El fin de ciclo opacó el 9 de julio del 99

Menem delegó su representación en en el ministro García Solá en la fiesta patria de Tucumán. El riojano y Bussi dejaron sus cargos meses después. Indiferencia popular

La fría estadística histórica sólo consigna que Carlos Menem no asistió a la última celebración del 9 de julio de la década en la capital simbólica de la nación.

Ese mes de 1999 acumulaba las tensiones propias de la inminente transición a una nueva etapa en la vida institucional del país. Tucumán, por su sistema de elecciones provinciales separadas de las nacionales, era una adelantada en ese sentido. E efecto, el peronista Julio Miranda había superado al republicano Ricardo Bussi en los comicios de renovación de gobernador.

En consecuencia, Menem y Bussi transferían el poder en poco tiempo -en diciembre y octubre, en ese orden-. Sin dudas, el deslucido acto del 9 de julio del 99 se explica el eclipse irreversible de ambos gobernantes. Nunca más volvieron.

Freno a Susana
En los días previos a la máxima evocación patria, se ventiló una inusual polémica por el uso de la Casa Histórica.

Por una resolución de la Secretaría de Cultura de la Nación se autorizó a la conductora televisiva Susana Giménez a contestar llamadas telefónicas a su programa, sentada en el sillón de Narciso Laprida.

Ese permiso causó revuelo en la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos. Desde esta ciudad, se alertó a la titular de la comisión, Madgalena Faillace, sobre que la autorización a la diva afecta el decoro del monumento. Alberto Nicolini, asesor del organismo nacional, hizo esa y otras observaciones en resguardo de la Casa Histórica.

Finalmente, se revocó la habilitación concedida, que motivó al periodismo de espectáculos a reflexionar que La mala racha persigue a Susana. En el Senado de la Nación, Carlos Almirón (FR) presentó un proyecto de declaración en apoyo de la cancelación aludida.

De segundo rango
El menemismo enumeró 10 logros en una solicitada titulada 10 años que cambiaron la historia. El aviso se publicó el 8 de julio, inaugurando el ciclo de medición de éxitos por décadas, política comunicacional imitada años después.

La ausencia de Menem del escenario tucumano -había estado aquí en el 98- marcó el cambio de clima político. El presidente recibió a Miranda en la Casa Rosada clausurando el entendimiento con FR.

Contagiado por la euforia de su década, discurseó el 8 por la noche en Buenos Aires. Queda mucho por hacer, dijo el mandatario. Anheló, además, que su sucesor mantuviera la convertibiliad. Y derivó su representación en el ministro de Educación, un delegado de segunda jerarquía.

Manuel García Solá llegó en la mañana del 9 a Tucumán, donde encontró un ambiente convulsionado. Padres de alumnos con brazaletes negros lo recibieron en el aeropuerto. Protestaban por la huelga docente, desatada por la falta de pago de mayo. El frío político coincidía con el climático. Sólo García Solá y 0lijela Rivas (subsecretaria de Integración Educativa) fueron los únicos funcionarios peronistas presentes. Ninguno de los electos por el PJ acudió a las actividades. Rivas concurrió por pedido del ministro.

Mensaje eclesial
García Solá y Bussi, en la Catedral, escucharon que la Iglesia reprobaba la comercialización del voto. En la homilía se imploró por los indigentes y carenciados que se veían obligados a vender su voto por una dádiva. El diputado nacional Ricardo Bussi se ubicó lejos de su padre, en el templo. Josefina Bigolio aclaró que sólo disensos políticos apartaban a los Bussi.

A todo esto, en Buenos Aires, la Iglesia, bajo la inspiración del arzobispo Jorge Bergoglio, le pedía al menemismo que disminuyera la brecha entre pobres y ricos.

En la plaza Independencia, el ministro de Menem reivindicó la gestión del Gobierno nacional. El nuevo nombre de la justicia social y la libertad es la educación, aseveró. La población se volcó al parque 9 de Julio y vació de fervor al acto. Fue el final de un ciclo.

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