20 Febrero 2015
Almagro, Castelar, Comodoro Rivadavia, San Salvador de Jujuy, Salta, Catamarca, Yerba Buena y Tafí del Valle. Roberto Hughes (69 años) y su esposa, Marcela Funes Franco (61), vivieron en distintos rincones de la Argentina. Juntos recorrieron muchos caminos durante sus felices 37 años de matrimonio. Sin embargo, como todos los soñadores, buscaban su lugar en el mundo, ese pedazo de tierra donde los sueños se hacen realidad.
Hace 11 años, Roberto lo supo de inmediato cuando visitó Tafí del Valle e ingresó a un predio de 500 metros cuadrados, a metros del kilómetro 64 de la ruta 307. Ofrecía una imponente vista del Valle. “Es lo que siempre soñé”, recuerda que pensó aquel día. Había encontrado su destino y hoy lo comparte con los huéspedes alojados en la posada que construyeron con su familia.
Este hombre alto, de pelo blanco e intensos ojos celestes, recuerda que su esposa le dijo: “hagamos lo que siempre soñamos: La Soñada”. De esta manera, pusieron en marcha un nuevo proyecto. “Antes de conseguir el éxito hay que conseguir la felicidad”, sostiene Roberto. Y la felicidad para la familia Hughes era construir una posada para recibir visitantes de todo el mundo. Una posada para vivir en ella y para atender personalmente a los pasajeros; para hacerlos sentir como si estuviesen en sus propias casas.
En marcha
El 10 de enero de 2010 nace “La Soñada”. Pasó el tiempo y los comentarios que entregaron los visitantes en los sitios especializados Triadvisor y Booking ratifican que Roberto y Marcela cumplieron con el objetivo. Los huéspedes destacan, entre otras cosas, el hecho de ser atendidos por los propios dueños, desayunar con pan y mermeladas caseras y contar con las mismas comodidades que disfrutan en sus hogares. Todo rodeado de un paisaje imponente, que invita a un profundo descanso.
Hugues trabajó en una empresa petrolera en Comodoro Rivadavia, fue maître en Salta, donde llegó a manejar unos 200 mozos; armó una hamburguesería en Jujuy y fue supervisor de montaje de Minera La Alumbrera. Sin embargo nunca se detenía. Algo lo movilizaba, una señal interna le indicaba que al camino todavía le quedaba un trecho. No imaginaba que la parada final estaba en Tafí del Valle.
El amor nace en un coro
Imposible encontrar a Roberto sin alguna ocupación de por medio. Es hiperactivo. Puede armar una mesa o cambiar una puerta de la posada, o hasta colocar la cañería para el nuevo baño. Aunque ahora piensa trabajar sólo medio día, para disfrutar un poco más de lo que logró con tanto esfuerzo.
Con Marcela se conocieron hace casi cuatro décadas en un coro. Él era tenor y ella, soprano. Así nació ese amor que superó todo tipo de obstáculos a lo largo de tantos caminos recorridos. Hoy los acompañan sus hijos, Joaquín (33 años, nació en Comodoro Rivadavia) y Mauricio (30, vino al mundo en San Salvador de Jujuy). Junto a sus nueras y sus tres nietos forman un núcleo familiar que es la clave para seguir adelante.
Cada rincón de su casa guarda un recuerdo. Desde el volante de un Ford de 1914, un reloj de pared de una escuela, un sifón comprado en San Telmo, hasta una raqueta que alguna vez empuñó su hijo, destacado tenista juvenil.
La charla con Roberto podría extenderse varias horas más, con café, pan y mermelada casera de por medio. Pero llegó una pareja de huéspedes y personalmente sale, junto a sus perras India y Cuba, a recibirlos. Les da la bienvenida y los invita a compartir su lugar soñado en el mundo.
Hace 11 años, Roberto lo supo de inmediato cuando visitó Tafí del Valle e ingresó a un predio de 500 metros cuadrados, a metros del kilómetro 64 de la ruta 307. Ofrecía una imponente vista del Valle. “Es lo que siempre soñé”, recuerda que pensó aquel día. Había encontrado su destino y hoy lo comparte con los huéspedes alojados en la posada que construyeron con su familia.
Este hombre alto, de pelo blanco e intensos ojos celestes, recuerda que su esposa le dijo: “hagamos lo que siempre soñamos: La Soñada”. De esta manera, pusieron en marcha un nuevo proyecto. “Antes de conseguir el éxito hay que conseguir la felicidad”, sostiene Roberto. Y la felicidad para la familia Hughes era construir una posada para recibir visitantes de todo el mundo. Una posada para vivir en ella y para atender personalmente a los pasajeros; para hacerlos sentir como si estuviesen en sus propias casas.
En marcha
El 10 de enero de 2010 nace “La Soñada”. Pasó el tiempo y los comentarios que entregaron los visitantes en los sitios especializados Triadvisor y Booking ratifican que Roberto y Marcela cumplieron con el objetivo. Los huéspedes destacan, entre otras cosas, el hecho de ser atendidos por los propios dueños, desayunar con pan y mermeladas caseras y contar con las mismas comodidades que disfrutan en sus hogares. Todo rodeado de un paisaje imponente, que invita a un profundo descanso.
Hugues trabajó en una empresa petrolera en Comodoro Rivadavia, fue maître en Salta, donde llegó a manejar unos 200 mozos; armó una hamburguesería en Jujuy y fue supervisor de montaje de Minera La Alumbrera. Sin embargo nunca se detenía. Algo lo movilizaba, una señal interna le indicaba que al camino todavía le quedaba un trecho. No imaginaba que la parada final estaba en Tafí del Valle.
El amor nace en un coro
Imposible encontrar a Roberto sin alguna ocupación de por medio. Es hiperactivo. Puede armar una mesa o cambiar una puerta de la posada, o hasta colocar la cañería para el nuevo baño. Aunque ahora piensa trabajar sólo medio día, para disfrutar un poco más de lo que logró con tanto esfuerzo.
Con Marcela se conocieron hace casi cuatro décadas en un coro. Él era tenor y ella, soprano. Así nació ese amor que superó todo tipo de obstáculos a lo largo de tantos caminos recorridos. Hoy los acompañan sus hijos, Joaquín (33 años, nació en Comodoro Rivadavia) y Mauricio (30, vino al mundo en San Salvador de Jujuy). Junto a sus nueras y sus tres nietos forman un núcleo familiar que es la clave para seguir adelante.
Cada rincón de su casa guarda un recuerdo. Desde el volante de un Ford de 1914, un reloj de pared de una escuela, un sifón comprado en San Telmo, hasta una raqueta que alguna vez empuñó su hijo, destacado tenista juvenil.
La charla con Roberto podría extenderse varias horas más, con café, pan y mermelada casera de por medio. Pero llegó una pareja de huéspedes y personalmente sale, junto a sus perras India y Cuba, a recibirlos. Les da la bienvenida y los invita a compartir su lugar soñado en el mundo.
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