. Se trata de un comerciante “nómade”. Cada día enciende su camioneta y recorre distintas localidades en las que hay ferias: Alberdi, Atahona, Alderetes, La Banda, Lules, la capital y El Manantial. “Estamos un día de la semana en cada lugar. Vivimos de esta actividad”, agregó.
Entre los feriantes más antiguos, se encuentra Pedro Tejerina con su puesto de comidas. “Esta feria tiene 30 o 32 años. Somos más de 500 feriantes. Como nos sacaron de la plaza nos trasladamos a la ruta. Trabajo con 12 empleados. Empecé en 1978 vendiendo choripanes, después pude montar una casa de comidas que tuve que cerrar en 1999, por la crisis. Entonces volvimos a la feria”, explicó el hombre de 62 años oriundo de El Manantial. “Simplemente queremos trabajar, no deseamos estar en contra de nadie. Queremos estar en la calle para no arruinar ninguna vereda ni plaza”, aseguró.
Rubén y David Morales son hermanos y se dedican a vender en la feria. “El centro del problema es que nosotros hicimos una forma de vida de esto, tengo mi auto adaptado para este trabajo. Es la forma de rebuscarme y la manera de educar a mis hijos. Queremos un lugar para poder trabajar seguros y donde entremos todos los feriantes. Entendemos el riesgo que generamos en la ruta”, dijo Rubén.
Los vecinos, dijeron que entienden las necesidades de los feriantes, pero reclamaron más seguridad vial. Además, enumeraron otros problemas: deficiencia del alumbrado público, irregularidad en la recolección de residuos e inseguridad. “La suciedad que dejan es enorme. Además, es un peligro que corten la ruta”, se quejó Daniela Cabral.
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