Por Gustavo Martinelli
18 Octubre 2014
"Magia a la luz de la luna": Sortilegio con el sello del viejo Woody
En la Francia de los años 20, durante le época dorada del jazz, un mago inglés es contratado por una acaudalada familia para desenmascarar la estafa de una joven y bella médium. Sin embargo, una serie de acontecimientos mágicos sacuden las vidas de los protagonistas hasta convertir la historia en un verdadero delirio.
Siempre resulta gratificante para el espectador reencontrarse con un director que se ocupa de contar con mano firme pero sin estridencias una historia en apariencia simple. Pero, como sucede en la vida misma, las apariencias engañan. Porque, nada tiene de simple esta historia de amor ambientada en los locos años 20. De hecho, desde la primera escena Woody Allen deja en claro que la ilusión será el hilo conductor que hilvanará las vidas de los protagonistas. Stanley Crawford, un mago famoso en la segunda década del siglo XX, es un escéptico que no cree en la existencia de ningún tipo de “magia real”: ni mediums, ni sanadores, ni nada relacionado con lo espiritual. Podría decirse que es un clásico personaje “woodynesco” que aquí tiene una interesante variante ya que lo encarna Colin Firth sin hacer, como muchos otros, una imitación del propio Allen. Un amigo suyo, mago también, le pide que viaje a la Riviera francesa para desenmascarar a una joven mujer estadounidense que está seduciendo a varias familias millonarias con sus asombrosas visiones. Decidido a descubrir sus trucos, empieza a sorprenderse con los conocimientos y habilidades de esta chica (la impecablemente bella Emma Stone), al punto de dudar de sus fuertes convicciones y de su escepticismo. Lo que sucede, claro, es que Crawford se enamora de la joven. El resultado es una divertida historia de amor sin mayores pretensiones que la de encantar al espectador -ciclópea tarea, por estos días- con detalles formales de gran elegancia. Los datos sobre cada uno de los personajes terminan por encajar a la perfección, de manera que no hay cabos sueltos ni zonas ambiguas en la construcción de la historia. Y todo esto, hay que decirlo, gracias a las sólidas actuaciones de un elenco que a todas luces parece haber disfrutado de su trabajo. Colin Firth, siempre correcto, es acompañado por una Emma Stone deliciosa que compone un papel equilibrado con maestría y candor. Imposible no caer rendido ante sus hechizos.