06 Abril 2014
Los dragones, como los chicos, crecen. Lucen más intimidantes a medida que avanzan las temporadas de “Game of thrones”. Eso sí: continúan comiendo de la mano de Daenerys Targaryen, que por algo es “madre de dragones”. Daenerys es la reina sin corona que reclama el trono de hierro; la soberanía sobre un continente (“Poniente”) en el que conviven reyes, señores feudales, magos, caballeros andantes, sacerdotes -y sacerdotisas- y una pléyade de figuras peligrosísimas apenas contenidas por un muro de hielo. Si “The walking dead” atrapa y mete miedo por ese distópico porvenir plagado de zombis que nos espera, “Game of thrones” provoca el efecto inverso. Invita a sumergirse en una fantasía medieval tan irresistible como lejana e improbable. Por eso es tan sencillo entregarse. “The walking dead” perturba; el de “Game of thrones” es un fanatismo aséptico que no deja secuelas.
La comparación vale porque se trata de series cuyos adherentes se cuentan por millones. Si vivimos realmente la edad de oro de la televisión, “The walking dead” y “Game of thrones” son el símbolo más acabado. Magníficamente escritas y producidas, mejor actuadas, son productos lujosos, de corte netamente cinematográfico.
La crisis de identidad que vive Hollywood es la oportunidad de la televisión. Allí se refugia la flor y nata de los guionistas, productores y técnicos. Trabajar para HBO resulta tan prestigioso y lucrativo como hacerlo en alguno de los grandes estudios de cine. Y la libertad de acción es mucho más amplia. Lo que distingue a la TV contemporánea es el altísimo grado de creatividad que propone y la aceptación de los riesgos. Como aquel estimulante cine de los 60 y de los 70.
El futuro llegó hace rato en lo que a producción de contenidos se refiere. Un mundo en el que la desaparición del concepto de rating es inminente, teniendo en cuenta el cambio en los consumos culturales. Imposible precisar la audiencia de un programa que se ve como y cuando el televidente tiene ganas. Por algo “The walking dead” y “Game of thrones” figuran entre las series que más pululan por la nube, listas para bajarse o para disfrutarse en tiempo real vía streaming.
Lo que viene es el reordenamiento del negocio, una vez que el mercado publicitario haga las cuentas y ponga los avisos donde le conviene. De la emigración de los auspiciantes de la TV abierta a la TV por cable sigue la fijación de pautas en la multitud de plataformas alternativas que ofrecen los mejores contenidos.
En Netflix lo aprecieron con claridad y por eso invirtieron 100 millones de dólares para costear las dos temporadas de “House of cards”. Inteligentes, subieron juntos los 13 capítulos de la segunda temporada, jugada que fideliza al público porque no lo obliga a transitar por otros rincones de la web para ver su historia favorita. La nueva apuesta de Netflix son cuatro series desarrolladas en colaboración con Marvel: “Daredevil”, “Luke Cage”, “Iron Fist” y “Jessica Jones”.
Mientras tanto, Amazon les propuso a sus usuarios que eligieran qué serie les gustaría ver, a partir de los 10 pilotos que subió a su página. El público optó por cuatro (uno escrito por Chris Carter, el creador de los “Expedientes secretos X”). Esos capítulos se verán por la propia sección de reproducción de videos de Amazon, o a través de otros dispositivos conectados a la red como Roku, la Xbox o la Wii.
Se entiende entonces que la edición en DVD de cada temporada de una serie es un chiche para coleccionistas o para fans de paladar negro. ¿Cómo competía Canal 9 con YouTube, donde están disponibles todos los episodios de “Escobar, el patrón del mal”?
Horizontalizada como nunca antes, la oferta de contenidos pugna por meterse en celulares y tabletas, mientras lentamente las PC van transformándose en lo que las máquinas de escribir eran a los primeros y rudimentarios softwares. Como siempre, la partida la ganarán los productos artísticos de primera clase, y en esa cancha “Game of thrones” juega con una ventaja abrumadora. Cambiarán los hábitos y la tecnología, pero a la buena calidad no hay con qué darle.
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