Si el fútbol fuese una ciencia exacta, donde los números marcan las diferencias, Alemania tendría a su favor todos los boletos para ganar la final de Brasil 2014. Viene de golear al local, 7 a 1, en semifinales, y en el último enfrentamiento oficial vapuleó a Argentina por 4 a 0, en los cuartos de final de Sudáfrica 2010. Pero hay un detalle que juega a favor de la Selección: esta es una final, y una final es completamente diferente a cualquier otro partido. Dura 90 minutos, pero hay que estar preparado para jugar 120 minutos de ser necesario y, eventualmente, definir con tiros desde el punto del penal. Hay condimentos que le otorgan un sabor diferente a cualquier otro partido. La tensión, la ansiedad, los nervios. Hay futbolistas que potencian sus cualidades y otros que las minimizan ante situaciones de presión como es jugar una instancia trascendental como la de esta tarde. Es el momento en el que aparecen los jugadores diferentes, los que nacieron para triunfar. Y ahí estará Lionel Messi, buscando el título que le falta para completar un esquema de trofeos que es la envidia de cualquier deportista. Los argentinos confiamos en él. Es el abanderado de esta ilusión sin límite. Si se ilumina, el sueño se hará realidad. Argentina-Alemania no es un partido más. Es la final del Mundial. Y eso es otra cosa.

Comentarios