Por Guillermo Monti
16 Junio 2014
ES MÍA. Romero se anticipa a Hajrovic y rechaza el balón antes de que el bosnio intente robárselo. El arquero argentino tuvo una buena actuación en el debut.
Si por Sabella fuera jugaría toda la vida con su sistema predilecto, el 5-3-2. No se privó de emplearlo en el debut mundialista de la Selección, en una decisión contra viento, marea y opiniones que lo rechazan por -presuntamente- defensivo. Por más que la idea sea que funcione como un elástico 3-5-2, hay un dictamen generalizado en otro sentido. El problema para Sabella fue que la Selección jugó mal el primer tiempo contra los bosnios. Adiós a su táctica favorita entonces. Fue el tiempo de los cuatro fantásticos, del doble cinco que le gusta a la mayoría y, en especial, de la comodidad en la cancha que tanta falta le hacía a Messi. El cambio fue la llave del triunfo por 2 a 1 y, afortunadamente, la comprobación de que la versatilidad táctica está.
Lo insólito del primer tiempo fue haber perdido la pelota a manos de Bosnia, una formación mecanizada, ordenada y absolutamente vacía de talento. Zabaleta y Maxi Rodríguez se anularon mutuamente por la derecha, mientras que por la izquierda la generación de juego fue nula. Durante esos 45’ iniciales sucedieron tres cosas: Mascherano falló en la distribución; a Di María y Agüero los mandaron al ostracismo posicional; y Messi no fue Messi. Se vio el Leo que más se teme, ese que baja a la mitad de la cancha y tropieza con dos o tres cancerberos. Lejos del área Messi transita por campos minados, y para peor ningún zapador lo ayuda en la tarea.
Argentina-Bosnia fue uno de los partidos más inocuos del Mundial hasta aquí. Es más, el primer tiempo fue malo. Pasó poco y nada. Sólo un gol en contra (¿una señal de buena estrella? Ojalá) y una fenomenal atajada de Romero.
Hasta los 39’ del complemento Romero fue el Dr. Jekyll del arco: seguro, confiable. En ese momento asomó Mr. Hyde y la pelota le viboreó entre las piernas hacia la red. Ni el más fanático de los bosnios imaginaba el descuento. El tanto, gestado con un estiletazo a la espalda de Fernández, ratificó que en la defensa argentina se mantienen las grietas de siempre.
Claro que a esa altura el partido había cambiado radicalmente gracias a que Sabella barajó y dio de nuevo. Afuera Campagnaro, línea de cuatro clásica, Gago a la cancha para dialogar con Mascherano y Messi, mayor margen para las galopadas de Di María (impreciso, es cierto) y la referencia de Higuaín cerca del área. El dibujo que genera fútbol, a fin de cuentas, y en especial el que potencia a Messi.
Extrañó la desconexión de Agüero con el resto. Fue uno de los jugadores que menos tocó la pelota. Agüero es decisivo en el área rival, pero anoche se aisló en exceso. Trotar buscando los espacios vacíos es una cosa, quedarse allí sin armar pequeñas sociedades, otra muy distinta. Diferente fue el aporte de Higuaín, que no contó con chances para marcar pero hizo lo posible para integrarse al circuito. La devolución de la pared que derivó en el gol de Messi ratifica todo lo que Higuaín puede aportarle al equipo.
El disparo de Messi, transformado en catártico grito de gol, habría terminado en el palo si el partido hubiera correspondido a Sudáfrica 2010. Durante ese Mundial, Messi probó desde todos los ángulos posibles y no hubo caso. Brasil, en cambio, lo recibió con canapés y champagne. En otras palabras, la primera vez que Messi forzó su clásica apilada desde la derecha hacia la medialuna, terminó en festejo. Es una magnífica noticia, para Messi, para la Selección y para el Mundial. Tratándose de un jugador que necesita esa clase de caricias no queda más que aguardar más iluminaciones de naturaleza messiánica.
Rojo se llevó la primera amarilla. Previsible. El área izquierda de la defensa genera dudas desde hace años y Sabella no le encontró la vuelta. Quedó Rojo, el lateral en el que más confía. A todo lo que se había hablado sobre la potencial titularidad de Demichelis lo borró de un plumazo la realidad. Fernández y Garay son los hombres del entrenador, y Campagnaro es la variante si de armar la línea de cinco se trata. De Zabaleta siguen extrañándose las apariciones por sorpresa que lo distinguen en Inglaterra. Aquí traslada la pelota sin sorprender.
El viraje táctico de un tiempo a otro puede leerse con claridad. El plan de los cuatro fantásticos, Gago en el medio y la pelota al pie le rindió mucho más a la Selección. Eso no habilita a pensar que Sabella archivará el 5-3-2 para otras épocas. En la vorágine de un Mundial todo es posible. La calificación del rendimiento argentino se ciñe en el regular. Necesita mejorar, dirían las maestras. Hay mucho torneo por delante.
Lo insólito del primer tiempo fue haber perdido la pelota a manos de Bosnia, una formación mecanizada, ordenada y absolutamente vacía de talento. Zabaleta y Maxi Rodríguez se anularon mutuamente por la derecha, mientras que por la izquierda la generación de juego fue nula. Durante esos 45’ iniciales sucedieron tres cosas: Mascherano falló en la distribución; a Di María y Agüero los mandaron al ostracismo posicional; y Messi no fue Messi. Se vio el Leo que más se teme, ese que baja a la mitad de la cancha y tropieza con dos o tres cancerberos. Lejos del área Messi transita por campos minados, y para peor ningún zapador lo ayuda en la tarea.
Argentina-Bosnia fue uno de los partidos más inocuos del Mundial hasta aquí. Es más, el primer tiempo fue malo. Pasó poco y nada. Sólo un gol en contra (¿una señal de buena estrella? Ojalá) y una fenomenal atajada de Romero.
Hasta los 39’ del complemento Romero fue el Dr. Jekyll del arco: seguro, confiable. En ese momento asomó Mr. Hyde y la pelota le viboreó entre las piernas hacia la red. Ni el más fanático de los bosnios imaginaba el descuento. El tanto, gestado con un estiletazo a la espalda de Fernández, ratificó que en la defensa argentina se mantienen las grietas de siempre.
Claro que a esa altura el partido había cambiado radicalmente gracias a que Sabella barajó y dio de nuevo. Afuera Campagnaro, línea de cuatro clásica, Gago a la cancha para dialogar con Mascherano y Messi, mayor margen para las galopadas de Di María (impreciso, es cierto) y la referencia de Higuaín cerca del área. El dibujo que genera fútbol, a fin de cuentas, y en especial el que potencia a Messi.
Extrañó la desconexión de Agüero con el resto. Fue uno de los jugadores que menos tocó la pelota. Agüero es decisivo en el área rival, pero anoche se aisló en exceso. Trotar buscando los espacios vacíos es una cosa, quedarse allí sin armar pequeñas sociedades, otra muy distinta. Diferente fue el aporte de Higuaín, que no contó con chances para marcar pero hizo lo posible para integrarse al circuito. La devolución de la pared que derivó en el gol de Messi ratifica todo lo que Higuaín puede aportarle al equipo.
El disparo de Messi, transformado en catártico grito de gol, habría terminado en el palo si el partido hubiera correspondido a Sudáfrica 2010. Durante ese Mundial, Messi probó desde todos los ángulos posibles y no hubo caso. Brasil, en cambio, lo recibió con canapés y champagne. En otras palabras, la primera vez que Messi forzó su clásica apilada desde la derecha hacia la medialuna, terminó en festejo. Es una magnífica noticia, para Messi, para la Selección y para el Mundial. Tratándose de un jugador que necesita esa clase de caricias no queda más que aguardar más iluminaciones de naturaleza messiánica.
Rojo se llevó la primera amarilla. Previsible. El área izquierda de la defensa genera dudas desde hace años y Sabella no le encontró la vuelta. Quedó Rojo, el lateral en el que más confía. A todo lo que se había hablado sobre la potencial titularidad de Demichelis lo borró de un plumazo la realidad. Fernández y Garay son los hombres del entrenador, y Campagnaro es la variante si de armar la línea de cinco se trata. De Zabaleta siguen extrañándose las apariciones por sorpresa que lo distinguen en Inglaterra. Aquí traslada la pelota sin sorprender.
El viraje táctico de un tiempo a otro puede leerse con claridad. El plan de los cuatro fantásticos, Gago en el medio y la pelota al pie le rindió mucho más a la Selección. Eso no habilita a pensar que Sabella archivará el 5-3-2 para otras épocas. En la vorágine de un Mundial todo es posible. La calificación del rendimiento argentino se ciñe en el regular. Necesita mejorar, dirían las maestras. Hay mucho torneo por delante.
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