Sosteniendo el legado del escenario y la memoria

La actriz Liliana Sánchez fue homenajeada en Salta en el Día de la Memoria. Entre el teatro y la huella de la represión.

EMOCIÓN Y MUCHO MÁS. Liliana Sánchez  comenzó a hacer teatro en 1976 y un año después fue secuestrada. El jueves fue homenajeada en Salta. la gaceta / archivo EMOCIÓN Y MUCHO MÁS. Liliana Sánchez comenzó a hacer teatro en 1976 y un año después fue secuestrada. El jueves fue homenajeada en Salta. la gaceta / archivo
La voz está a punto de quebrársele a cada rato, pero contiene la emoción. Sólo en un par de momentos se seca alguna lágrima que desborda sus ojos, y retoma su historia que no es pasado, sino un vivo presente. La tucumana Liliana Sánchez le reconoce a LA GACETA que haber sido elegida por sus pares para un homenaje a la memoria en la 30° Fiesta Nacional de Teatro “es un honor y, al mismo tiempo, un peso enorme”.

“Me siento la representante de mucha gente que ya no está, que ha desaparecido. La sensación me domina desde el momento en que me avisaron. Es difícil y muy fuerte, porque implica sostener un legado para la gente joven, para que se mantenga la memoria viva. Es muy importante para seguir avanzando más allá de que sea el eslogan de algún partido”, asegura, y remarca cada palabra con firmeza. Anoche, cuando ya estaba cerrada esta edición, la actriz, dramaturga y profesora iba a recibir el premio en la ceremonia central del festival que reúne a elencos de todo el país.

A los 23 años, cuando era la asistente de dirección de Carlos Olivera en los ensayos de “La viuda alegre”, que iba a poner el Teatro Estable, fue secuestrada y estuvo desaparecida un año. Era 1977, y su destino fue el tenebroso Arsenal Miguel de Azcuénaga, el campo de detención y exterminio más importante del NOA. Allí la torturaron y en cada sesión le preguntaban por el hermano de Isauro Martínez, con quien había compartido la secundaria.

“Yo hacía años que no lo veía. Mis respuestas siempre eran las mismas y me hacían gritar que estaba allí por boluda. Me soltaron y luego me volvieron a detener por 24 horas, donde me destrozaron a golpes, creo que en la Escuela de Educación Física de la UNT. Tuvieron que pasar 30 años para que declarase lo que me pasó en la Justicia Federal. Viví muchos años con terror”, admite.

- ¿Cuándo decidiste volcarte a la actividad teatral?

- Tendría unos 8 años cuando ví “El abanico de Lady Windermere”, de Oscar Wilde, y ahí decidí que iba a ser actriz. Mi último año se secundaria lo viví en Buenos Aires, con un tío que me ayudó, porque si me quedaba acá mi papá me inscribía en Derecho. Él me pagó el primer curso de actuación: mi maestra fue Norma Aleandro, y ella me marcó la vida.

- ¿Cómo ves al teatro actual?

- Está más difuso, más mezclado que cuando era joven en géneros, actuaciones y puestas. Es complejo, porque antes teníamos una mayor identificación y pertenencia con los grupos que integrábamos, yo fundé dos salas (El Galpón y Armando Discépolo) desde la base, pero en esta generación pesan mucho los individualismos y los egos. Pero al mismo tiempo, se ven propuestas como la tucumana “La Margarita”, que ofrece una obra sobre la memoria con amor y respeto. Puede incentivar para que trabaje en ese sentido, luego de haber superado una época en que había gran cantidad de obras sobre la dictadura con denuncias, acusaciones y venganzas, y luego un enorme silencio por años. Ahora se vuelve sobre lo que pasó, pero desde el reconocimiento y la reconstrucción que parte desde adentro.

- ¿Qué implica este reconocimiento?

- Me emociona y me mueve. Me obliga a hacer un repaso de mi vida, pero lo que más me sacude es que haya gente que se interese y que sienta de alguna manera ciertas cosas, que no es sólo el proceso, sino también el exterminio nazi o el atentado a la AMIA.

- ¿Cómo se supera lo sufrido?

- Se debe sanar desde adentro. A mí no me secuestraron por mi actividad teatral ni por una militancia determinada, sino por otra cosa, fue un garrón. Hoy puedo hablar sin rencor ni odio, es mi historia, soy muy consciente de ella y mis hijos la conocen. No creo que tenga que perdonar y tampoco me interesa hacerlo. A mí me pasó, hice mi proceso, al principio con dolor, bronca, angustia y resentimiento, pero me fui curando. Hoy me siento más liviana, me permito hacer otras cosas y me siento acompañada.

- ¿Sentís que hay una apropiación de algunos términos como memoria y Justicia?

- Sí, pero es muy personal, no sé qué le estará pasando a la gente que estuvo en mi misma situación. Muchos usan palabras sin tener idea de lo que están diciendo y sólo en función de un momento determinado. La realidad es que el miedo es el peor enemigo del hombre, te paraliza, te bloquea y te lava el cerebro. Convivo permanentemente con la paranoia y el delirio de persecución.

- ¿Qué significa trabajar con chicos y adolescentes?

- Son la esperanza, es lo que me produce la sensación de estar desde el principio. Es un alivio estar con ellos, saber que a ellos no les va a pasar lo mismo que a mí. Es altamente gratificante; renegás mucho, pero al final del día sentís que te divertiste, te reíste y aprendiste mucho.

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