03 Agosto 2014
LA MIRADA FIJA. “Cascarón” se mostró enojado al ver a los policías. LA GACETA / FOTO DE MARÍA SILVIA GRANARA
El odio parecía brotar de los ojos de Sergio “Cascarón” Alderete al mirar a los policías que estaban declarando. Se habían visto por última vez la madrugada del 11 de noviembre de 2011, cuando lo detuvieron por el ataque que había sufrido unas horas antes Mauro Iván Sénneke, a quien le robaron la mochila.
A las 7 el joven falleció en el hospital Padilla, mientras “Cascarón”, Carlos Suárez y Luis Díaz eran ingresados al registro de detenidos y los preparaban para llevarlos ante la fiscala Mariana Rivadeneira.
El viernes a la tarde, en la tercera jornada del juicio oral por el crimen de Iván, Alderete se careó con el oficial Julio Antonio Bonkoski, quien lo detuvo en el barrio Juan XIII. “Los conozco a los dos (por “Cascarón” y por Suárez) desde hace años, porque tienen antecedentes”, manifestó el policía.
Bonkoski afirmó que Fátima Leguizamón, la amiga que estaba con Iván cuando lo asaltaron, describió que a uno de los ladrones le faltaban algunos dientes del maxilar superior. Esa característica los hizo sospechar de “Cascarón”, a quien ya conocían.
En la madrugada, un equipo de policías de varias dependencias llegó hasta el barrio Juan XIII y en la esquina de Bolivia y Thames (según consta en las actas incorporadas al juicio) vieron a Alderete y a Suárez. Los dos sospechosos corrieron. Bonkoski se ocupó de reducir a “Cascarón” en el predio de la escuela Técnica Nº 5.
Suárez, dijo Bonkoski, fue atrapado a escasos metros por otros policías. El abogado de este acusado, Roberto Flores, pidió que se realizara un careo porque su defendido sostenía que lo habían sacado de su casa cuando estaba durmiendo, en ropa interior.
Lo mismo planteó la abogada Raquel Pastor, defensora de “Cascarón”. “Entraron a mi casa pateando la puerta y me sacaron. No hubo ninguna persecución”, dijo el acusado. Bonkoski aseguró, en los dos careos, que las detenciones ocurrieron tal como estaban registradas en las actas policiales, y que no hubo testigos que las firmaran ya que tuvieron que salir rápidamente del barrio, porque habían comenzado a agredirlos a pedradas.
La versión de Bonkoski fue sostenida por sus colegas Víctor Hugo Juárez, Sergio Marcelo Juárez, Miguel Rodolfo Luna y Miguel Marcos Morante. Este último policía también se careó con Suárez (a quien según los efectivos lo conocían como “Bebilo”), por el mismo punto: el lugar en el que ocurrió la detención. En todas las declaraciones de los policías, “Cascarón” los miró fijo.
La importancia de cómo ocurrieron las detenciones radica en el secuestro de la ropa de los acusados, que según determinó el bioquímico de la Policía tenían manchas de sangre. Esas muestras están siendo cotejadas en Buenos Aires por pedido de la fiscala de Cámara Estela Giffoniello, para saber si pertenecen a la víctima.
La versión policial indica que los sospechosos tenían puestas esas prendas cuando los detuvieron, y que se las sacaron cuando estaban en la Dirección General de Investigaciones para que sean examinadas.
Los acusados aseguran que estaban en ropa interior cuando los sacaron de sus casas. De esa manera, se desligarían de un eventual resultado positivo de las pericia de ADN respecto de la sangre que había en la ropa.
A las 7 el joven falleció en el hospital Padilla, mientras “Cascarón”, Carlos Suárez y Luis Díaz eran ingresados al registro de detenidos y los preparaban para llevarlos ante la fiscala Mariana Rivadeneira.
El viernes a la tarde, en la tercera jornada del juicio oral por el crimen de Iván, Alderete se careó con el oficial Julio Antonio Bonkoski, quien lo detuvo en el barrio Juan XIII. “Los conozco a los dos (por “Cascarón” y por Suárez) desde hace años, porque tienen antecedentes”, manifestó el policía.
Bonkoski afirmó que Fátima Leguizamón, la amiga que estaba con Iván cuando lo asaltaron, describió que a uno de los ladrones le faltaban algunos dientes del maxilar superior. Esa característica los hizo sospechar de “Cascarón”, a quien ya conocían.
En la madrugada, un equipo de policías de varias dependencias llegó hasta el barrio Juan XIII y en la esquina de Bolivia y Thames (según consta en las actas incorporadas al juicio) vieron a Alderete y a Suárez. Los dos sospechosos corrieron. Bonkoski se ocupó de reducir a “Cascarón” en el predio de la escuela Técnica Nº 5.
Suárez, dijo Bonkoski, fue atrapado a escasos metros por otros policías. El abogado de este acusado, Roberto Flores, pidió que se realizara un careo porque su defendido sostenía que lo habían sacado de su casa cuando estaba durmiendo, en ropa interior.
Lo mismo planteó la abogada Raquel Pastor, defensora de “Cascarón”. “Entraron a mi casa pateando la puerta y me sacaron. No hubo ninguna persecución”, dijo el acusado. Bonkoski aseguró, en los dos careos, que las detenciones ocurrieron tal como estaban registradas en las actas policiales, y que no hubo testigos que las firmaran ya que tuvieron que salir rápidamente del barrio, porque habían comenzado a agredirlos a pedradas.
La versión de Bonkoski fue sostenida por sus colegas Víctor Hugo Juárez, Sergio Marcelo Juárez, Miguel Rodolfo Luna y Miguel Marcos Morante. Este último policía también se careó con Suárez (a quien según los efectivos lo conocían como “Bebilo”), por el mismo punto: el lugar en el que ocurrió la detención. En todas las declaraciones de los policías, “Cascarón” los miró fijo.
La importancia de cómo ocurrieron las detenciones radica en el secuestro de la ropa de los acusados, que según determinó el bioquímico de la Policía tenían manchas de sangre. Esas muestras están siendo cotejadas en Buenos Aires por pedido de la fiscala de Cámara Estela Giffoniello, para saber si pertenecen a la víctima.
La versión policial indica que los sospechosos tenían puestas esas prendas cuando los detuvieron, y que se las sacaron cuando estaban en la Dirección General de Investigaciones para que sean examinadas.
Los acusados aseguran que estaban en ropa interior cuando los sacaron de sus casas. De esa manera, se desligarían de un eventual resultado positivo de las pericia de ADN respecto de la sangre que había en la ropa.
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Mauro Iván Sénneke