Je suis cristiano

Pbro. Marcelo Barrionuevo.

18 Enero 2015
El evangelio de este domingo es el diálogo original del discipulado de Jesús, se inicia el llamado de los primeros quienes serán con el tiempo el colegio apostólico de la Iglesia. Este llamado constituye para los discípulos su identidad de vida, a partir de conocer a Jesús se hacen sus seguidores, hasta el martirio de dar su vida por El. Ser discípulo constituye una identidad con el Maestro, de tal forma y en tal envergadura que su existencia ya no tiene otro sentido sino el que le da la misión que tiene. Todo esto es solo posible mediante la Fe, sin ella nada se entiende.

Este pasaje evangélico se sintetiza en la experiencia de un encuentro personal, cara a cara: “Hemos encontrado al Mesías”, dice Andrés a su hermano Simón Pedro. Se trasluce en este primer encuentro de Jesús con los que serán sus discípulos ese algo primaveral y radiante que tiene el perfume de lo que se custodia como algo entrañable y, al propio tiempo, se comunica porque la alegría por un hallazgo así no cabe en un corazón sólo. ¿Cómo guardar para sí semejante descubrimiento? Enseguida se desencadena una atracción en el que la alegría de un hallazgo actúa por contagio. Dios se vale de los lazos de sangre o de amistad para llamar a sus colaboradores. Jesús pasa hoy también a nuestro lado; también en esta celebración. Pasa cuando un sacerdote, un amigo, un buen libro, unos días de recogimiento y oración, nos lo señalan como Juan Bautista se lo mostró a sus discípulos. También pasa al lado de los que en la vida queremos cuando hacemos eco de sus enseñanzas con una conversación oportuna y el ejemplo de una vida cristiana que lucha por ser coherente. ¡Cuántas ocasiones en la vida de familia, en nuestro lugar de trabajo, en la calle, para prestar una ayuda espiritual a nuestros hermanos! Sí, Jesús se hace el encontradizo con nuestros amigos a través de nosotros cuando no rehuimos la conversación sobre temas espirituales, y ese diálogo espontáneo y sincero puede constituir para muchos el comienzo de un vivir distinto.

No podemos soslayar lo que vive el mundo después de los hechos de París: los atentados terroristas basados con argumentos de fe no pueden ser tolerados; generar miedo y pavor por la intolerancia no sirve para atraer a Dios. El Dios que es rico en misericordia no se compadece con las actitudes maquiavélicas del terror. Pero al mismo tiempo y con el pensamiento del Papa Francisco, no se puede ir alegremente por la vida faltando la cordura y el respeto de las creencias ajenas. Si hay algo que debemos respetar es la conciencia de los otros seres humanos, y una de ella es el respeto a la libertad religiosa. La libertad de la conciencia religiosa fue uno de los argumentos fundantes de Juan Pablo II para decirles a los países comunistas que no podían cercenar el espíritu de fe de sus ciudadanos. Los seguidores de Jesús, es decir los discípulos cristianos tenemos una grave obligación de apostar por la paz y el respeto, pero al mismo tiempo debemos ser propulsores del respeto y dignidad de una conciencia que puede y quiere creer libremente. El mundo está un poco loco, procuremos no caer en esa locura universal. Alma, Calma.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios