Cómo llegó Adolf Hitler a convertirse en lo que fue

Rees arma un rompecabezas eludiendo la tentación psicologista y la sociologista

SIN FÓRMULAS REMANIDAS. Rees arma el rompecabezas de la figura del genocida alemán sin caer en lugares comunes, que tratan de explicar el horror del nazismo desde la perspectiva de la psicología o de la sociología. johndenugent.us SIN FÓRMULAS REMANIDAS. Rees arma el rompecabezas de la figura del genocida alemán sin caer en lugares comunes, que tratan de explicar el horror del nazismo desde la perspectiva de la psicología o de la sociología. johndenugent.us
01 Marzo 2015

Investigación

El oscuro carisma de Hitler

LAURENCE REES

(Crítica - Buenos Aires) 

¿Cuántas veces nos hemos preguntado por qué razón y bajo cuáles condiciones Adolf Hitler llegó a ser quien fue? Conste que el empleo del plural abraza a los millones y millones de seres humanos que desde 1945 a nuestros días repudiamos al líder alemán; y al tiempo que lo repudiamos descubrimos que no hay respuestas que terminen de convencernos y muchos menos de tranquilizarnos.

Los daños provocados fueron descomunales e indelebles, ergo, no exageramos ni un ápice si afirmamos que las heridas todavía no han terminado de cerrar, que basta con que tomemos contacto con una evocación de primera mano, o con un testimonio fílmico o del orden que fuere, o con las meras cifras de los daños provocados, de los crímenes, para que el nazismo vuelva a abofetearnos con inusitada crudeza.

Acaso impregnado de éstas y otras sensaciones, pero debidamente formado para poner la lupa en el trazo grueso y en el trazo fino de la Segunda Guerra Mundial en general y en Hitler en particular, el documentalista británico Laurence Rees ha dado forma a una de sus contribuciones mejor logradas y más valiosas: El oscuro carisma de Hitler.

Pocas veces disponemos de un título más certero y más organizador de la materia por indagarse. Rees parte de la base de que Hitler era carismático y que ese carisma era brumoso, pero lejos de darse por satisfecho con la conclusión a priori, investiga el derrotero de quien supo hacerse a sí mismo y construir su magnetismo sobre la base de una aguda percepción de los vientos que soplaban y que soplarían.

En este punto, y como todo investigador que se precie de tal, Rees batalla contra el dilema del huevo y la gallina, anda y desanda el camino y se aferra a cada hipótesis como si las diera por fecundas, pero menos por comodidad que por fidelidad a un método: llevar cada presupuesto al límite de sus posibilidades.

Así, con indispensable paciencia y con no menos indispensables testimonios, intenta armar el rompecabezas a salvo de las dos grandes tentaciones de manual.

Por un lado, La tentación psicologista: la clave del nazismo se reduce a Hitler, una mente malsana capaz de embaucar a millones de alemanes que de un día para el otro mutan de níveos a crueles.

Por otro, La tentación sociologista: la clave de la entronización de Hitler y del nazismo se reduce pura y exclusivamente al caldo de cultivo de la derrota de la Primera Guerra Mundial y al fracaso de la República de Weimar.

Entre el biógrafo y el politólogo, narrador vigoroso, historiador al fin, Rees repone un Hitler aproximadamente posible, un Hitler humanamente inhumano. Un Hitler sujeto y objeto de su tiempo. Un Hitler, al cabo, del que aun cuando es pasado remoto más nos valdría estar advertidos.

© LA GACETA

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Walter Vargas

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