El alperovichismo sufre la transición

El alperovichismo sufre la transición. Y el síntoma más claro de ese dolor de cabeza en que se convirtió el proceso de despedida del poder es el inicio de una etapa signada por los temblores internos. A José Alperovich lo único que no le discuten es el nombre de quien eligió para sucederlo. Pero, de ahí para abajo, cualquier dirigente ya se siente con la suficiente libertad como para plantarse y hacer valer sus caprichos.

Quizá la primera muestra de la incipiente desautorización haya sido el desaire público del legislador José “Gallito” Gutiérrez. El oriundo de Garmendia desoyó las advertencias públicas y privadas del saliente mandatario y se embarcó en una cruzada judicial para obtener la reelección indefinida. Pero la confirmación de ese alboroto interno en que se convirtió el alperovichismo llegó desde la Capital. Casualmente, el distrito electoral que el oficialismo da por perdido a 10 meses de los comicios presenta la convulsión más delicada. Porque la raíz del bochinche tiene su origen en la propia Casa de Gobierno, a partir de los recelos inocultables entre el ala que lidera el superministro Jorge Gassenbauer y el espacio que conduce el jefe de Interior, Osvaldo Jaldo. Desde hace meses, y para contrarrestar la embestida del gassenbaurismo, el tranqueño hizo pie en San Miguel de Tucumán de la mano de Armando Cortalezzi y de Carlos Isa Assán. Luego, los codazos entre ministerios dieron paso al cisma que produjo la elección de Pablo Yedlin como candidato a la intendencia. Aunque públicamente todos hablan del respaldo que darán al ministro que autorizó pagos a una fundación trucha, por lo bajo recuerdan la frase que hace poco más de un año soltó el senador nacional Sergio Mansilla. “Estamos acostumbrados a tragarnos sapos”, supo decir el ex verborrágico y ahora silencioso ex arquero, uno de los que más conoce el encefalograma alperovichista.

Las apariciones de los Grupos Terraza (Guillermo Gassenbauer, Carolina Vargas Aignasse y Marcelo Caponio) y Frontón (Ramón Cano, Cortalezzi y Rolando Alfaro) evidencia que en el oficialismo, lo que prima es el miedo a perder. Por primera vez el alperovichismo siente que puede sucumbir y ese pánico activa el instinto de supervivencia individual de cada dirigente. El razonamiento es elemental: si hay posibilidades de que una fórmula encabezada por Juan Manzur no retenga la gobernación, cada referente territorial busca acomodarse de la mejor manera para no quedarse con las manos vacías.

Ese temor explica también la rutilante presentación de los barones peronistas de la Legislatura este fin de semana. Desde hace más de un año que Juan Antonio Ruiz Olivares, Sisto Terán y Roque Álvarez dan forma a un acople que una de punta a punta la sección Oeste. En otro contexto, el simple lanzamiento de un espacio paralelo para competir poder dentro del oficialismo hubiese despertado recelos en el gobernador. Incluso, por el tenor del discurso del propio Ruiz Olivares: el monterizo se despachó contra los referentes que buscan posicionar a sus familiares para continuar en los cargos. Hoy, en cambio, en Casa de Gobierno celebraron que la vieja guardia peronista se pusiera al hombro las candidaturas de Manzur y de Jaldo, frente al desmadre de la dirigencia capitalina. De hecho, no fue casual que el aspirante a la Gobernación pidiera ante un auditorio con dirigentes del interior respaldo para Yedlin, que busca hacer pie en la tumultuosa Capital. O es una señal de debilidad o es un reproche a los mariscales alperovichistas capitalinos.

Con los años, el radical José Cano aprendió a olfatear cuando cunde el pánico en el alperovichismo. Por eso aprovechó el fin de semana para difundir encuestas que habría encargado su nuevo aliado, el tigrense Sergio Massa. En ese sondeo, el diputado aparece ganador en todos los escenarios posibles, menos en uno. Sólo la vuelta de la armonía en el oficialismo, con el intendente Domingo Amaya incluido, pondría en riesgo el liderazgo del diputado opositor en los muestreos previos. Pero, según lo repite el propio jefe municipal, nadie debe esperar por su regreso al alperovichismo.

Las últimas semanas muestran que el miedo a perder ha comenzado a condicionar las acciones del oficialismo. Una señal más de que en la Casa de Gobierno padecerán la transición en el poder.

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