Daniel Abad - Director de Cesnoa
El swap consiste en un intercambio de pesos, en este caso, por yuanes. Esto quiere decir que los fondos en moneda china quedan en el Banco Central y, a su vez, los pesos se depositan en la autoridad monetaria del país asiático. En esta operación, a diferencia de otras similares que se hicieron en el país, los yuanes pueden ser cambiados por dólares, o contabilizados al tipo de cambio como dólar. De esta forma, el Gobierno nacional buscará fortalecer las reservas en dólares. Es decir que la operación tiene un sentido financiero, a diferencia de lo que pasó en otros swaps, que tuvieron propósitos comerciales. Con este operatoria, y con las vigentes restricciones a las importaciones, el Gobierno nacional busca controlar la pérdida de dólares del sistema financiero local. Si las reservas internacionales del Banco Central -que ahora son de U$S 28.392 millones- descendieran a un piso de U$S 25.000 millones, la situación financiera del país se complicaría.
En el frente interno, lo ideal sería que el Tesoro tuviera superávit y que comprara dólares para las reservas. Pero esto no ocurrirá. Por eso, el Gobierno intentó cerrar acuerdos con los organismos multilaterales de crédito, que le permitan volver a endeudarse en el mercado financiero. Sin embargo, el conflicto judicial con los fondos buitre impidieron esta estrategia. Entonces, lo que le queda al Gobierno nacional son gestiones de corto plazo, como pisar las importaciones y acordar el swap con China. De este modo, lo que busca la Casa Rosada es ganar tiempo hasta enero de 2015 para acordar con los holdouts, y regresar al mercado de crédito con el objetivo de terminar el mandato con cierta tranquilidad cambiaria.
Hacia fin de año se espera tensión en el mercado de cambios. Al mismo tiempo, existe la posibilidad de una devaluación del peso. No obstante, que esa devaluación sea brusca, o no, dependerá del nivel de inflación que alcance la economía en el cierre del año, y de la brecha entre la cotización del dólar oficial y del “blue”.
El costo de estas medidas es que, al restringir las importaciones se frena la economía, porque faltarán insumos para producir y, en consecuencia, se contraerán la oferta y el consumo. La tensión cambiaria afectará al público en la medida en que el dólar paralelo siga escalando, porque los precios comienzan a referenciarse en el “blue” ,y esto produce más inflación y mayor pérdida del salario real.