No son académicos dos tucumanos, dice un letrado cordobés

Polémica por los cargos de dos abogados

14 Mayo 2014
Luis Moisset de Espanés, presidente honorario de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba, se dirigió a LA GACETA para consignar que el abogado Miguel Eduardo Marcotullio es miembro titular del Instituto de la Academia en la Región NOA y del Instituto de la Empresa, y que el contador Bernardo Pedro Carlino es miembro del Instituto de la Empresa. Moisset de Espanés dijo que ninguno de los dos es académico correspondiente de la institución cordobesa, como indica un breve publicado en este diario el 3 de noviembre pasado, en función de información que proporcionó Marcotullio, que es ex vicedecano, y consejero electo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán. Carlino, por su parte, se desempeñó como secretario de Política Administrativa de esa facultad.

“Los académicos correspondientes con domicilio en Tucumán son solamente seis: Juan Carlos Veiga, Carlos Páez de la Torre (h), Ernesto Clemente Wayar, Ignacio Colombres Garmendia, Edgardo López Herrera, Sergio Díaz Ricci y Benjamín Moisá”, escribió Moisset de Espanés. Y añadió: “sé que los abogados Carlino y Marcotullio concurrieron a un seminario organizado por el Instituto de la Empresa y que, por su participación en esa actividad, el doctor Efraín Hugo Richard propuso que fuesen designados ‘miembros correspondientes’ del mencionado instituto, no ‘académicos correspondientes’, ya que no reúnen todas las calidades exigidas para ello”.

En virtud de la consulta por correo electrónico que sobre el tema formuló el presidente honorario a Marcotullio, ese docente contestó que la noticia no incluye la expresión “académico correspondiente”. “Por este motivo, estimo que calificarla como confusa o errónea no se compadece con su contenido. Puede usted tener la certeza de que conozco la diferencia de entidad entre ambas titulaciones”, opinó. Y dijo que quedaba a disposición de Moisset de Espanés respecto de este asunto, con la convicción de que toda información académica debía ajustarse a la verdad.

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