20 Julio 2014
La cuestión Capital atraviesa nuestra historia desde la conformación de la Patria. El Estado argentino ha sido pensado con eje en el puerto de Buenos Aires, básicamente como un satélite de la metrópolis que estaba en España.
Esto fue así porque hace 198 años era una locura pensar en un proyecto libertario. Solamente la organización militante y los sueños de los hombres y las mujeres de Cuyo juntaron los recursos que Buenos Aires no les daba y pusieron desde el interior más pobre los hombres necesarios para armar aquél ejército. Y comenzó el sueño de la Patria Grande. Sueño que fue posible porque hubo un Güemes en el Norte que cuidó de los realistas y hubo un San Martín que tuvo la convicción de iniciar el proyecto de Nación.
Sin embargo, este modelo generó una excesiva concentración de población urbana, un excesivo modelo de país unitario, de espaldas al interior profundo. Por eso, creemos que debemos mirar hacia la Argentina del Bicentenario de la Independencia y dar el debate de repensarnos como Estado. Estamos pensando en dar la discusión de los próximos cien años.
No sólo proponemos reubicar nuestra Capital Federal y el traslado al Norte argentino, sino que esta medida debe enmarcarse en una serie de políticas transcendentales para la Argentina a largo plazo. Tenemos que tener una nueva visión de nación que venga acompañada de un cambio en el modelo de organización estratégica del Estado.
Hoy, después de 30 años de democracia, debemos reforzar el sueño de Güemes, San Martín, Belgrano y Bolívar. Un proyecto de país que se considere amplio, integrador y federal debe construir una Argentina que se piense hacia adentro de sí misma como una Patria unida que contemple sus diversidades. Argentina, luego de 200 años de historia, tiene que repensarse.
Un punto central para el crecimiento de nuestro país es tener un nuevo sueño nacional convocante de producción, de industria, de cultura, que vuelva a las bases de Juan Bautista Alberdi, de poblar a la Argentina de comerciantes, de ingenieros, de agrónomos, que en la producción se vea el desarrollo y el crecimiento, que la Argentina rompa con ese vacío territorial y con la súper concentración de la población.
En nuestro país somos muchos en poco espacio y hay mucho espacio donde volvernos a ubicar. La Argentina del futuro no puede seguir concentrando a un tercio de su población en una milésima parte de su territorio, como ocurre hoy, porque el fenómeno de la sobrepoblación genera los grandes problemas urbanos que todos conocemos. La desaglomeración acabaría con los inconvenientes derivados de los picos de consumo energético en verano, con la disposición de la basura, con el colapso diario del tránsito. No puede ser que un trabajador pierda tres o cuatro horas de su vida en ir y venir al trabajo.
Pero la sobrepoblación también implica concentrar el capital productivo y laboral, las posibilidades de desarrollo de todos los argentinos. Por eso, y para no trasladar estas problemáticas a la nueva Capital, no sólo pensamos en trasladar la administración pública federal, sino también planificamos la creación de 100 nuevas ciudades en el norte, que redefinirán las posibilidades de progreso de las economías regionales, permitiendo un desarrollo socioeconómico más equilibrado y justo.
También debemos contemplar las razones económicas que nos llevan a hacer esta propuesta. Hoy, una de cada siete personas se mueren de hambre y una de cada cinco tienen problemas con el agua potable. El mundo necesita desesperadamente alimentos y carece de agua, y nuestro país tiene condiciones extraordinarias para brindarle eso al mundo.
El Norte Grande cuenta con 2 millones de hectáreas que hoy no son explotadas, pero que potencialmente pueden ser integradas a la producción a través de un sistema de riego que nos permitirían elevar la cantidad de cereales y oleaginosas que producimos.
La industrialización de la ruralidad que plantea la presidenta Cristina Fernández de Kirchner apunta a alcanzar esos objetivos de crecimiento y desarrollo federal. El umbral de tierras cultivables, de las pocas que dispone el planeta, están en el norte argentino, con ocho reservas que tiene la Argentina, que son reservas hídricas.
Asimismo, en los últimos diez años Néstor Kirchner planteó un cambio en el eje geopolítico de la Argentina: el eje ya no es Europa ni Estados Unidos, sino que el eje es China, India y los países árabes, además del Mercosur y el Pacífico, que serán las venas de la comercialización de la Argentina del futuro.
Si trazamos una línea imaginaria entre Brasil y Chile, pasamos indefectiblemente por el Norte argentino. Argentina puede posicionarse como un eje político y geográfico entre los océanos Pacífico y Atlántico y, con su capital en el centro de ese eje, puede contribuir estratégicamente a la concreción del sueño de una unidad regional físicamente integrada, dándole potencialidades a nuestras economías regionales para insertarse en la ya predominante configuración geopolítica y económica que se vuelca a esta región.
Tenemos una oportunidad histórica tras 30 años de democracia ininterrumpida y 10 años de crecimiento continuo en este proyecto nacional iniciado por Néstor Kirchner y continuado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por primera vez en mucho tiempo, contamos con una sociedad democráticamente madura y con un Estado eficiente, equitativo y capaz de encarar transformaciones de largo plazo.
El desafío de la dirigencia política de los próximos 100 años en el Segundo Bicentenario de la Independencia de la Patria es independizarnos del colonialismo con el cual los dirigentes políticos miramos e interpretamos la realidad.
El Norte argentino va a ser el lugar y la ilusión de crecimiento y de desarrollo nacional. Estoy convencido de que el futuro de la Patria está en el Norte Grande. Las riquezas están en el norte de la Patria. Desde aquí se hizo la Independencia y desde aquí tienen que venir los próximos mejores años para nuestro país.
Esto fue así porque hace 198 años era una locura pensar en un proyecto libertario. Solamente la organización militante y los sueños de los hombres y las mujeres de Cuyo juntaron los recursos que Buenos Aires no les daba y pusieron desde el interior más pobre los hombres necesarios para armar aquél ejército. Y comenzó el sueño de la Patria Grande. Sueño que fue posible porque hubo un Güemes en el Norte que cuidó de los realistas y hubo un San Martín que tuvo la convicción de iniciar el proyecto de Nación.
Sin embargo, este modelo generó una excesiva concentración de población urbana, un excesivo modelo de país unitario, de espaldas al interior profundo. Por eso, creemos que debemos mirar hacia la Argentina del Bicentenario de la Independencia y dar el debate de repensarnos como Estado. Estamos pensando en dar la discusión de los próximos cien años.
No sólo proponemos reubicar nuestra Capital Federal y el traslado al Norte argentino, sino que esta medida debe enmarcarse en una serie de políticas transcendentales para la Argentina a largo plazo. Tenemos que tener una nueva visión de nación que venga acompañada de un cambio en el modelo de organización estratégica del Estado.
Hoy, después de 30 años de democracia, debemos reforzar el sueño de Güemes, San Martín, Belgrano y Bolívar. Un proyecto de país que se considere amplio, integrador y federal debe construir una Argentina que se piense hacia adentro de sí misma como una Patria unida que contemple sus diversidades. Argentina, luego de 200 años de historia, tiene que repensarse.
Un punto central para el crecimiento de nuestro país es tener un nuevo sueño nacional convocante de producción, de industria, de cultura, que vuelva a las bases de Juan Bautista Alberdi, de poblar a la Argentina de comerciantes, de ingenieros, de agrónomos, que en la producción se vea el desarrollo y el crecimiento, que la Argentina rompa con ese vacío territorial y con la súper concentración de la población.
En nuestro país somos muchos en poco espacio y hay mucho espacio donde volvernos a ubicar. La Argentina del futuro no puede seguir concentrando a un tercio de su población en una milésima parte de su territorio, como ocurre hoy, porque el fenómeno de la sobrepoblación genera los grandes problemas urbanos que todos conocemos. La desaglomeración acabaría con los inconvenientes derivados de los picos de consumo energético en verano, con la disposición de la basura, con el colapso diario del tránsito. No puede ser que un trabajador pierda tres o cuatro horas de su vida en ir y venir al trabajo.
Pero la sobrepoblación también implica concentrar el capital productivo y laboral, las posibilidades de desarrollo de todos los argentinos. Por eso, y para no trasladar estas problemáticas a la nueva Capital, no sólo pensamos en trasladar la administración pública federal, sino también planificamos la creación de 100 nuevas ciudades en el norte, que redefinirán las posibilidades de progreso de las economías regionales, permitiendo un desarrollo socioeconómico más equilibrado y justo.
También debemos contemplar las razones económicas que nos llevan a hacer esta propuesta. Hoy, una de cada siete personas se mueren de hambre y una de cada cinco tienen problemas con el agua potable. El mundo necesita desesperadamente alimentos y carece de agua, y nuestro país tiene condiciones extraordinarias para brindarle eso al mundo.
El Norte Grande cuenta con 2 millones de hectáreas que hoy no son explotadas, pero que potencialmente pueden ser integradas a la producción a través de un sistema de riego que nos permitirían elevar la cantidad de cereales y oleaginosas que producimos.
La industrialización de la ruralidad que plantea la presidenta Cristina Fernández de Kirchner apunta a alcanzar esos objetivos de crecimiento y desarrollo federal. El umbral de tierras cultivables, de las pocas que dispone el planeta, están en el norte argentino, con ocho reservas que tiene la Argentina, que son reservas hídricas.
Asimismo, en los últimos diez años Néstor Kirchner planteó un cambio en el eje geopolítico de la Argentina: el eje ya no es Europa ni Estados Unidos, sino que el eje es China, India y los países árabes, además del Mercosur y el Pacífico, que serán las venas de la comercialización de la Argentina del futuro.
Si trazamos una línea imaginaria entre Brasil y Chile, pasamos indefectiblemente por el Norte argentino. Argentina puede posicionarse como un eje político y geográfico entre los océanos Pacífico y Atlántico y, con su capital en el centro de ese eje, puede contribuir estratégicamente a la concreción del sueño de una unidad regional físicamente integrada, dándole potencialidades a nuestras economías regionales para insertarse en la ya predominante configuración geopolítica y económica que se vuelca a esta región.
Tenemos una oportunidad histórica tras 30 años de democracia ininterrumpida y 10 años de crecimiento continuo en este proyecto nacional iniciado por Néstor Kirchner y continuado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por primera vez en mucho tiempo, contamos con una sociedad democráticamente madura y con un Estado eficiente, equitativo y capaz de encarar transformaciones de largo plazo.
El desafío de la dirigencia política de los próximos 100 años en el Segundo Bicentenario de la Independencia de la Patria es independizarnos del colonialismo con el cual los dirigentes políticos miramos e interpretamos la realidad.
El Norte argentino va a ser el lugar y la ilusión de crecimiento y de desarrollo nacional. Estoy convencido de que el futuro de la Patria está en el Norte Grande. Las riquezas están en el norte de la Patria. Desde aquí se hizo la Independencia y desde aquí tienen que venir los próximos mejores años para nuestro país.
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Julián Domínguez
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