Por Ezequiel Fernández Moores
27 Abril 2014
Fue Tito Vilanova, el DT fallecido el viernes pasado de un cáncer a los 45 años de edad, quien cinco años atrás le dijo a Pep Guardiola que Leo Messi, además de ser el crack que ya todos advertían, tenía ante todo un poder enorme de gol. Lo cuenta el periodista argentino radicado en Barcelona Ramiro Martín en su muy buen libro “Messi, un genio en la escuela del fútbol”, una de los tantos buenos textos sobre fútbol que se pueden encontrar en estos días en la Feria del Libro en Buenos Aires.
Tito, primero asistente de Pep y luego DT del “Barca” hasta julio pasado y cuya muerte grafica con crudeza la dura temporada que le tocó vivir al club catalán, había dirigido a Messi unos años antes en el Cadete B. Le sirvió para advertir que Leo era algo más que un media punta o un “enganche” fabuloso, los puestos que más venía ocupando en las inferiores del Barcelona.
La novedad, entonces, se produjo hace cinco años casi exactos, el 2 de mayo de 2009 en el estadio Bernabéu, cuando Barcelona, que venía de sufrir ante un Chelsea ultradefensivo en semifinales de Liga de Campeones, salió ante Real Madrid con Messi como falso 9. En realidad, Leo inició el partido en su puesto habitual de aquellos tiempos, extremo derecho, pero a los ocho minutos cambió posiciones con Samuel Eto’o y se fue al centro del ataque.
Messi, que ese día anotó sus primeros dos goles en el Bernabéu, dio un recital y Barcelona se llevó un 6-2 histórico. Desde ese día, Messi, moviéndose por dónde se sintiera más cómodo, pero casi siempre como falso 9, se cansó de hacer goles, como los 91 de 2012 (incluyendo selección argentina), hasta los 39 en los 41 partidos que lleva en esta temporada, supuestamente de crisis.
Guardiola, un ex futbolista que sabe que lo mejor es convencer y no imponer las cosas a los jugadores, le explicó a Messi que, si todos se movían coordinadamente, él no moriría jamás atrapado entre los grandotes de turno. Tenía razón. Pero desde entonces, a Messi se le exige no sólo que haga goles, sino que también arme juego, lidere y desequilibre.
Lo ha hecho más de una vez, la última en la fabulosa reacción 4-3 de Barcelona en el Bernabéu, por Liga de España, cuando lideró un equipo que parecía liquidado con asistencias, goles y penales. El genio se desenchufó sin embargo en los decisivos partidos siguientes ante Atlético Madrid de Liga de Campeones y Real Madrid en final de Copa del Rey. Y el equipo, más viejo física y mentalmente, no pudo disimular su desnudez. Se criticó a Messi, pero se aceptó finalmente que, humano al fin, el genio sufrió una desconexión. Más fácil fue criticar a “Tata” Martino, el fusible a mano para iniciar la ilusión de la nueva era. Si lo criticaban cuando lideraba invicto y con goleadas, ¡cómo no iban a hacerlo a la hora de la derrota!
Las semifinales de Liga de Campeones que comenzaron la semana pasada y seguirán este martes y miércoles mostraron sin embargo que Martino y Barcelona, más allá de sus limitaciones, no estaban tan lejos del resto. El Atlético Madrid del “Cholo” Simeone, un equipo-estado de ánimo, una emoción colectiva, el espectáculo del sacrificio, como lo elogiaban los críticos, quedó sin chispa cuando le cambiaron los roles y el rival (el Chelsea de José Mourinho) le cedió campo y pelota. Claro, siempre es mucho más fácil enfrentar a un rival que, seguro, adelantará sus líneas y saldrá a buscar el triunfo, como es el estilo de Barcelona.
El partido ante Chelsea, que terminó 0-0, fue más que malo porque el equipo inglés ni siquiera jugó al catenaccio. El rígido sistema que hizo escuela en Italia, implica también la utilización del contragolpe, un arma que sí en cambio usa muy bien el Atlético del “Cholo”. El Chelsea de Mourinho, menos veloz, ni siquiera pensó en el contragolpe. Plantó en el Vicente Calderón dos líneas frente a su arco, renunció a mirar el arco de enfrente y aguantó lo que vino.
A eso, a jugar mirando sólo el arco propio, un buen sector del periodismo deportivo suele denominar “planteo inteligente”, “juego ordenado”, “disciplina colectiva”, etcétera, etcétera.
Mucho más interesante fue lo que sucedió en la otra semifinal del miércoles. Porque Real Madrid, del italiano Carlo Ancelotti, sabiendo que Bayern Munich, de Guardiola, saldría a buscar campo y pelota, se cerró en su campo.
Pero, a diferencia de “Mou”, Ancelotti sí apostó al contragolpe. Bayern Munich dio clase de presión, anticipo, rotación, posesión y posición en los primeros 15’, cuando Real Madrid no podía siquiera dar tres pases seguidos. Pero luego careció de cambio de ritmo, de sorpresa, de desequilibrio. Su dominio por momentos aplastante se hizo estéril. Y terminó abusando de centros, justo lo que más le han reprochado a “Tata” Martino en Barcelona.
Claro, Bayern Munich, a diferencia de Barcelona, tiene al menos una torre en el área, Mario Mandzukic. El croata casi no tocó la pelota, como suele sucederle a todos los números 9 cuando el rival cierra los espacios (salvo a Messi). Dominando casi todo el partido, Bayern Munich creó apenas una situación clara de gol: fue a los 84 minutos y porque Sergio Ramos cometió un error grosero.
La mayoría de las críticas a Guardiola dicen ahora que Bayern Munich juega igual que Barcelona, pero, al no estar Messi, su juego de posesión carece de toda sorpresa. Bayern Munich, eso sí, lució paciente aún en la derrota. Una virtud importante para la revancha del miércoles, aunque el contragolpe de Real Madrid podrá ser mortal en Alemania si Cristiano Ronaldo y Gareth Bale llegan en su mejor forma física.
Me cuentan desde España periodistas muy cercanos a Guardiola que Pep cree que el único modo de revertir la situación será “atacar, atacar y atacar”. Todos saben que Bayern Munich mantendrá su estilo de presión adelantada y posesión, aún con los riesgos que implica. “Se que mi filosofía no es la cultura alemana”, aceptó hace unos días Guardiola, consciente de que él y su estilo recibirán más palos en caso de derrota.
“También -ironizó Pep el viernes pasado- podemos meternos atrás e ir a la contra”. Imaginemos la situación. Ancelotti, italiano formado en la escuela de catenaccio, no aceptará el caramelo. “Estás obligado a ganar, vení vos”. Algo parecido sucederá el miércoles en la revancha Chelsea-Atlético, dos equipos con menos dinero que Real Madrid, pero de chequera igualmente generosa, es decir, equipos a los que puede exigírseles algo más que una dura defensa.
Chelsea-Atlético podrían ir directo a los penales si Mourinho y Simeone vuelven a proponer un juego sin riesgos como el del martes pasado.
El sufrimiento, está claro, es un condimento importante del espectáculo futbolístico. Pero no el único. Sin equipos como Barcelona, o sin técnicos como Pep Guardiola, el fútbol sería sólo una religión para un puñado de fanáticos. Todos, al borde del infarto, esperando el error rival. Y allí asumir acaso algún riesgo.
Tito, primero asistente de Pep y luego DT del “Barca” hasta julio pasado y cuya muerte grafica con crudeza la dura temporada que le tocó vivir al club catalán, había dirigido a Messi unos años antes en el Cadete B. Le sirvió para advertir que Leo era algo más que un media punta o un “enganche” fabuloso, los puestos que más venía ocupando en las inferiores del Barcelona.
La novedad, entonces, se produjo hace cinco años casi exactos, el 2 de mayo de 2009 en el estadio Bernabéu, cuando Barcelona, que venía de sufrir ante un Chelsea ultradefensivo en semifinales de Liga de Campeones, salió ante Real Madrid con Messi como falso 9. En realidad, Leo inició el partido en su puesto habitual de aquellos tiempos, extremo derecho, pero a los ocho minutos cambió posiciones con Samuel Eto’o y se fue al centro del ataque.
Messi, que ese día anotó sus primeros dos goles en el Bernabéu, dio un recital y Barcelona se llevó un 6-2 histórico. Desde ese día, Messi, moviéndose por dónde se sintiera más cómodo, pero casi siempre como falso 9, se cansó de hacer goles, como los 91 de 2012 (incluyendo selección argentina), hasta los 39 en los 41 partidos que lleva en esta temporada, supuestamente de crisis.
Guardiola, un ex futbolista que sabe que lo mejor es convencer y no imponer las cosas a los jugadores, le explicó a Messi que, si todos se movían coordinadamente, él no moriría jamás atrapado entre los grandotes de turno. Tenía razón. Pero desde entonces, a Messi se le exige no sólo que haga goles, sino que también arme juego, lidere y desequilibre.
Lo ha hecho más de una vez, la última en la fabulosa reacción 4-3 de Barcelona en el Bernabéu, por Liga de España, cuando lideró un equipo que parecía liquidado con asistencias, goles y penales. El genio se desenchufó sin embargo en los decisivos partidos siguientes ante Atlético Madrid de Liga de Campeones y Real Madrid en final de Copa del Rey. Y el equipo, más viejo física y mentalmente, no pudo disimular su desnudez. Se criticó a Messi, pero se aceptó finalmente que, humano al fin, el genio sufrió una desconexión. Más fácil fue criticar a “Tata” Martino, el fusible a mano para iniciar la ilusión de la nueva era. Si lo criticaban cuando lideraba invicto y con goleadas, ¡cómo no iban a hacerlo a la hora de la derrota!
Las semifinales de Liga de Campeones que comenzaron la semana pasada y seguirán este martes y miércoles mostraron sin embargo que Martino y Barcelona, más allá de sus limitaciones, no estaban tan lejos del resto. El Atlético Madrid del “Cholo” Simeone, un equipo-estado de ánimo, una emoción colectiva, el espectáculo del sacrificio, como lo elogiaban los críticos, quedó sin chispa cuando le cambiaron los roles y el rival (el Chelsea de José Mourinho) le cedió campo y pelota. Claro, siempre es mucho más fácil enfrentar a un rival que, seguro, adelantará sus líneas y saldrá a buscar el triunfo, como es el estilo de Barcelona.
El partido ante Chelsea, que terminó 0-0, fue más que malo porque el equipo inglés ni siquiera jugó al catenaccio. El rígido sistema que hizo escuela en Italia, implica también la utilización del contragolpe, un arma que sí en cambio usa muy bien el Atlético del “Cholo”. El Chelsea de Mourinho, menos veloz, ni siquiera pensó en el contragolpe. Plantó en el Vicente Calderón dos líneas frente a su arco, renunció a mirar el arco de enfrente y aguantó lo que vino.
A eso, a jugar mirando sólo el arco propio, un buen sector del periodismo deportivo suele denominar “planteo inteligente”, “juego ordenado”, “disciplina colectiva”, etcétera, etcétera.
Mucho más interesante fue lo que sucedió en la otra semifinal del miércoles. Porque Real Madrid, del italiano Carlo Ancelotti, sabiendo que Bayern Munich, de Guardiola, saldría a buscar campo y pelota, se cerró en su campo.
Pero, a diferencia de “Mou”, Ancelotti sí apostó al contragolpe. Bayern Munich dio clase de presión, anticipo, rotación, posesión y posición en los primeros 15’, cuando Real Madrid no podía siquiera dar tres pases seguidos. Pero luego careció de cambio de ritmo, de sorpresa, de desequilibrio. Su dominio por momentos aplastante se hizo estéril. Y terminó abusando de centros, justo lo que más le han reprochado a “Tata” Martino en Barcelona.
Claro, Bayern Munich, a diferencia de Barcelona, tiene al menos una torre en el área, Mario Mandzukic. El croata casi no tocó la pelota, como suele sucederle a todos los números 9 cuando el rival cierra los espacios (salvo a Messi). Dominando casi todo el partido, Bayern Munich creó apenas una situación clara de gol: fue a los 84 minutos y porque Sergio Ramos cometió un error grosero.
La mayoría de las críticas a Guardiola dicen ahora que Bayern Munich juega igual que Barcelona, pero, al no estar Messi, su juego de posesión carece de toda sorpresa. Bayern Munich, eso sí, lució paciente aún en la derrota. Una virtud importante para la revancha del miércoles, aunque el contragolpe de Real Madrid podrá ser mortal en Alemania si Cristiano Ronaldo y Gareth Bale llegan en su mejor forma física.
Me cuentan desde España periodistas muy cercanos a Guardiola que Pep cree que el único modo de revertir la situación será “atacar, atacar y atacar”. Todos saben que Bayern Munich mantendrá su estilo de presión adelantada y posesión, aún con los riesgos que implica. “Se que mi filosofía no es la cultura alemana”, aceptó hace unos días Guardiola, consciente de que él y su estilo recibirán más palos en caso de derrota.
“También -ironizó Pep el viernes pasado- podemos meternos atrás e ir a la contra”. Imaginemos la situación. Ancelotti, italiano formado en la escuela de catenaccio, no aceptará el caramelo. “Estás obligado a ganar, vení vos”. Algo parecido sucederá el miércoles en la revancha Chelsea-Atlético, dos equipos con menos dinero que Real Madrid, pero de chequera igualmente generosa, es decir, equipos a los que puede exigírseles algo más que una dura defensa.
Chelsea-Atlético podrían ir directo a los penales si Mourinho y Simeone vuelven a proponer un juego sin riesgos como el del martes pasado.
El sufrimiento, está claro, es un condimento importante del espectáculo futbolístico. Pero no el único. Sin equipos como Barcelona, o sin técnicos como Pep Guardiola, el fútbol sería sólo una religión para un puñado de fanáticos. Todos, al borde del infarto, esperando el error rival. Y allí asumir acaso algún riesgo.
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