Nacieron lejos del mar y muchos no lo conocen, pero dejan todo para volverse marinos

Más de 70 jóvenes partieron hacia la base naval de Puerto Belgrano. Aspiran a convertirse en miembros de la Armada

EN LA PLAZA ALBERDI. Después de los besos y abrazos con las familias los aspirantes sonrieron para la foto que congeló el instante previo a la partida. la gaceta / fotos de franco vera EN LA PLAZA ALBERDI. Después de los besos y abrazos con las familias los aspirantes sonrieron para la foto que congeló el instante previo a la partida. la gaceta / fotos de franco vera
03 Febrero 2015

“Buenos vientos”, les desea Alfredo Román Martin, capitán de Fragata de Infantería de Marina y jefe de la Delegación Naval Tucumán. Son 71 caras que lo miran. Algunos sonríen, otros se enjugan con las yemas de los dedos las últimas lágrimas, otros están serios y con la mirada clavada en algún punto infinito del cielo. Todos formados en hileras con sus bolsos al lado de las piernas. Los chicos cargan nervios, entusiasmos, miedos y algo de ropa.

Los próximos 40 días estarán en la base naval Puerto Belgrano haciendo un período de adaptación para luego pasar a ser aspirantes de la escuela de suboficiales de Marina. El año pasado, de un total de 188 inscriptos solo 71 logró pasar los exámenes de matemáticas, física, historia, lengua e inglés, y la etapa de los psicofísicos.

“Ellos recibirán las primeras nociones de la vida militar y luego, si pasan esta etapa, podrán elegir entre las 45 especialidades que se dictan en Puerto Belgrano”, explica Martin. Es una etapa dura, sobre todo para los chicos que llegan desde lejos porque es la primera vez que se separarán de sus familias, amigos, novios y novias.

El ingreso a la carrera militar, en este caso en la Marina, no solo representa el ideal de convertirse en defensores de la Patria, sino de buscar un futuro seguro.

“A partir del segundo mes los jóvenes ya reciben un sueldo que es el mínimo vital y móvil dispuesto por el Estado”, explica Martin. Este dato es muy importante para ellos y sus familias, ya que tener asegurado un ingreso es un alivio grande. Si a eso se le suma la vocación de servicio, entonces, la vida militar resulta una opción tentadora.

Ayer por la mañana, en la plaza Alberdi todo se mezclaba: las expectativas, la ansiedad por lo vendrá y la tristeza que genera el desarraigo. Las familias despedían a sus hijos, les hacían las últimas recomendaciones y le daban palabras de aliento.

Si todo marcha bien, la próxima vez que los vean llegar a casa será con el uniforme militar. Es uno de los momentos más emotivos, reconocen los suboficiales que ya tienen varios años en la fuerza.

“Durante el año, nosotros vamos a las escuelas y colegios de Tucumán y de Santiago del Estero para dar charlas y a contarles de qué se trata la escuela de Suboficiales”, comenta César Diarte, suboficial e Infante de Marina.

A muchos, ver las imágenes de los saltos en paracaídas, los buques y los aviones de guerra les genera mucha intriga. Todo termina de cerrar cuando los suboficiales cuentan sus experiencias. “La Armada te cambia la vida”, recitan con orgullo.

Las especializaciones son técnicas y duran de un año a dos y medio. La más larga es la de Enfermería. Se puede optar por carreras en cualquiera de las cuatro áreas que forman la Armada: naval (buques y lanchas), aeronaval (aviones y helicópteros), infantes de Marina y submarinos.

Salta es una de las provincias que más jóvenes lleva a la base naval, por encima de los 1.000 cada año, explica Diarte. Ayer, al contingente del Norte también se sumó un grupo de 44 jóvenes de Córdoba. De todas las provincias van llegando a la base ubicada a 24 kilómetros de Bahía Blanca.

Fragata Libertad


Los que obtengan los mejores promedios - agrega Diarte- tienen asegurado un lugar en la fragata Libertad para dar la vuelta al mundo. Una experiencia que a más de uno le gustaría vivir.

Preparados para zarpar

Agustín Argañaraz (19 años)

“Espero lo mejor. Es un servicio a la Patria”, reconoce este joven de Alderetes. La vocación -dice- nació gracias a su papá, que es policía federal. “Primero intenté ingresar a esa fuerza, pero luego surgió la posibilidad de la Marina y aquí estoy”, agrega. No conoce el mar y eso también lo llena de entusiasmo. “Ahora lo voy a conocer muy bien”, bromea.  Su sueño es seguir la especialización de Infante de Marina. sabe que es duro -así repiten todos-, pero está muy dispuesto. 

Publicidad

Érika Juárez (18 años)

“Mi primo está en la Armada y él me cuenta que le cambió la vida”, dice esta joven de Yerba Buena. Confiesa que al principio su papá no estaba muy convencido de la decisión que Erika estaba tomando, pero que luego le dio ánimo. No fue su primera opción, explica; pasó un año estudiando Trabajo Social hasta que decidió hacer el cambio. “Me imagino que no va a ser fácil estar allá, pero quiero hacerlo”, confiesa. Le gustaría recibirse de Infante de Marina o hacer algo relacionado con la aeronáutica. 

Publicidad

Daiana Vega (17 años)

“Miedo”, esa es la primera sensación que le genera esta nueva experiencia. “A extrañar y no encontrarme”, aclara Daiana, oriunda de Río Chico. Su sueño es llegar a ser piloto de avión o trabajar en artillería. Sus ganas de pertenecer a las Fuerzas Armadas se terminaron de confirman con el relato de dos amigos de la familia que le contaron sus experiencias. “Mi familia me apoya, pero mis dos hermanos más chicos no dejan de llorar”.  

Gabriel Luna (18 años)

Todavía no pisó la Armada, pero hay algo en él que da la impresión que será el sitio justo. Tal vez la cabeza rapada, su camisa y el porte. “Me encanta la formación militar”, dice sin vueltas este joven de Gobernador Piedrabuena. Un conocido, ex combatiente de Malvinas, ha sido su gran inspiración, aunque explica que desde que era muy chico soñaba con ser militar. Al igual que el resto de los jóvenes entrevistados, Gabriel tampoco conoce el mar y eso lo llena de ansiedad. 

Franco González (22 años)

No pueden dejar de abrazarse y en cada arrumaco los ojos se les llenan de lágrimas. Franco está con su novia, Karen Beltrán de 18 años y embarazada de mellizos (foto de la derecha). La noticia llegó cuando a Franco ya le habían confirmado que el próximo paso era viajar a Puerto Belgrano porque había aprobado todos los exámenes. “La noticia del embarazo me dio más fuerzas para buscar un futuro para ellos”, dice con la voz entrecortada. Aunque ya lo sabían, les cuesta despegarse. Se miran, se abrazan y ya no queda mucho más para hablar. A pocos metros está la mamá de Franco que le promete que cuidará de Karen como si fuera su propia hija. Él sueña con ser Infante de Marina, como un tío suyo. Y si todo va bien, después de unos meses su mujer y sus dos hijos (todavía no saben el sexo) se trasladarán a Bahía Blanca.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios