Por Alejandro Klappenbach
24 Febrero 2015
AUTÉNTICO. En conferencia de prensa, Nadal habló de la búsqueda por recuperar el nivel que lo llevó a la cima del tenis. dyn
Fue así, como lo imaginamos. Correcto hasta el límite. Respetuoso al máximo. Protocolar, como siempre. Las dos sonrisas que Rafael Nadal entregó en su primer contacto con la prensa en Buenos Aires parecieron el guiño cómplice que esperaban los fotógrafos para disparar los flashes sin parar. Antes y después, Rafa fue Rafa. Al 100 %.
De gesto serio, sus respuestas estuvieron cargadas de conceptos largamente conocidos, pero que son mucho más que la simple repetición de palabras y frases. Representan la fundación de su carrera y de su personalidad. Pensar en el siguiente rival y no en la final del torneo, trabajo diario y comprometido para recuperar el nivel, foco mental puesto en esta semana y no en los meses por llegar, actitud positiva para convivir frecuentemente con las lesiones. Y valorar el esfuerzo de quienes mucho trabajaron para que él llegara.
Y, también, el que hará el público para pagar las entradas y llenar el estadio cada vez que juegue. En singles y en dobles, competencia en la que junto a Juan Mónaco debutará hoy por la tarde.
Hubo en sus palabras espacio para el recuerdo de aquella última vez en la catedral del tenis argentino: “Gaudio era el campeón reinante de Roland Garros. Y yo no pude desbordarlo más allá del primer set”. Aquel partido fue la última vez que su derrota en cuartos de final no resultó sorpresiva. Desde entonces, la sorpresa es que no sea el campeón cada vez que juega en polvo de ladrillo.
Ha ganado 64 títulos, 14 de Gran Slam, vivió 142 semanas como N°1 del ranking, festejó nueve veces en Roland Garros, y aún aspira a ser el mejor de todos los tiempos. En 2005, era Rafael Nadal. Hoy que vuelve en 2015, vale pensar que es Harry Potter. ¿O no hay que ser mago para hacer lo que Nadal hizo en apenas 10 años?
De gesto serio, sus respuestas estuvieron cargadas de conceptos largamente conocidos, pero que son mucho más que la simple repetición de palabras y frases. Representan la fundación de su carrera y de su personalidad. Pensar en el siguiente rival y no en la final del torneo, trabajo diario y comprometido para recuperar el nivel, foco mental puesto en esta semana y no en los meses por llegar, actitud positiva para convivir frecuentemente con las lesiones. Y valorar el esfuerzo de quienes mucho trabajaron para que él llegara.
Y, también, el que hará el público para pagar las entradas y llenar el estadio cada vez que juegue. En singles y en dobles, competencia en la que junto a Juan Mónaco debutará hoy por la tarde.
Hubo en sus palabras espacio para el recuerdo de aquella última vez en la catedral del tenis argentino: “Gaudio era el campeón reinante de Roland Garros. Y yo no pude desbordarlo más allá del primer set”. Aquel partido fue la última vez que su derrota en cuartos de final no resultó sorpresiva. Desde entonces, la sorpresa es que no sea el campeón cada vez que juega en polvo de ladrillo.
Ha ganado 64 títulos, 14 de Gran Slam, vivió 142 semanas como N°1 del ranking, festejó nueve veces en Roland Garros, y aún aspira a ser el mejor de todos los tiempos. En 2005, era Rafael Nadal. Hoy que vuelve en 2015, vale pensar que es Harry Potter. ¿O no hay que ser mago para hacer lo que Nadal hizo en apenas 10 años?