Una habitual amenaza a la salubridad de la población

Hace diez días, en una nota con ilustrativas fotografías, informamos que personal de la Dirección Provincial del Agua extrajo 500 camionadas de basura y escombros del canal Sur detrás de la avenida Roca, con el propósito de remover los obstáculos para el escurrimiento del agua, y prevenir así las inundaciones.

Pero además, no es difícil calcular la aterradora cantidad de elementos de alto peligro para la salud pública que un conjunto tan cuantioso de desperdicios representaba. Y tampoco es difícil no asombrarse ante las revelaciones que el hecho encierra, respecto de las costumbres de nuestro vecindario. Porque arrojar basura a un canal como acto habitual y corriente, no es sino una muestra más de nuestra dramática indiferencia respecto a las consecuencias sanitarias. Consecuencias que son perfectamente conocidas por todos, de modo que no pueden alegarse ni la dura situación económica ni el bajo nivel cultural, como justificativos para dar ese destino a los desperdicios y a los escombros. Nos parece que estamos ante un problema más amplio, que abarca toda la comunidad, y no sólo a quienes habitan en las proximidades del canal Sur. Aunque sea penoso decirlo, hay que concluir que el tucumano no se caracteriza precisamente por el cuidado de la higiene pública. Es muy común que, en los días de lluvia, arroje la basura de su domicilio a la calle, para que la arrastre la correntada. Y, más allá de la lluvia, sobran los ejemplos de casas cerradas o locales comerciales desalquilados, convertidos en receptáculos de basura durante meses y años. Esto, sin que al propietario se le ocurra limpiarlos, ni a la Municipalidad obligarlo, con fuertes multas, a que lo haga. Abundan las propiedades públicas y privadas rodeadas de malezas y de suciedad. La esquina de Congreso y Las Piedras, frente a los Tribunales Federales; la plaza de Crisóstomo Álvarez y Moreno; los jardines de la Facultad de Filosofía y Letras antes de reiniciarse la actividad, son unos pocos ejemplos. Y en nuestras columnas, a cada rato, se informa sobre lo que ocurre en el interior: la basura en la comuna de Los Sosa; el basural en la calle Terán de Villa Carmela; los alrededores de la Escuela 112 de Taquello, para dar sólo unas mínimas muestras de lo que se denuncia.

En esas aceras donde junto al embaldosado hay un tramo de pasto, este se convierte en alto yuyal, generador de alimañas, sin que al propietario frentista se le ocurra cortar las malezas. Nuestras plazas son un muestrario de la basura que arrojan al suelo los usuarios de toda edad. Y qué decir del estado que presenta el Parque 9 de Julio, después de un fin de semana o de un feriado.

Por activa y abarcadora que sea la tarea municipal sobre basuras y basurales, siempre se verá malograda por la actitud de un habitante a quien parece no importar que su ciudad esté envuelta por la antihigiene y, consecuentemente, cargada de amenazas para la salud propia y la de terceros. Obviamente, esto parece contradecir con fuerza aquella condición de “Jardín de la República” que enorgullece tradicionalmente a Tucumán. Es hora, en suma, de modificar la actitud. Debe hacerse carne, en el vecino, la noción de que mantener limpia la ciudad es una obligación que debe practicar por convicción propia, y en toda circunstancia. Mientras eso no ocurra, nuestra vida cotidiana transcurrirá cargada de serias amenazas sanitarias.

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