El barrio en el que sobran historias trágicas

La ruta 329, que une Concepción con Monteagudo, debería ser una autovía. Mientras aguardan las obras, los vecinos siguen arriesgando sus vidas y contando relatos dolorosos de jóvenes y chicos que se accidentan en este camino estrecho, desbordado de vehículos y salpicado por baches. ¿Por qué se demoró tanto el proyecto?

ACCIDENTADAS. Angela y Magalí muestran las heridas tras el choque. ACCIDENTADAS. Angela y Magalí muestran las heridas tras el choque.

Es el vecindario con más habitantes de Concepción. Aunque no todos estén necesariamente vivos. Cruzando la vieja ruta 38 hacia el este de la ciudad se encuentra el cementerio Municipal y, junto a él, el barrio que lleva el mismo nombre. Muchos les preguntan a los vecinos si les da temor vivir frente al lugar donde descansan los muertos de La Perla del Sur. “Lo que nos da miedo es que por culpa de esta ruta cada vez somos más los que terminamos dentro de esos mausoleos”, ironiza Marcos Jiménez


“Los muertos nos miran pasar en moto o auto y nos dicen: ‘ahí están nuestros futuros compañeros’”, continúa Marcos. Es jubilado y vive a menos de 10 metros de la necrópolis. Hace poco sufrió un accidente frente al cementerio. Al igual que la mayoría de sus vecinos, está preocupado porque la inseguridad vial no cesa en la vía que atraviesa este popular barrio. Se trata de la ruta 329 (continuación de la calle Joaquín V. González).

Es un camino sembrado por tragedias. Dan fe de eso las numerosas estrellas amarillas pintadas sobre un pavimento y las grutas a la vera del camino. Esta ruta, que comunica La Perla del Sur con La Trinidad y Monteagudo, es un sendero estrecho transitado por una gran cantidad de motos, autos, bicicletas, carros tracción a sangre, colectivos, rastras cañeras y camiones.

Los vecinos se cansaron de reclamar que ensanchen la ruta. En 2013 vieron ilusionados los planos que indicaban las obras de mejora y ampliación del camino. Se iba a hacer una autovía. Incluso se licitaron los trabajos. Pero el tiempo pasa y no hay cambios.

La 329 espera al conductor con una nutrida oferta de riesgos. Las banquinas son de tierra (una trampa mortal los días de lluvia) y presentan un marcado desnivel respecto de la calzada. El asfalto tiene pozos profundos. Esto genera gran peligro: los choferes de camiones y rastras zigzaguean para esquivarlos y no es extraño que en esas maniobras se lleven puestos a motociclistas, detallan los vecinos.

La 329, que se inicia en Concepción y termina en Monteagudo, fue diseñada hace muchos años. Con el tiempo, sus primeros kilómetros se fueron poblando de barrios alrededor. Se sumaron decenas de caminos laterales de ripio y tierra que cruzan alegremente por la ruta. Según datos oficiales, en la zona viven unos 10.000 habitantes. Además del barrio Municipal, allí se encuentran otros cinco vecindarios: el CGT, Los Vega, Balbín, El Golfo y Asentamiento.

Sin una sola obra de infraestructura que la modernice, la ruta 329 presenta riesgosos cruces de caminos. Los más importantes están cerca de los establecimientos escolares.

Las autoridades de la escuela Juan Carlos Ferro, del barrio Municipal, solicitaron en reiteradas oportunidades a las autoridades de Concepción que mejoren la seguridad en la zona para que los chicos puedan cruzar tranquilos. Una fuente de la institución comentó que, a causa de los accidentes, hay mucha preocupación entre los padres y ausentismo escolar. A la institución concurren unos 800 alumnos a la mañana y a la tarde.

Recientemente, un grupo de vecinos envió una nota a LA GACETA en la cual remarcan su intranquilidad porque el tiempo pasa y aún no pueden circular tranquilos para llegar a sus casas.

El Municipal es un barrio casi sin veredas, de casas con rejas, de portones con candados y puertas siempre cerradas. En la zona, bastante postergada, casi todos los vecinos conocen alguna historia trágica, ocurrida en los tres primeros kilómetros de la ruta 329. “En este sector (frente al cementerio), en los últimos años deben haber ocurrido al menos unas ocho muertes. Desde mi casa, todos los días se oyen frenadas, gritos”, cuenta Marcos Jiménez.

“Esta ruta está muy deteriorada. No tiene iluminación y la banquina está muy separada del asfalto. Arreglando sólo estas dos cosas se evitarían muchas muertes”, agrega María Díaz, de 60 años, que a diario circula en su bicicleta por la 329. Fátima Pacheco sostiene que sería bueno poner un semáforo en la esquina del cementerio. “Si vas en moto no se ve nada. Los chicos que salen de la escuela y deben cruzar por ahí se arriesgan todo el tiempo”, describe la mujer.

Adriana Figueroa tiene el recuerdo latente del día en que perdió a su sobrina, Vanesa Bustamante. La joven de 23 años circulaba en una moto junto a su madre por la ruta. Cerca de una curva pronunciada la muchacha, fue aplastada por un camión cañero, recuerda la tía. Es madre de cuatro hijos y nunca los deja cruzar sólo el camino para llegar a la escuela y al comedor al que asisten. “La ruta no da para más. Es tan angosta que no pasan dos vehículos de frente”, resalta la mujer.

Tampoco es difícil encontrar vecinos que hayan sufrido algún accidente. Angela Arévalo y Magalí Rivadenerira sintieron, por unos instantes, que no iban a contar esta historia. Las dos jóvenes iban en moto el 26 de julio. Al llegar a la altura de la curva de Los Vega, por esquivar un pozo, fueron chocadas desde atrás por un auto, detallaron. Una de ellas, Angela, se quebró el fémur y deberá esperar en reposo la llegada de su hijo, dentro de cuatro meses.

Sergio Molina, de 48 años, no quiere volver a pasar más por la esquina de la necrópolis municipal. “Tuve pánico”, dice este hombre, mecánico de motos. El 11 de mayo se cayó de su rodado a causa de en uno de los tantos baches que tiene la ruta 329. “Llovía, intenté esquivar un pozo y ahí me atropelló una mujer que conducía un auto”, relata el hombre, que se fracturó la tibia y sufrió rotura de ligamentos. Aunque lo que más le duele es el miedo que le ha quedado impreso en su vida: “sentí que golpeaba las puertas del cementerio”.

Publicidad

TRES GRANDES PELIGROS

Camino angosto
La ruta tiene un ancho de unos seis metros (es más angosta que un arco de fútbol). Los camiones tienen una trompa aproximada de 3 metros de ancho. Quiere decir que si uno va y otro viene, hay un instante en que, entre ellos, hay una luz de muy pocos centímetros. Un pestañeo puede significar la muerte.

Rastras
En esta época del año, en plena zafra, las rastras circulan en forma permanente por la ruta 329 generando peligros constantes. De noche, cuando el camino queda a oscuras, ocurren numerosos choques. De día, es muy difícil sobrepasarlas sin arriesgarse. Muchas circulan sin luces.

Asfalto dañado
La ruta 329 está salpicada por baches. El asfalto está destrozado en casi todo el tramo de los tres primeros kilómetros. En los días de lluvia, no son fáciles de advertir y los motociclistas suelen ser las víctimas predilectas de los pozos. Por esquivarlos, se arriesgan y suelen sufrir atropellos.

Publicidad
Comentarios