13 Mayo 2014
DESPIERTO. Sauze participó siempre en el ataque “verdinegro” y aportó dos tries.
Amén de que la dureza del Regional exige horas en el gimnasio, el joven Ricardo Sauze tendrá que ejercitar especialmente sus hombros para soportar el peso de un apellido con mucha historia en el rugby tucumano. Igual, a juzgar por lo que su actuación del domingo frente a Lince, no parece que el asunto vaya a presentarle problemas. Su primer partido de titular en la primera de Tucumán Rugby lo tuvo como una de las figuras de un equipo vertical y ambicioso. De yapa, apoyó dos tries y convirtió ejecuciones a los palos para un total de 23 puntos. Debut redondo, si los hay.
“La noche anterior no había podido dormir. Desde que sos chico soñás con el día en que te toque jugar con la primera de tu club, y en el camino te imaginás muchas veces cómo puede ser ese primer partido. Bueno, al final fue mejor que de lo que imaginé”, confiesa el apertura que, con 20 años, ya se dio el gusto de ganar un título argentino con los “naranjitas”.
“Lo mejor fue que tenía mucho apoyo. En la tribuna estaba mi familia, mi hermana, que justo vino de Buenos Aires, mi novia, mis amigos y gente conocida del club. Fue realmente muy lindo”, describe Ricardo, que demostró aptitudes de sobra para pelear por un puesto para que el que también se anotan Jorge Domínguez, Juan León Novillo e Ignacio Albornoz.
Consumado el triunfo sobre los “grises”, muchos se acercaron a felicitarlo. Entre ellos su padre, aquél gran apertura “verdinegro” y “naranja” de quien heredó el nombre y una tradición a la que hacer justicia. “No llegué a verlo jugar, pero sé lo que era porque escuché muchas cosas que cuentan sobre él”, señala, y asegura no sentir agobio al respecto: “primero que nada, es un orgullo ser hijo suyo. Y segundo, de chico sí me sentía un poco presionado cuando me preguntaban si era bueno como él, pero después aprendí a convivir con eso y hoy no siento esa presión. No sé si llegaré a ser igual, pero ojalá algún día lo reconozcan más a él por ser mi viejo que a mí por ser su hijo, je”.
“La noche anterior no había podido dormir. Desde que sos chico soñás con el día en que te toque jugar con la primera de tu club, y en el camino te imaginás muchas veces cómo puede ser ese primer partido. Bueno, al final fue mejor que de lo que imaginé”, confiesa el apertura que, con 20 años, ya se dio el gusto de ganar un título argentino con los “naranjitas”.
“Lo mejor fue que tenía mucho apoyo. En la tribuna estaba mi familia, mi hermana, que justo vino de Buenos Aires, mi novia, mis amigos y gente conocida del club. Fue realmente muy lindo”, describe Ricardo, que demostró aptitudes de sobra para pelear por un puesto para que el que también se anotan Jorge Domínguez, Juan León Novillo e Ignacio Albornoz.
Consumado el triunfo sobre los “grises”, muchos se acercaron a felicitarlo. Entre ellos su padre, aquél gran apertura “verdinegro” y “naranja” de quien heredó el nombre y una tradición a la que hacer justicia. “No llegué a verlo jugar, pero sé lo que era porque escuché muchas cosas que cuentan sobre él”, señala, y asegura no sentir agobio al respecto: “primero que nada, es un orgullo ser hijo suyo. Y segundo, de chico sí me sentía un poco presionado cuando me preguntaban si era bueno como él, pero después aprendí a convivir con eso y hoy no siento esa presión. No sé si llegaré a ser igual, pero ojalá algún día lo reconozcan más a él por ser mi viejo que a mí por ser su hijo, je”.