Betún y tambores de guerra en el “sijosesismo”

El ministro Jaldo ya está en el campo de batalla y empezó la pirotecnia con el vicegobernador en uso de licencia. Beatriz Rojkés mira el enfrentamiento como si ella no fuera una más en la guerra. En la UNT.

Betún y tambores de guerra en el “sijosesismo”
El relato histórico de esta semana se convirtió en carroña. Los fondos “buitre”, el tragicómico juez Griesa y el confundido Kicillof levantaron tanta polvareda que taparon los avatares provinciales.

Tucumán es una olla a presión. Los principales referentes de la política tucumana como José Alperovich, José Cano y Domingo Amaya creen que las decisiones trascendentales se toman en diciembre. Sin embargo, futuros legisladores, intendentes, concejales y delegados comunales se desesperan por señales claras para saber qué hacer. Como no las tienen, una guerra de guerrillas se ha desatado en los polvorines políticos.

Y, tal cual se viene preanunciando, la Universidad Nacional de Tucumán es el caos total. Se ha descontrolado a tal punto que las flamantes autoridades corren riesgos ante su impericia política.

La Nación crispada, la Provincia sacudida por las reyertas intestinas y la relación entre ambos, tan tensa como la de Kicillof con Griesa, siembran vientos por estos lares.

De la sonrisa al gesto adusto


Un llamado de atención fue la ausencia de del matrimonio Alperovich en la firma de la refinanciación de deudas provinciales que se hizo en la Casa Rosada. No faltó nadie. No debía estar ausente ninguno. Se trataba de un encuentro que ayudaba a las provincias, pero serviría principalmente para respaldar a Cristina, picoteada por el default. José Alperovich avisó el día anterior que no iría por aquello tan peronista que dice que “quien avisa no traiciona”. Sin embargo, quedó como una devolución de atenciones por el faltazo de Cristina el 9 de Julio, que dolió más porque mandaron el plúmbeo lastre de Boudou.

No hubo acto al que los Alperovich no hayan asistido. No hubo llamado al que no le hayan dicho “de acuerdo” o “lo que usted diga”, aún cuando el sí implicara un papelón. Siempre la Presidenta contó con el aplauso y con la sonrisa de oreja a oreja de José Alperovich o de Beatriz Rojkés. O de ambos. Está vez, el matrimonio les mandó el adusto gesto monterizo de Regino Amado.

Nueve días atrás Alperovich se había mostrado demasiado independiente en su recepción a Daniel Scioli. Tantos gestos de autonomía en pocos tiempo sorprenden después de una docena de años de obsecuencia. De todos modos son pocos gestos hasta ahora para creer que la brújula se ha desimantado.

Chocolate por la noticia

Lo que era un secreto a gritos se convirtió en un tímido anuncio: el ministro fiscal de Alperovich será Edmundo Jiménez. ¡Chocolate por la noticia! El ministro fiscal entre las sombras fue durante estos últimos años Pirincho. Nada nuevo bajo el sol.

Lo que sí sorprendió fue la unificación de los ministerios de Gobierno y de Seguridad. Así funcionaba cuando gobernaba Julio Miranda. El hijo político volvió al viejo esquema por desconfianza y por la falta de figuras. La creación del ministerio de Seguridad Ciudadana había sido una de las estrellas que trató de hacer brillar el mandatario. Brilló más por sus desaciertos que, sin embargo, no deberían justificar la pérdida de independencia de la cartera.

Otra vez el elegido fue el mismo de siempre. Jorge Gassenbauer había sido la sombra de Alperovich hasta que Antonio Jalil se fue del “sijosesismo”. A partir de entonces condujo cuanto ministerio quedó vacante. Economía es la única estructura que no visitó. Es lógico: más que Jorge Jiménez, el que maneja la caja es el gobernador. No hace falta Gassenbauer.

Después de tantos años, el alperovichismo no ha logrado armar una cantera política que vaya generando funcionarios expertos. Tanto es así que a la hora de designar el secretario de Gobierno, se volvió a quien había estado en ese cargo hasta que fue electo legislador. Marcelo Caponio era secretario de Gobierno hasta que se le pararon los pirinchos al anterior ministro y terminaron enemistados. Ahora Caponio vuelve a la Casa de Gobierno de la mano del hijo del ministro Gassenbauer, el ambicioso legislador Guillermo. Él, Caponio y Carolina Vargas Aignasse son figuras estelares en el “grupo terraza” que nació hace tres años. Se habían reunido para compartir un asado en las alturas del edificio en el que reside “Guille” y donde aprovecharon para pergeñar cómo le iban a hacer frente a los amayistas en la Capital.

La designación de Caponio fue una reivindicación para “Guille”, que viene de haber desnudado un desprolijo manejo de las cooperativas que están bajo su tutela. De ser vilipendiado en el Palacio, pasó a ser un privilegiado a la hora de ser escuchado. Una debilidad del gobernador que no supo crear cuadros políticos en esta década en la que la mayor preocupación fue cuidar su propia imagen.

¿Hasta cuándo?

La pintada de un nombre en la pared es el sello de la instalación de un candidato. Alpervich 2015 significa que buscará la banca de senador, Betty 2015 que quiere ser gobernadora y ya empezaron a salir cientos de nombres por los barrios y por los pueblos del interior de la provincia. “¿Y nosotros, Colorado, cuándo?” Son muchos los que tienen ambiciones y no saben qué hacer porque el intendente Domingo Amaya les pide calma, pero no les da definición.

Los exégetas del intendente aseguran que está esperando el momento ideal para lanzarse como candidato a gobernador. Pero sus amagues son tibios y los hombres que no tienen el aparato de Germán Alfaro o de Freddy Toscano se sienten urgidos a salir para instalar sus nombres y ocupar las pocas paredes que van quedando vacías. Cuando Amaya se decida, los intentos de instalación serán estériles. Amaya ha apostado fuerte al madrinazgo kirchnerista pero cada vez aparece más desvaído ese abrazo.

Algo parecido le ocurre a los “sijosesistas”. Alperovich está decidido a definir al sucesor sobre la base de las encuestas. Por eso pide paciencia. Algo que no tienen los precandidatos a ocupar intendencia a bancas en los cuerpos legislativos. “No podemos esperar tanto”. Ese clima de inestabilidad ha convertido a los territorios políticos en verdaderos campos de batalla donde todo vale por un hipotético voto.

Antón Pirulero

El supuesto desaire de la Nación al intendente Amaya sería para darle oxígeno a la candidatura del hombre que Alperovich inventó. El ministro de Salud construye pero todavía no vuelve a estas tierras. Teje alianzas en y desde Buenos Aires, pero no consigue hilvanar todas las alianzas necesarias en Tucumán.

Entre pintadas y tentación a dirigentes, la guerra ya comenzó entre el ministro nacional y Osvaldo Jaldo. Es muy posible que uno de los dos quede afuera si es que Beatriz Rojkés se mete en la fórmula. Si va como gobernadora, el vice será el tranqueño y el vice con uso de licencia se quedará sin el pan y sin las tortas. Si la primera dama termina como candidata a vice, el “hombre que él inventó” podría ser el candidato a gobernador. ¿Y si Jaldo queda afuera? ¿Lo tentará el amayismo? Es muy difícil por los juramentos de fidelidad del ministro del Interior, pero el ADN de un peronista no tiene ni una instrucción genética donde no figure el poder. Por eso los amayistas tampoco descartan alguna rara sociedad con el Acuerdo Cívico y Social. La prenda de unidad es la intendencia de Capital. También es un proyecto escrito en la arena porque la soberbia con que se mueven los radicales, basándose en encuestas, no les permiten ver los riesgos del aparato pejotista.

Un caos

Los docentes no trabajan. Algunos alumnos toman instalaciones. La rectora sale a la calle a tratar de convencer a los estudiantes y no puede. La Nación advierte que ya está dicha la última palabra y que al problema lo debe solucionar la UNT. Los docentes de las escuelas medias vuelven unas horas a clase sólo para evitar la desvalorización que hoy tienen en la mirada de los padres. Los progenitores de los chicos de secundarios de la UNT imploran a la Justicia para que pongan quicio porque ellos sólo tienen frustración y desazón. Los docentes no quieren acatar la conciliación obligatoria. Sólo esperan que se cumpla el pedido de un aumento salarial mayor porque no tienen un salario acorde a sus necesidades.

El panorama es caótico y Alicia Bardón no consigue tomar el toro por las astas. El vicerector, José García, viaja a Buenos Aires pero sus buenos oficios trocan en asombro cuando ve que las autoridades nacionales tienen tanta o más información que las tucumanas. El caos también derrama en peleas internas y las formas de poner orden suelen ser drásticas en esta sociedad de prejuicios e incomunicación.

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