El teatro, una faceta poco conocida del gran escritor

Situaciones kafkianas, humor y una mirada crítica sobre el mundo contemporáneo

24 Agosto 2014

DRAMATURGIA

ADIÓS, ROBINSON Y OTRAS PIEZAS BREVES

JULIO CORTÁZAR

(Alfaguara - Buenos Aires) 

Cuando quienes nos ocupamos del estudio de las letras tenemos que citar a aquellos autores que dejaron sus huellas en las generaciones, es ineludible no mencionar a Julio Cortázar. Su nombre no solo evoca el deslumbramiento que significó para nosotros encontrarnos con la originalidad de Rayuela sino también recordar que, en épocas oscuras, debíamos enseñar a nuestros alumnos cuentos perfectos como “La noche boca arriba” casi a hurtadillas, porque se nos había sugerido que su nombre estaba en una misteriosa lista política que lo hacían no recomendable.

Eran épocas en que armados solamente de la rebeldía de la juventud, hacíamos de las letras nuestra palestra de resistencia y nos ingeniábamos para no cumplir con esas normas manteniendo en alto los valores de aquellos que, merecidamente, eran un ejemplo a seguir

Indudablemente, a cien años de su nacimiento, hoy en día Julio Cortázar es un clásico. Por eso resulta muy bienvenida esta edición de un libro en el que se reúnen tres deliciosas obras de teatro escritas entre 1948 y 1970 que tienen mucho de la transgresión, el juego y la irreverencia propias de la obra cortazariana, por lo que seguramente, deleitarán a sus seguidores.

La anormal normalidad

Así, en “Dos juegos de palabras” asistimos a las relaciones que se establecen entre quienes frecuentan una plaza enmarcada con mucho del ambiente opresivo de soledad propio de los cuadros surrealistas mientras que en “Tiempo de barrilete” el absurdo tiñe el texto. Allí los personajes urden monólogos disparatados y emiten órdenes aún más desatinadas como que, por decreto, se cambie el color de los girasoles justificando que “la normalidad es una cosa tan anormal” (pág. 79).

Por su parte, en “Nada a Pehuajó” las escenas suceden en un restaurant donde convergen una desopilante turista americana, un arquitecto, un juez y un pollo parlante que se resiste a ser cocinado. Asimismo el humor y la sorna subyacen ante la imposibilidad de enviar un equipaje a Pehuajó debido a un nuevo reglamento que recuerda las arbitrariedades kafkianas

Por último, “Adiós Robinson” es un texto elaborado a la manera de un guión radiofónico. Aquí asistimos al diálogo entre Robinson y Viernes que regresan a la isla Juan Fernández en la actualidad, y asisten a los adelantos de la civilización, destacándose “la realización de los sueños de progreso y civilización de toda la raza blanca, en todo caso de la británica para estar más seguros” (pág. 168). Así, con mucho humor, se expresa un rechazo claro a las ideas coloniales, mostrando los conflictos que se mantienen en espacios en donde el hombre sigue aislado y en soledad.

En síntesis: el volumen nos muestra una faceta poco conocida de Julio Cortázar como dramaturgo, lo cual constituye una buena oportunidad para valorar su tarea como un escritor que supo hilvanar las palabras y exponer los rasgos más sutiles de la condición humana.

(c) LA GACETA

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Elisa Cohen de Chervonagura

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