Todo, lamentablemente, divide

La muerte del fiscal Alberto Nisman, más que un suceso con un halo de dramatismo y de gravedad institucional, es un hecho de trascendencia histórica porque sacude a la democracia, tal vez no mensurable hoy pese a la tremenda repercusión que causó su deceso. Lo que lo que convierte en grave y obliga a mil preguntas -algunas de las cuales no tendrán nunca respuesta- sobre los reales motivos de su fallecimiento es el momento en el que ocurre: horas antes de tener que presentarse en el Congreso para justificar sus denuncias contra la presidenta, Cristina Fernández, y algunos de sus colaboradores por un supuesto encubrimiento de los terroristas de la AMIA. Un desenlace imprevisto, sorpresivo, insólito, increíble en democracia. Un fiscal que acusa a la Presidenta muere un día antes de dar las explicaciones del caso. Sospechoso.

¿Suicidio? Es lo que se concluyó. Sin embargo, los interrogantes se arremolinan alrededor de un ¿por qué? Se fue sin decir cuáles eran las pruebas que manejaba y que comprometerían seriamente a la mandataria y a funcionarios del Gobierno. ¿Alguien querrá tomar la causa y osará arribar en las mismas conclusiones que Nisman sin observar el trágico fin del magistrado? Entre los fiscales hay miedo, preocupación, silencio. La muerte de Nisman abre especulaciones sobre la posible existencia de un submundo desconocido, donde la mezcla de los intereses en juego son tan poderosos que una muerte sólo es una circunstancia más en una trama oculta para la mayoría de los ciudadanos.

Pero, más allá de la muerte de Nisman, que es lamentable, como la de cualquier ser humano, es que volvió a exponer crudamente la realidad de fractura de la sociedad argentina, por lo menos en la comunidad política, donde es más visible. Todos los opositores, o la gran mayoría de ellos, salieron a hablar, a pedir que se esclarezca la muerte del fiscal y que no se detenga la marcha de su investigación en contra de la jefa de Estado. Lo importante fue, para este grupo de dirigentes, lo que Nisman tenía entre manos: la acusación contra Cristina. ¿El año electoral influye? Siempre. Todo se mira y se analiza bajo la lupa de los intereses políticos con el afán de afectar al adversario en las urnas. En ese caso, Nisman será motivo de especulaciones y de cruce de acusaciones políticas, de señalamientos sobre las razones que lo llevaron al posible suicidio. Será parte de la campaña electoral.

Ya se habla de un crimen político por la magnitud de las últimas declaraciones de Nisman, sea por una decisión personal de quitarse la vida o por un suicidio inducido, como salieron a decir varias voces de la oposición. Esta última hipótesis reforzaría más la idea de un crimen de índole político, por la desaparición de la escena de alguien fundamental en una investigación trascendental. ¿Sólo los opositores salieron a hablar? No. Fue una parte de la sociedad dividida la que salió a decir lo suyo, a dudar de que sea un suicidio, a poner un manto de incertidumbre sobre lo que realmente sucedió y qué fue lo que lo motivó a dar tremendo paso. Y a pedir que Cristina salga a hablar y decir algo; una palabra, una reflexión. Lo hizo por Facebook sembrando dudas sobre el accionar de Nisman.

Sí hubo miles de palabras, miles de ideas, miles de preguntas y miles de miradas dirigidas hacia el oficialismo. Hacia un oficialismo que primero habló sólo sobre lo que se observó en la casa de Nisman, tanto por de Capitanich como de Berni; y que luego de dedicó a mantener cautela y a pedir verdad y esclarecimiento. Entendible. Murió el fiscal que acusó a la conductora del kirchnerismo y lo que pueda decirse puede interpretarse en uno u otro sentido, para bien o para mal de los señalados por Nisman. De paso, el kirchnerismo volvió a cargar sobre el Grupo Clarín y sobre los servicios de Inteligencia del país para sugerir intereses mafiosos en marcha. En cambio, se observó demasiada cautela desde la Casa Rosada, pocos gestos institucionales, pocas palabras. No está el fiscal que asombró al mundo cuando dijo que Cristina encubría a los terroristas de la AMIA a partir del Pacto con Irán.

Las reacciones de un lado y las defensa de los Kirchner del otro, lamentablemente, más allá de una muerte que enluta al país y a la democracia, siguen mostrando un país dividido, que interpreta y que razona según sus propios intereses.

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