Por Carlos Páez de la Torre H
03 Mayo 2014
RICARDO ROJAS. El destacado literato (de anteojos), rodeado, desde la izquierda, por don Solano Peña, el gobernador Miguel Critto y el ministro Manuel Andreozzi, en 1941.
En el año centenario de la UNT, es justo recordar a Ricardo Rojas (1882-1957). Este ilustre hombre de letras tucumano defendió, en 1914, en tres conferencias, a la flamante casa de estudios, por entonces criticada y denigrada. En 1941, recordaría complacido esa circunstancia.
“Veinticinco años han pasado desde que pronuncié en esta ciudad tres conferencias sobre la Universidad de Tucumán, que aprestábase entonces a comenzar su existencia. Auspiciado por el gobernador Ernesto Padilla, nacía el nuevo instituto como creación local, sin ayudas extrañas, y eso es lo que más cautivó mis simpatías”, evocaba Rojas en su discurso.
“Su iniciador Juan B. Terán, a quien no puedo imaginar ausente en esta ceremonia (Terán había fallecido en 1938), me invitó a pronunciar aquí esas conferencias, después editadas en volumen”. Como la Universidad carecía de local, se efectuaron en la Sociedad Sarmiento, “que desde años atrás venía trabajando por la cultura tucumana y sin duda preparando el ambiente para las fundaciones de este género”.
Narraba Rojas que, por esas tres disertaciones de 1914, “yo me siento vinculado a los orígenes de la Universidad de Tucumán, que nació entre la indiferencia de muchos y la mofa de algunos, y acaso con la sorda hostilidad de sus hermanas mayores. Para contrarrestar el maleficio, era menester pronunciar palabras de comunicativa esperanza. Tocóme entonces, como junto a la cuna de un niño, decir los presagios venturosos, y podéis comprender con cuánta emoción me acerco, un cuarto de siglo después, a comprobar que aquellos presagios se han realizado.”
“Veinticinco años han pasado desde que pronuncié en esta ciudad tres conferencias sobre la Universidad de Tucumán, que aprestábase entonces a comenzar su existencia. Auspiciado por el gobernador Ernesto Padilla, nacía el nuevo instituto como creación local, sin ayudas extrañas, y eso es lo que más cautivó mis simpatías”, evocaba Rojas en su discurso.
“Su iniciador Juan B. Terán, a quien no puedo imaginar ausente en esta ceremonia (Terán había fallecido en 1938), me invitó a pronunciar aquí esas conferencias, después editadas en volumen”. Como la Universidad carecía de local, se efectuaron en la Sociedad Sarmiento, “que desde años atrás venía trabajando por la cultura tucumana y sin duda preparando el ambiente para las fundaciones de este género”.
Narraba Rojas que, por esas tres disertaciones de 1914, “yo me siento vinculado a los orígenes de la Universidad de Tucumán, que nació entre la indiferencia de muchos y la mofa de algunos, y acaso con la sorda hostilidad de sus hermanas mayores. Para contrarrestar el maleficio, era menester pronunciar palabras de comunicativa esperanza. Tocóme entonces, como junto a la cuna de un niño, decir los presagios venturosos, y podéis comprender con cuánta emoción me acerco, un cuarto de siglo después, a comprobar que aquellos presagios se han realizado.”