El tránsito, un dolor de cabeza

VENTAJAS. Los geógrafos evaluaron los recursos recreativos. la gaceta / foto de diego aráoz VENTAJAS. Los geógrafos evaluaron los recursos recreativos. la gaceta / foto de diego aráoz
06 Julio 2014
Parada en el umbral de su casa, Adriana Olivera estira su brazo derecho y señala las montañas, haciendo un semicírculo en el ademán. “Amo esta ciudad”, dice, sin quitar la vista de esos cerros, que delante suyo empiezan a levantarse.

La urbe de la que habla es Yerba Buena, situada al pie del cerro San Javier. Hace unas semanas, fue elegida una de las mejores de la Argentina para vivir, según un ranking de calidad de vida elaborado por el Conicet.

Adriana -49 años, profesora de letras, esposa y madre de cuatro hijos- se mudó en la década del 80 desde su Buenos Aires natal hacia la ciudad pedemontana, y al cabo se afincó en el barrio Viajantes, uno de los más tradicionales. Dice que Yerba Buena es una ciudad ideal, pero que todavía tiene cuentas pendientes.

“Los que vivimos aquí sentimos que hemos encontrado nuestro lugar en el mundo. El entorno natural y la tranquilidad son las dos maravillas yerbabuenenses”, elogia, pero luego enumera esas cuentecillas: las congestiones vehiculares y el mal estado de las calles. “Con la cantidad de baches que esquivo a diario, estoy lista para correr un rally”, ironiza.

El arquitecto y la poeta
Al igual que Adriana, la mayoría de los vecinos consultados opina que es agradable vivir ahí, y coincide en que no se iría a ningún otro lado. Sin embargo, ese beneplácito se difumina cuando evalúan la manera en que el municipio crece, se construye y se planifica.

Luis Lobo Chaklián -vecino de la zona de El Corte y subsecretario de Planificación Urbana de la capital provincial- opina que es tan fuerte el potencial ambiental de Yerba Buena, que todavía puede disimular la falta de acciones para atender las necesidades de sus habitantes. “La ciudad tiene problemas con la provisión de agua potable y de gas, con el sistema de cloacas y con el tránsito”, detalla. Enseguida, Lobo Chaklián añade que -a su juicio- el control y el ordenamiento del crecimiento tampoco son adecuados.

También la vecina Natalia Trouvé -34 años, cantante, diseñadora, y poeta- lamenta la expansión urbana porque, a su juicio, ha sido descontrolada. Hasta se animó a escribirle unos poemas a su cuidad. “... Antes era la tierra y el barro. El ripio. Aplaudir en la puerta del vecino. Salir. Correr. Cavar. Hacer chozas. Los sapos. El tobogán. La risa. Los licuados de banana con hielo. Chupar caña de azúcar. Árboles y más árboles. La tierra toda en las mejillas ...”, dice un extracto de uno de sus textos. Luego le siguió otro, en el que escribió algo así: “... Amanecían los barrios. Cerrados se multiplicaban. Como pulgas sobre la piel de la madre. ...”.

Pese a todo
La señora aparece con ropa de entrecasa. Se disculpa por su aspecto y se acoda junto a la puerta, sobre una pared baja. Vive en la zona sur. Donde antes había cañaverales, hoy se suceden las casas. Carolina Romero -49 años, empresaria- cuenta que ahora los residentes no necesitan ir al centro de la capital porque, a diferencia de años atrás, cuentan con servicios a su alcance. “La comodidad de hacer los trámites, las compras y de trabajar aquí no tiene precio. Sin embargo, es necesario que se cuide el patrimonio cultural y ambiental”, opina.

Otra residente, Andrea Díaz -30 años, profesional-, relata que se mudó desde un departamento céntrico porque quería criar a sus hijos en una casa, pero se dio con que los servicios básicos, como transporte y recolección de residuos, suelen ser deficientes. Patricio Garay -78 años, jubilado- dice que las pérdidas cloacales y los basurales son dos graves problemas, pero no alcanzan para ocupar las bondades del distrito. En definitiva -para él y para el resto- Yerba Buena es una ciudad atractiva para vivir, pese a sus calles rotas, a sus atascos y a sus urbanizaciones descontroladas.

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