Vivir después del horror
01 Marzo 2015
Testimonio
VIVOS EN EL AVERNO NAZI  
MONTSERRAT LLOR
(Planeta - Buenos Aires)

Desde mediados del siglo XX se han publicado cientos de libros sobre el nazismo: sus personajes, locuras y crueldades, pero el libro de la periodista española Montserrat Llor enfoca el recuerdo de esa tragedia a través del testimonio de 21 sobrevivientes del horror nazi, casi todos españoles que lucharon desde el bando republicano durante la guerra civil que ensangrentó España desde julio de 1936 hasta comienzos de 1939.

Cuando la derrota se hizo inevitable, a pesar de la ayuda comunista, ante el avance franquista apoyado por tanques fascistas y los aviones de la Legión Cóndor -cuya mayor “hazaña” fue la masacre de Guernica- pasaron a Francia, donde quedaron internados, y más tarde, bajo el régimen de Petain, fueron trasladados a campos de concentración en Austria, Alemania y Polonia, submundos del miedo, de sufrimientos y muerte, de la que muy pocos escaparon.

La inspiración del libro arranca en la casa de la autora, a raíz del hallazgo de una pulsera de identificación de familiares que estuvieron internados en un campo de concentración de Francia, y cuyo final era desconocido, pero aquella búsqueda del destino de sus abuelos la lleva a entrar en un mundo del que ignoraba todo, y comienza una investigación tenaz para darlo a luz antes de que se apaguen las últimas voces que pueden aún recordarlo.

Es así que en 314 páginas bien escritas se desarrollan diferentes historias personales, y se narran también los variados medios usados para sobrevivir: ingenio, habilidades artísticas o artesanales, contrabando, aptitud deportiva, solidaridad, y en especial mucha entereza para no desfallecer, porque cada persona anciana entrevistada es un himno a la resistencia espiritual del hombre. Pero al terminar la guerra, al margen de la enorme alegría de la liberación, el retorno a sus vidas anteriores no fue fácil: en 1945 no podían volver a la España gobernada por Franco, y décadas después los gobiernos posteriores de la transición tampoco les facilitaron su regreso. Por eso, traumas, silencio y exilio interior los   dominaron durante años y no quisieron contar sus historias, porque ¿quién los podía comprender? De ahí que casi todos los personajes del libro residían en París al momento de las entrevistas.

Es claro que en el fondo sólo fueron peones dentro del complicado ajedrez de la política de las guerras. Con el tiempo se convierten en incómodo reproche de la conciencia de quienes las decidieron. Algo parecido ocurre en nuestro país con el retorno de aquellos jóvenes veinteañeros que lograron sobrevivir al horror de la guerra de 1982. 

© LA GACETA

Hugo A. Berreta

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