Mamá, portera y alumna al mismo tiempo

Tucumán inauguró ayer el ciclo lectivo 2015 en todos sus niveles y modalidades. Así ocurrió en varias provincias, a excepción de 10 en las que se realizan huelgas por mejoras salariales. Muchos chicos de la sala de cuatro años fueron a la escuela obligatoria por primera vez. La ministra Silvia Rojkés de Temkin dio su último discurso de apertura del año lectivo.

¡TODOS A LA ESCUELA! Rosario del Valle Ramírez, la portera de la escuela, junto a sus hijos Tiago Jonás y Tobías Nicolás Torres, de siete años. la gaceta / fotos de Inés quinteros orio ¡TODOS A LA ESCUELA! Rosario del Valle Ramírez, la portera de la escuela, junto a sus hijos Tiago Jonás y Tobías Nicolás Torres, de siete años. la gaceta / fotos de Inés quinteros orio
03 Marzo 2015
El comienzo de clases deja dada vuelta toda la casa, por regla general. Si no es el despertador que no sonó, es el delantal que no se seca, o la corbata que nadie encuentra, o el colectivo que no viene, o la tarjeta que olvidamos de cargar... Imaginá que son dos o tres chicos. Sumale que uno de ellos tiene discapacidad. Y ahora pensá que la mamá también tiene que prepararse para ir a la escuela, a la nocturna. Ese es el combo completo que vive Rosario del Valle Ramírez, una madre que, como muchas otras en Tucumán, motorizan el milagro de trabajar dentro y fuera de la casa, y estar a las 7.30 en la escuela, con sus hijos bien peinados y el delantal impecable. Incluso, con tiempo para los abrazos del reencuentro con compañeros del año pasado.

Las imágenes se repitieron en las más de 1.000 escuelas de Tucumán. No sólo la de los abrazos, también las del llanto, las de los chicos aferrados a las caderas de su mamá. Ocurre que también ayer, muchos niños de cuatro años ingresaron por primera vez al jardín de infantes, que es obligatorio (la sala de cuatro) a partir de 2015. Se vio también a los nenes de cinco años ingresar a la sala del jardín de la mano de sus padres para comenzar con el clásico período de adaptación que durará un mes. Y a los adolescentes del secundario, que en muchos casos no sabían a qué aula entrar porque todavía no pasaron de curso y esperan rendir las materias este mes, como última oportunidad.

Allí, en la puerta de la escuela Bernardo de Irigoyen, estaba Rosario con sus mellizos de siete años, Tiago y Tobías. Ese es su lugar, porque es la portera de la escuela. Nunca imaginó tener ese puesto hasta que se le ofreció la directora el año pasado, al verla durante tantas horas aburrida, en la puerta, esperando a que sus hijos salieran de clase para llevarlos de vuelta a casa. “Me dio un cuadernito y una lapicera y ahí anoto a todos los que entran y controlo también que los chicos no salgan a la calle”, explicó.

Rosario sonreía con sus ojos grandes, a pesar de que su día había comenzado a las cinco de la mañana. “Si no me levanto temprano, no llego a la parada del colectivo, donde tengo que estar a las 6.30, para venir todos los días desde El Manantial”, contó. Cada mañana corre contra el reloj. “Me lleva tiempo vestir a los mellizos. Tiago necesita más ayuda porque padece Síndrome de West, no camina ni controla esfínteres, y se mueve en silla de ruedas”, detalló. Tiago va a la escuela en transporte escolar, pero no su hermano.

Rosario tiene otros hijos, Braian, el de 15 años, que todos los días prepara la comida para él y su hermanos antes de ir a la escuela por la tarde. Y otra hija de 19 años, que trabaja para sostener la casa. “Por las tardes, llevo a Tiago a la rehabilitación y voy a la cooperativa donde trabajo por el plan ‘Ellas hacen’. A la noche vengo corriendo para cambiarme y salir de nuevo para ir a la escuela. Quiero hacer el secundario. Quiero recibirme. Trabajé muy duro desde que quedé sola con cuatro hijos pequeños. ¡No quiero perder más tiempo!” aseguró sonriendo.

NERVIOS
Rocío no durmió en toda la noche, ansiosa por el primer grado que le esperaba


Rocío no veía la hora de que llegara el día de ayer, en el que por fin ingresó a primer grado. “Durante la semana salimos juntas a comprar la mochila (ella eligió una con dibujos), el cuaderno y los lápices de colores. Pero a medida que pasaban las horas se ponía más ansiosa. ¡Anoche no pudo dormir en toda la noche, se despertaba llorando!”, contó la mamá Rocío Vega. La familia de Rocío vive en barrio 11 de Marzo y deberán pagar $ 900 por mes de transporte para que ella y su hermanito mayor puedan ir a la escuela Bernardo de Irigoyen. “Me hicieron precio, porque era más caro”, dijo la mamá, con Cristiano en brazos.

ALEGRÍA
Con el apoyo de Papá y Mamá, Luciana logró realizar su integración a la escuela común


Luciana no derramó ni una sola lágrima cuando sus padres se fueron. Y eso, para Valeria Vargas y Omar Nahuelfil, sus papás, fue un logro. Si bien Luciana, con Síndrome de Down, realizó el jardín de infantes de cuatro y cinco años sin ninguna dificultad, siempre lloraba cuando la dejaban en la salita con sus compañeros. Este año fue distinto. Su hermana Daniela, que va a tercer grado, la entusiasmó, le contó lo lindo que es el primer grado y hasta la acompañó a comprar los útiles. “Esta mañana (por ayer), Luciana sólo se dejó cambiar por su hermana”, contó su mamá. En la escuela no hizo ni un “puchero”.

ENOJO
Madre e hijas se sintieron frustradas al no poder ingresar a una escuela en turno mañana


Estaba con el rostro desencajado y sus hijas la miraban con los ojos llenos de lágrimas. “Pedí a la vicedirectora de la escuela Rivadavia que las cambie a mis hijas del turno tarde a la mañana. Le expliqué que yo trabajo y que no puedo llevarlas a las chicas en otro horario, soy el único sostén de la casa. ¡Pero ella no me escuchó, y esta mañana no me dejaron entrar!”, dijo indignada Sandra del Valle Serrano, con sus hijas con el delantal puesto. “Para colmo me enteré de que otras alumnas que venían de otros colegios privados ingresaron directamente en el turno mañana. ¡Esto es muy injusto!”, se quejó la madre.

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