Entender un pueblo a partir de su arquitectura

La arqueología procura reconstruir y, eventualmente, explicar las pautas de conducta de las sociedades prehistóricas. Eduardo E. Berberián, director del Proyecto Arqueológico Valle de Tafí, recuerda este concepto en las páginas iniciales de la publicación “Testimonios de un pasado indígena milenario” (1997).

Dicho estudio es uno de los trabajos más serios sobre la Cultura Tafí, entidad socio-cultural que habitó en el valle a partir del año 500 a.C. y hasta el 800 d.C. Este pueblo se caracterizó por poseer una arquitectura de piedra bien definida, una agricultura desarrollada y amplios conocimientos sobre las técnicas alfareras.

Berberián y su equipo identificaron ocho tipos de estructuras constructivas diferentes: unidades simples y medianas, circulares y subcirculares que posiblemente fueron techadas; unidades simples grandes con función de corrales (de más de seis metros de diámetro); unidades circulares compuestas de recintos de distinto tamaño (residencias familiares); unidades cuadrangulares (corrales en pendiente); obras para riego y almacenamiento de agua; obras de protección del suelo (terrazas y andenes); montículos utilizados como basurales y la estructura excepcional hallada en el cerro Muñoz (muralla con menhires integrados).

Las excavaciones practicadas en estas ruinas permitieron sacar conclusiones sobre la economía y la religiosidad de los antiguos pobladores del valle. Esa información resulta cada vez más valiosa como consecuencia del crecimiento inmobiliario y turístico del lugar. Advirtiendo tales riesgos, el grupo de Berberián promovió la preservación de los vestigios ubicados en La Bolsa (km 73 de la ruta 307), donde es posible apreciar restos muy bien conservados de las peculiares edificaciones de la Cultura Tafí.