08 Junio 2014
El sólo gesto -entre tantos, y tan significativos todos ellos- de orar tocando el muro de cemento que viene construyendo Israel para su seguridad por más de 500 kilómetros, fue de una trascendente significación espiritual. Y política. Las manifestaciones del papa Francisco en cada uno de los puntos de su peregrinaje de tres días por Tierra Santa le mostraron, verdaderamente, como un estadista. De un alto sentido de la diplomacia creativa, solidaria y efectiva. No la de la hipocresía con smoking y champagne donde sobreabundan frases de compromiso, huecas de contenido, de valores, de significación. Atrás quedaron los reiterados logros-fracasos del ”Cuarteto para la paz en el Medio Oriente”: “Logros” de vidriera para la más heterogénea composición de un grupo de acción de cuatro asientos. Por un lado, EEUU, iniciador en los tiempos de George Bush del ataque a Irak con mentiras tan grandes y evidentes como la muerte y destrucción sembradas con el acompañamiento entusiasta de Tony Blair, premier por entonces de Gran Bretaña, justamente ocupando un asiento por la Unión Europea. Blair, que con Bush y José María Aznar (ex jefe de Gobierno español) fue autor del ultimátum a Irak que desembocó en una tragedia para su pueblo, es tan criminal de guerra como sus socios. El tercer lugar con la Rusia de Vladimir Putin, nada menos, y con el cuarto asiento para la ONU, la débil ONU que nada pudo hacer por evitar lo de Irak, aprisionada por sus propias normas internas, desde su creación en 1945.
Pero para poner blanco sobre negro y demostrar cuánto vale una diplomacia efectiva y creativa al servicio de la paz del encuentro en el Vaticano participan tres líderes -véase esta heterogeneidad- en un solo objetivo: la paz. Uno, Francisco, jefe del catolicismo (y de un minúsculo y singular estado). Los otros dos, máximos exponentes de la autoridad política de una nación poderosa, Israel y de una nación, Palestina, que procura constituirse como tal dependiendo de la otra que aceptan abandonar sus mochilas de la dialéctica política. Y sin ser líderes religiosos como el que los convida, oran con él por la paz. Aunque se empeñe en insistir -razón le asiste al Vaticano- el encuentro tripartito será para orar, solamente y nadie podrá, sin embargo, desdeñar la muy trascendente cumbre. Será como la esencia de la más sana y valiosa política. Una exaltación de la espiritualidad en el hombre.
Pero para poner blanco sobre negro y demostrar cuánto vale una diplomacia efectiva y creativa al servicio de la paz del encuentro en el Vaticano participan tres líderes -véase esta heterogeneidad- en un solo objetivo: la paz. Uno, Francisco, jefe del catolicismo (y de un minúsculo y singular estado). Los otros dos, máximos exponentes de la autoridad política de una nación poderosa, Israel y de una nación, Palestina, que procura constituirse como tal dependiendo de la otra que aceptan abandonar sus mochilas de la dialéctica política. Y sin ser líderes religiosos como el que los convida, oran con él por la paz. Aunque se empeñe en insistir -razón le asiste al Vaticano- el encuentro tripartito será para orar, solamente y nadie podrá, sin embargo, desdeñar la muy trascendente cumbre. Será como la esencia de la más sana y valiosa política. Una exaltación de la espiritualidad en el hombre.
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