Por LA GACETA
13 Febrero 2015
La basura se acumula en los cestos de residuos, junto a los cordones de las calles y en muchas esquinas de Yerba Buena. La “ciudad jardín” vive la contradicción de que por un lado está orgullosa de la convocatoria que ejerce sobre todo el gran San Miguel la cercanía que tiene con el cerro, su espíritu verde, su carácter residencial y sus centros de actividades; y por otro la vida cotidiana está afectada por la irregular o nula recolección de los desechos, problema que ha sido expuesto en contundentes quejas vecinales en las últimas semanas.
Los testimonios dan cuenta de una situación penosa en las diferentes partes de la ciudad pedemontana. Barrio Viajantes, Marcos Paz, barrio Marti Coll, la zona de la avenida Perón, las esquinas de la avenida Solano Vera. Se acumulan las bolsas de residuos domiciliarios y también hay residuos de jardín, desde ramas y hojas hasta troncos de árboles. Los vecinos denuncian que en algunos sectores el recolector pasa dos días por semana, en otros han esperado casi una semana y hay casos que han estado 15 días sin que se recojan los desperdicios. Esto genera situaciones de conflicto, tanto porque hay residentes que se han visto obligados a trasladar en sus vehículos sus residuos hasta otros lugares -como la capital- donde es más “normal” la recolección, como porque hay quienes contratan a los carreros que se llevan los desechos y forman basurales clandestinos en las cercanías.
Las explicaciones de lo que ocurre son confusas. Mario Criado, el gerente de Servicios y Construcciones La Banda, la empresa que tiene la concesión de la recolección, afirma que desde la firma del acuerdo en 2003 la ciudad ha crecido de 70.000 habitantes a unos 100.000 y que no da abasto. Dice que ellos ponen 14 camiones y personal y que la Municipalidad se encarga de los recorridos, pero que para cubrir algunos barrios se deja de lado otros. Opina que se debería ampliar el servicio. No obstante, concejales oficialistas responden que el problema no es tan grave, que la recolección está -en todo caso- complicada por el tiempo de vacaciones e incluso afirman que no son ciertas las cifras que da el responsable de la empresa y sostienen que incluso harían falta menos camiones. Dos ediles de la oposición, por otra parte, agregan otra arista del problema: dicen que el convenio está casi fuera de la legalidad, porque ha sido renovado dos veces con cambios en sus cláusulas y sin que nunca haya sido estudiado por el Concejo Deliberante, y han pedido que concurra a dar explicaciones el responsable del área municipal. Pero sólo han obtenido silencio por respuesta.
A todo esto, se ha recordado que hasta diciembre pasado se hablaba en la Municipalidad de un plan piloto de recolección de residuos, que incluía los principios del reciclado, que iba a ponerse en marcha de inmediato en la zona noroeste de Yerba Buena. También habría que recordar que en este mismo municipio hace unos tres años se anunció una especie de programa de “basura cero”, que iba a tender a mantener la ciudad limpia, con colaboración de los vecinos.
La realidad es otra. Está mostrando un problema fuerte, y es notorio que la falta de una decisión política concreta para encarar con seriedad el tratamiento de los residuos ha derivado en la crisis de desechos que atraviesa el vecindario. Las autoridades, en vez de echar culpas y eludir responsabilidades, deberían ponerse a trabajar con ahínco para encontrar una solución definitiva al problema.
Los testimonios dan cuenta de una situación penosa en las diferentes partes de la ciudad pedemontana. Barrio Viajantes, Marcos Paz, barrio Marti Coll, la zona de la avenida Perón, las esquinas de la avenida Solano Vera. Se acumulan las bolsas de residuos domiciliarios y también hay residuos de jardín, desde ramas y hojas hasta troncos de árboles. Los vecinos denuncian que en algunos sectores el recolector pasa dos días por semana, en otros han esperado casi una semana y hay casos que han estado 15 días sin que se recojan los desperdicios. Esto genera situaciones de conflicto, tanto porque hay residentes que se han visto obligados a trasladar en sus vehículos sus residuos hasta otros lugares -como la capital- donde es más “normal” la recolección, como porque hay quienes contratan a los carreros que se llevan los desechos y forman basurales clandestinos en las cercanías.
Las explicaciones de lo que ocurre son confusas. Mario Criado, el gerente de Servicios y Construcciones La Banda, la empresa que tiene la concesión de la recolección, afirma que desde la firma del acuerdo en 2003 la ciudad ha crecido de 70.000 habitantes a unos 100.000 y que no da abasto. Dice que ellos ponen 14 camiones y personal y que la Municipalidad se encarga de los recorridos, pero que para cubrir algunos barrios se deja de lado otros. Opina que se debería ampliar el servicio. No obstante, concejales oficialistas responden que el problema no es tan grave, que la recolección está -en todo caso- complicada por el tiempo de vacaciones e incluso afirman que no son ciertas las cifras que da el responsable de la empresa y sostienen que incluso harían falta menos camiones. Dos ediles de la oposición, por otra parte, agregan otra arista del problema: dicen que el convenio está casi fuera de la legalidad, porque ha sido renovado dos veces con cambios en sus cláusulas y sin que nunca haya sido estudiado por el Concejo Deliberante, y han pedido que concurra a dar explicaciones el responsable del área municipal. Pero sólo han obtenido silencio por respuesta.
A todo esto, se ha recordado que hasta diciembre pasado se hablaba en la Municipalidad de un plan piloto de recolección de residuos, que incluía los principios del reciclado, que iba a ponerse en marcha de inmediato en la zona noroeste de Yerba Buena. También habría que recordar que en este mismo municipio hace unos tres años se anunció una especie de programa de “basura cero”, que iba a tender a mantener la ciudad limpia, con colaboración de los vecinos.
La realidad es otra. Está mostrando un problema fuerte, y es notorio que la falta de una decisión política concreta para encarar con seriedad el tratamiento de los residuos ha derivado en la crisis de desechos que atraviesa el vecindario. Las autoridades, en vez de echar culpas y eludir responsabilidades, deberían ponerse a trabajar con ahínco para encontrar una solución definitiva al problema.