09 Marzo 2015
DEVASTACIÓN. Así quedó la ciudad de Fujushima luego del tsunami de 2011. REUTERS
OKUMA, Japón.- Norio Kimura perdió a su mujer, su padre y su hija de siete años, Yuna, en el tsunami de marzo de 2011.
Ahora teme que también podría perder su tierra, ya que el Gobierno quiere construir un almacén de residuos radiactivos a la sombra de la destruida planta nuclear de Fukushima.
Como muchos aquí, Kimura está indignado porque el Gobierno tiene previsto aparcar 30 toneladas de residuos radiactivos recogidos después del accidente nuclear en lo que era la puerta de entrada a su casa. Pocos creen las promesas de Tokio de que el sitio será limpiado y cerrado después de 30 años.
"No puedo creer que vayan a deshacerse de su basura aquí después de todo lo que hemos pasado", dijo Kimura, de 49 años, de pie cerca de unas tablas desgastadas sobre una colina cubierta de arbustos, que representa todo lo que queda de su casa.
Kimura fue obligado a abandonar la búsqueda de su familia en las frenéticas horas tras el tsunami y fue evacuado después de que las explosiones afectaran al complejo de Fukushima, a sólo 3 kilómetros de su casa.
Meses después, encontró los cadáveres de su mujer y su padre. Pero todo lo que le queda de Yuna son sus faldas rosas llenas de barro, un par de leggins a rayas y un peluche ennegrecido enredado en un montón de basura.
Cuatro años después del terremoto y el tsunami, Kimura todavía vuelve a su ciudad natal y recorre la playa desértica buscando el cuerpo de Yuna, en períodos de cinco horas, el máximo permitido por las normas sobre radiación y salud.
El 11 de marzo de 2011, el terremoto y subsiguiente tsunami arrasaron localidades costeras en el norte de Japón y provocaron escapes radiactivos en la planta de Fukushima Daiichi, de Tokyo Electric Power, que en parte se asienta en Okuma.
Desde entonces Japón ha adjudicado más de 15.000 millones de dólares en un proyecto sin precedentes para bajar la radiación en localidades alrededor de la planta, como Okuma.
Cada día en toda la prefectura de Fukushima, equipos de trabajadores limpian las carreteras con agua, friegan casas, cortan ramas y limpian el suelo contaminado.
La basura con radiación ahora yace en sacos de plástico azules y negros a lo largo de Fukushima, apilada en arrozales abandonados, aparcamientos e incluso patios residenciales.
Japón planea construir instalaciones de almacenamiento más permanentes en los próximos años en Okuma y Futaba, otra ciudad ahora abandonada cerca de la planta nuclear de Fukushima, ante la oposición de algunos residentes locales.
El gobernador de Fukushima acordó albergar el complejo de residuos después de que Tokio dijera que ofrecería 2.500 millones de dólares en subsidios y prometiera sacar la basura nuclear de la prefectura después de 30 años.
Los alcaldes de Futaba y Okuma desde entonces han acordado acoger la instalación de 16 kilómetros cuadrados, alrededor de cinco veces el tamaño del Central Park, que se concentrará en torno a la planta de Fukushima y albergará múltiples incineradoras.
Alrededor de 2.300 residentes que poseen parcelas de terreno en Futaba y Okuma que el Gobierno necesita para la planta de residuos se enfrentan a lo que muchos describen como una opción imposible. (Reuters)
Ahora teme que también podría perder su tierra, ya que el Gobierno quiere construir un almacén de residuos radiactivos a la sombra de la destruida planta nuclear de Fukushima.
Como muchos aquí, Kimura está indignado porque el Gobierno tiene previsto aparcar 30 toneladas de residuos radiactivos recogidos después del accidente nuclear en lo que era la puerta de entrada a su casa. Pocos creen las promesas de Tokio de que el sitio será limpiado y cerrado después de 30 años.
"No puedo creer que vayan a deshacerse de su basura aquí después de todo lo que hemos pasado", dijo Kimura, de 49 años, de pie cerca de unas tablas desgastadas sobre una colina cubierta de arbustos, que representa todo lo que queda de su casa.
Kimura fue obligado a abandonar la búsqueda de su familia en las frenéticas horas tras el tsunami y fue evacuado después de que las explosiones afectaran al complejo de Fukushima, a sólo 3 kilómetros de su casa.
Meses después, encontró los cadáveres de su mujer y su padre. Pero todo lo que le queda de Yuna son sus faldas rosas llenas de barro, un par de leggins a rayas y un peluche ennegrecido enredado en un montón de basura.
Cuatro años después del terremoto y el tsunami, Kimura todavía vuelve a su ciudad natal y recorre la playa desértica buscando el cuerpo de Yuna, en períodos de cinco horas, el máximo permitido por las normas sobre radiación y salud.
El 11 de marzo de 2011, el terremoto y subsiguiente tsunami arrasaron localidades costeras en el norte de Japón y provocaron escapes radiactivos en la planta de Fukushima Daiichi, de Tokyo Electric Power, que en parte se asienta en Okuma.
Desde entonces Japón ha adjudicado más de 15.000 millones de dólares en un proyecto sin precedentes para bajar la radiación en localidades alrededor de la planta, como Okuma.
Cada día en toda la prefectura de Fukushima, equipos de trabajadores limpian las carreteras con agua, friegan casas, cortan ramas y limpian el suelo contaminado.
La basura con radiación ahora yace en sacos de plástico azules y negros a lo largo de Fukushima, apilada en arrozales abandonados, aparcamientos e incluso patios residenciales.
Japón planea construir instalaciones de almacenamiento más permanentes en los próximos años en Okuma y Futaba, otra ciudad ahora abandonada cerca de la planta nuclear de Fukushima, ante la oposición de algunos residentes locales.
El gobernador de Fukushima acordó albergar el complejo de residuos después de que Tokio dijera que ofrecería 2.500 millones de dólares en subsidios y prometiera sacar la basura nuclear de la prefectura después de 30 años.
Los alcaldes de Futaba y Okuma desde entonces han acordado acoger la instalación de 16 kilómetros cuadrados, alrededor de cinco veces el tamaño del Central Park, que se concentrará en torno a la planta de Fukushima y albergará múltiples incineradoras.
Alrededor de 2.300 residentes que poseen parcelas de terreno en Futaba y Okuma que el Gobierno necesita para la planta de residuos se enfrentan a lo que muchos describen como una opción imposible. (Reuters)