Por Leo Noli
27 Marzo 2015
SE PUDO SACAR LA “MUFA”. Cristian Menéndez, que desperdició varias chances, terminó cerrando el marcador del duelo. la gaceta / foto de héctor peralta
Llamado de atención. Si con los volantes lanzados, haciendo del toque corto y preciso una fuente inagotable de emociones, ¿por qué tirarse a pancho en el otro capítulo del partido y servirle a Instituto la posibilidad de volver a vivir cuando parecía un borrachín a punto de caer después de un raid de cata de vinos en la fiesta de la Vendimia, en Mendoza?
Atlético ganó y mereció hacerlo. Lo que no mereció fue sufrir, y si lo hizo fue por decisión propia. Si bien se habla de que presionar cuesta muchísimo durante los 90 minutos, la “gloria” no fue un súper humano con tres pulmones como para complicarlo. Fue el propio “decano” el que casi tropieza en el pozo destinado al descanso de Instituto. Ceder la pelota y el protagonismo fue la mitad de un vaso vacío que Atlético deberá anular.
La otra, por supuesto, se asemejó a una carrera de Fórmula Uno. Sus hombres iban en Ferrari mientras que los de Córdoba apenas si podían enfriar el radiador de su Fiat 600. En ese preámbulo de gestión de pases entre los distintos, surgió la figura de Emanuel Molina, la Parca que abrió el camino al más allá de los de Javier Mazzola. El 1-0 llegó de un centro bien bajado por Acosta, de una pifia traducida en amague por Cristian Menéndez y de un toque sutil del “Mago” Emanuel.
Bien por él, bien por Atlético que, en su objetivo de no plantar a sus jugadores en zona, sorprendía en cada acción con cierre en el arco de Lucas Hoyos. Es más, en los 45’ iniciales, ni se notó que la defensa está acostumbrada a jugar con fuego. Hubo una sola bien anulada por Cristian Lucchetti. Casi faltaron el mate y unos banquitos a los de la zaga para ver el show de Leandro González, Molina, Acosta, Menéndez y compañía. González mereció el golazo que hizo. Lo buscó con amagues en una baldosa y un toque por abajo al otro palo de Hoyos: 2-0.
El complemento fue la manzana que no debió probar Atlético. Pecó de vago y Miranda le cocinó la paz con un frentazo letal. Por suerte, Menéndez no dejó de luchar y corrió el miedo con el 3-1.
Atlético no sólo fue contundente sino que también dominó en todos los aspectos a un Instituto que terminó los primeros 45 minutos realmente desorientado.
Error a corregir por parte de Atlético: si dominó de punta a punta a Instituto en el primer tiempo, ¿por qué mancarse atrás y esperar que se le venga encima el rival? La contra no fue su fuerte.
Atlético ganó y mereció hacerlo. Lo que no mereció fue sufrir, y si lo hizo fue por decisión propia. Si bien se habla de que presionar cuesta muchísimo durante los 90 minutos, la “gloria” no fue un súper humano con tres pulmones como para complicarlo. Fue el propio “decano” el que casi tropieza en el pozo destinado al descanso de Instituto. Ceder la pelota y el protagonismo fue la mitad de un vaso vacío que Atlético deberá anular.
La otra, por supuesto, se asemejó a una carrera de Fórmula Uno. Sus hombres iban en Ferrari mientras que los de Córdoba apenas si podían enfriar el radiador de su Fiat 600. En ese preámbulo de gestión de pases entre los distintos, surgió la figura de Emanuel Molina, la Parca que abrió el camino al más allá de los de Javier Mazzola. El 1-0 llegó de un centro bien bajado por Acosta, de una pifia traducida en amague por Cristian Menéndez y de un toque sutil del “Mago” Emanuel.
Bien por él, bien por Atlético que, en su objetivo de no plantar a sus jugadores en zona, sorprendía en cada acción con cierre en el arco de Lucas Hoyos. Es más, en los 45’ iniciales, ni se notó que la defensa está acostumbrada a jugar con fuego. Hubo una sola bien anulada por Cristian Lucchetti. Casi faltaron el mate y unos banquitos a los de la zaga para ver el show de Leandro González, Molina, Acosta, Menéndez y compañía. González mereció el golazo que hizo. Lo buscó con amagues en una baldosa y un toque por abajo al otro palo de Hoyos: 2-0.
El complemento fue la manzana que no debió probar Atlético. Pecó de vago y Miranda le cocinó la paz con un frentazo letal. Por suerte, Menéndez no dejó de luchar y corrió el miedo con el 3-1.
Atlético no sólo fue contundente sino que también dominó en todos los aspectos a un Instituto que terminó los primeros 45 minutos realmente desorientado.
Error a corregir por parte de Atlético: si dominó de punta a punta a Instituto en el primer tiempo, ¿por qué mancarse atrás y esperar que se le venga encima el rival? La contra no fue su fuerte.