13 Marzo 2015
DESOLACIÓN. Un joven recorre a caballo las zonas inundadas.
Cultivos de caña de azúcar, cereales y zapallares terminaron totalmente destruidos en las comunidades del sudeste tucumano. La devastación plantea un futuro incierto para numerosos productores damnificados que se quedaron sin cosecha este año. También están los que perdieron animales vacunos, porcinos y ovinos, entre otros, que les servían para subsistir.
“Ahora está la desesperación que produce permanecer rodeados por el agua, pero el futuro para nosotros también es negro, porque nos quedamos sin los recursos con los que nos ganábamos la vida. Nuestras tierras se transformaron en un lodazal que sepultó nuestras plantaciones y animales” dijo Juan Albornoz, de Los Valenzuela. El hombre recién ayer pudo asomar en una camioneta a la ruta nacional 157 desde su pueblo, para enfilar a Atahona a comprar alimentos. “El agua no tuvo piedad con nosotros; es irónico: en otros años pasaron meses sin que caiga una gota de lluvia por aquí. La creciente que nos llegó no fue normal” añadió.
Pablo Montero, de Ingas, es un carpintero que admitió que los daños que ocasionaron las crecientes en los cultivos profundizará la crisis socioeconómica que se instaló en la zona hace tiempo. “Aquí, cuando al productor no le va bien, tampoco nos va bien a los que trabajamos en otra actividad. En estos momentos ya estoy previendo que en el invierno no tendré trabajo, porque no habrá cosecha. Y tendré que deshacerme de los pocos animales que tengo; no los voy a poder mantener”, remató.
“Ahora está la desesperación que produce permanecer rodeados por el agua, pero el futuro para nosotros también es negro, porque nos quedamos sin los recursos con los que nos ganábamos la vida. Nuestras tierras se transformaron en un lodazal que sepultó nuestras plantaciones y animales” dijo Juan Albornoz, de Los Valenzuela. El hombre recién ayer pudo asomar en una camioneta a la ruta nacional 157 desde su pueblo, para enfilar a Atahona a comprar alimentos. “El agua no tuvo piedad con nosotros; es irónico: en otros años pasaron meses sin que caiga una gota de lluvia por aquí. La creciente que nos llegó no fue normal” añadió.
Pablo Montero, de Ingas, es un carpintero que admitió que los daños que ocasionaron las crecientes en los cultivos profundizará la crisis socioeconómica que se instaló en la zona hace tiempo. “Aquí, cuando al productor no le va bien, tampoco nos va bien a los que trabajamos en otra actividad. En estos momentos ya estoy previendo que en el invierno no tendré trabajo, porque no habrá cosecha. Y tendré que deshacerme de los pocos animales que tengo; no los voy a poder mantener”, remató.