Cómo tocar un chamamé con banjo y contrabajo

La vertiente inicial de la música de Joe Troop y Diego Sánchez viene de los montes Apalaches, pero se abre a muchos lenguajes y géneros

EL TRABAJO DE LA MÚSICA. Joe Troop y Diego Sánchez experimentan, componen y ejecutan world music. la gaceta / foto de franco vera EL TRABAJO DE LA MÚSICA. Joe Troop y Diego Sánchez experimentan, componen y ejecutan world music. la gaceta / foto de franco vera
01 Abril 2015
“Pegué onda con los tucumanos, hice fans inmediatos. La calidez me hace acordar mucho a la gente de mis pagos”. El músico estadounidense Joe Troop (32 años) está de vuelta, alabando la acústica del San Martín, donde debutó en 2014, y del Virla, donde tocó con Diego Sánchez (cuatro años mayor) el domingo.

Además del concierto, el dúo dio clínicas el lunes, ayer y hoy, que será la despedida, con taller y concierto, en la taberna cultural “Mandinga”.

“El banjo de seis cuerdas tiene un sonido muy autóctono”, explica Troop, que lo conoce desde los 14 años en Carolina del Norte. “Escuché tocar banjo a un tipo en medio del bosque y me quedé pegado a ese sonido. Además siempre me atrajo de la música desde todo punto de vista, hasta en su costado científico”, relata, y se notan sus ambiciones, porque canta, toca el piano, la guitarra, la mandolina y el violín, que estudió en simultáneo.

En los montes Apalaches nace la vertiente de la que parten y a la que regresan en cada concierto: el bluegrass es el folclore del sudeste de EEUU, una fusión que lleva 400 años, entre raíces celtas con ritmos africanos y blues y se desarrolló en una región trirracial.

Rodar el mundo
A Troop le quedaba chico su lugar y empezó a rodar por el mundo. “Quise huir de ciertas cuestiones de un mundo cerrado y conservador. Cuando pude me fui a Andalucía (España). Nunca abandoné mis raíces pero me encantó. Empecé a amar el flamenco y encontré gente que me marcó a nivel artístico. El fervor, la pasión, Andalucía es lo más impactante que viví como folclore”, declara.

Un día volvió a EEUU a terminar su carrera de Letras y de ahí partió a Japón porque estudiaba idioma japonés. Allí vivió en una remota aldea de 600 habitantes. Le costó bastante entender la música, aprendió a tocar la flauta de bambú y el canto de los viejos. “Entender esa música fue mucho más sutil, pero un día empecé a sentir el corazón japonés -cuenta-. Trabajé dos años, gané plata para comprar instrumentos y hasta un auto. Volví a EEUU; me junté con una banda que hacía bluegrass en todo el circuito folclórico por dos años y medio. Nos fue bien pero descubrí que no eso era para mí. Entonces volví a España, donde mis mejores amigos eran argentinos, y me alentaron a venir a Buenos Aires”.

No fue fácil: el primer año le robaron el violín y fallecieron cuatro amigos, pero ya hace cuatro que vive en barrios tangueros -Barracas, Boedo y La Boca-. “Hay mucho tango en mi vida, pero no quiero ser tanguero. Ahora me sale el tango. Yo quiero descifrar los códigos culturales y respetarlos. Es mi decisión interesarme por la sutileza humana”, lanza su declaración de principios.

Dos discos
La sociedad con Diego Sánchez ya dio sus frutos en dos discos editados: “A traveler scketches”(2011) y “Cheap sacred texts and microwaves” (2014) de world music (música del mundo).

“Tenemos ese problema: adonde vamos nos anuncian como concierto de bluegrass, y la hay, pero no solo eso; también se escucha country, tango, chamamé o flamenco”, dice Troop.

Acerca del interés de los músicos locales en los talleres, señala: “quieren discernir aspectos técnicos de cada instrumento, pero sobre todo quieren escuchar”.

La síntesis la aporta quien los admira y los acompaña, el músico tucumano Indio Cansinos: “la raíz popular de su música es la misma de nuestro folclore, de ahí la identificación”.

TOCAN HOY
• Desde las 22, clínica y concierto en Mandinga Taberna Cultural (avenida Mitre 771).

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