Dos balas fueron suficientes

San Lorenzo hizo el mayor esfuerzo, pero la jerarquía del rival ganó por su propio peso.

No se comió ocho, ni seis, ni cuatro. Fueron sólo dos los goles que sufrió San Lorenzo ante el descomunal, desmesurado Real Madrid, que ya desde mucho antes era el mejor del mundo. Se podrá objetar que en una final da lo mismo perder por uno que por 10, y que el equipo español jugó casi con desgano, interesado más en completar el álbum de copas que en el trofeo en sí, pero no por eso se debe desmerecer el esfuerzo que hizo el “ciclón” en Marrakech.

Edgardo Bauza, entendido en el rubro de las definiciones, supo de entrada que salir a jugarle de frente al campeón de Europa era inmolarse. Como buen zorro mañero, planificó un partido más inteligente que heroico: Cauteruccio como único hombre de ataque y todos los demás atrás, cubriendo bien los espacios y sobre todo aquéllos por donde anduviera Cristiano, pero sin regalarle tiros libres al portugués. Lo hizo bien. En esa primera parte, a San Lorenzo le importaba mucho más cuidar a Torrico que incomodar a Casillas, y por eso ni pateó al arco. Si había que salir a quemar las naves, convenía hacerlo en la segunda parte antes que llegar al entretiempo con un resultado irremontable. Justamente, por intentar un ataque, Kalinski la entregó mal, contragolpe, córner y gol de Sergio Ramos antes del descanso. Otro descuido en el reinicio le costó el gol de Gareth Bale, que tornó lo improbable en imposible.

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