12 Abril 2015

La decisión

Por Juan Gustavo Cobo Borda

*García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes se dedicaron a ser escritores, creando el espacio propicio para mantener sus oficios. García Márquez le preguntó a Fuentes, a principios de los 60 (vivían en México y escribían guiones de cine): “Fontacho, ¿vamos a seguir tratando de salvar al cine mexicano o vamos, de una buena vez, a escribir la gran novela americana?” Y entonces se pusieron a escribir, sin parar, durante medio siglo.

Publicidad

(c) LA GACETA

* Miembro de la Academia Colombiana de La Lengua. Coautor de El arte de leer a García Márquez.


La prehistoria

Por Ernesto Schoo *

Aquella noche de noviembre de 1966, mientras el avión descendía sobre la constelación de luces de la Ciudad de México, yo me preguntaba con cierta inquietud sobre el personaje a quien Primera Plana me había encomendado entrevistar para una nota de tapa que se editaría seis o siete meses después. Gabriel García Márquez. ¿Quién lo conocía? Colombiano, 38 años, casado, dos hijos, algunas novelas y algunos relatos publicados en su tierra y en México, país este último en el que residía desde seis años atrás. Al parecer, en 1965, tras un año y medio de dedicación exclusiva, había terminado la novela que lo obsesionaba desde siempre. Poco más de 300 páginas (1.300 cuartillas escritas a razón de ocho horas diarias, sin contar el material descartado), donde se desplegaban la realidad (atroz, a menudo) y la leyenda (poblada de desmesuras, sueños frustrados e imaginación desbordante) de la América criolla. Sería también el catálogo de maravillas evocadas en su infancia por una abuela de cuya boca el pequeño Gabo aprendería las tradiciones y las consejas, los milagros y los espantos que poblaron los días y las noches de la pequeña ciudad, Aracataca (que él llamaría Macondo), en la que había nacido, en 1927.

Publicidad

(c) LA GACETA

* En 1966 hizo la primera entrevista de un medio argentino a García Márquez, que se publicó en el célebre número de la revista Primera Plana, factor fundamental en el meteórico salto del escritor a la fama. Esta nota se publicó en este suplemento en 2007.


Solamente hay que estar enamorado

Por Jaime García Márquez

Jeremiah está inspirado en un belga, amigo de mi abuelo, que vivía en Aracataca y que también se suicidó con un sahumerio de oro. En realidad todos los personajes de El amor en los tiempos del cólera, salvo el doctor Urbino, están basados en personas cercanas a Gabo. La historia de Florentino y Fermina, los protagonistas, deriva de los amores contrariados de mis padres. Cuando estaba metido en la novela, Gabito me pidió ayuda para escribir una carta de amor. Es imposible, le dije, yo no conozco de estructuras literarias. Eso no es necesario, me contestó y agregó: Para escribir una carta de amor solamente hay que estar enamorado.

(c) LA GACETA

Jaime García Márquez - Hermano de Gabriel y miembro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Este es un fragmento de una entrevista publicada en estas páginas en 2009.  


Retiro

Por Jaime Abello

Gabo es un abuelo que está más en plan de retiro que de trabajo. Pasa los días con su señora, con su familia, entreteniéndose, comiendo bien, divirtiéndose y francamente no sé si habrá o no una obra literaria más aunque sí sé que se sienta frente a su escritorio y escribe. Pero no creo que haya secretismo. Lo que hay es simplemente el ejercicio del derecho al descanso y a la intimidad.

(c) LA GACETA

Jaime Abello - Director Ejecutivo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por Gabriel García Márquez. Este es un fragmento de una entrevista publicada en estas páginas en 2010.  


El descubrimiento

Por Tomás Eloy Martínez *

Hay una historia que García Márquez y yo recordamos mucho. Porrúa me llama por teléfono a Primera Plana y me dice: “Tenés que venir a leer una novela extraordinaria’’. Fui a su casa, estaba lloviendo mucho, vi una fila de papeles en el suelo y cuando empecé a pisarlas, Porrúa me gritó: “estás pisando el manuscrito de la novela’’. El elemento identificador de ese manuscrito, que se perdió, son las huellas de los zapatos, que van de la página 92 a la 105. Le dije a Paco Porrúa que teníamos que invitar al autor como jurado del concurso de novela de Primera Plana. Así fue como nos conocimos. El me enseñó a manejar marcha atrás en mi auto. Yo se lo prestaba para que fuera a besarse con su mujer a los bosques de Palermo. En fin, nació una amistad que nunca se interrumpió.

© LA GACETA

* En 1967 era jefe de redacción de Primera Plana. Fue el autor de la primera crítica integral de Cien años de soledad que se publicó en el mundo entero. La crítica preanunciaba la gloria que alcanzaría el novelista colombiano. Este es un fragmento de una nota publicada en LA GACETA Literaria en 2008.


El olfato

Por Ramiro de Casasbellas *

Paco Porrúa conocía a fondo la obra del colombiano (hasta entonces: tres novelas y un libro de cuentos), y había dispuesto la publicación de Cien años de soledad, por Sudamericana, cuando decidí que Primera Plana entrevistara al autor en México, donde vivía, y encargué a Schoo el reportaje…El ‘olfato’, pues, es ante todo el de Porrúa.* En 1967 era director periodístico de Primera Plana, la revista que catapultó a la fama a García Márquez. Fragmento de una Polémica publicada en estas páginas en 1993. El boom editorialPor Gloria Rodrigué *El crítico chileno Luis Harss había entrevistado a un escritor al que ignoraba, por recomendación de Carlos Fuentes, para incluir su reportaje en un libro sobre las promesas y las figuras que estaban marcando una tendencia dentro de la literatura latinoamericana. Le recomendó a su editor, Francisco Porrúa, que adquiriera los derechos de sus libros. Porrúa leyó La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, obtuvo la aprobación de mi abuelo (Antonio López Llausás, editor de Sudamericana) y por 500 dólares la editorial obtuvo los derechos de Cien años de soledad, la novela que García Márquez estaba terminando. Se tomó la inusual decisión de imprimir 8.000 ejemplares de esta obra de autor desconocido, cuando lo razonable hubiesen sido 3.000. Dos semanas después de la salida, aparecía la segunda edición y el fenómeno, que quebraría la barrera de las cien ediciones, no se detendría nunca más.

© LA GACETA

* Ex directora editorial de Sudamericana, editorial que publicó Cien años de soledad en junio de 1967 y la mayor parte de los libros de García Márquez.  


Todas las cosas del mundo

Por Patricia Peralta Ramos *

Cuando hablé con García Márquez, yo no sabía nada de ese hombre que parecía capaz de inventar una historia fascinante a partir de cualquier palabra, de cualquier objeto. Hice girar dos hielos que flotaban en el vaso que tenía en mi mano y él los convirtió en dos buques, en medio de un mar embravecido, en el que había piratas, aventuras y una abuela contando la historia. Apoyé mi mano en una silla y él la introdujo en un relato que se expandía indefinidamente, en el que se mezclaban elementos cotidianos con los más increíbles prodigios. Después fijó su atención en mis ojos y empezó a hablar de la melancolía que creía encontrar en ellos, sumándolos a una narración oral que parecía contener todas las cosas del mundo pero ordenadas de una forma nueva y asombrosa.

(c) LA GACETA

* Conoció a García Márquez en 1967, en su único viaje a Buenos Aires, cuando Cien años de soledad comenzaba a circular.


Cosas que le pasan a la gente

Por Gabriel García Márquez*

Los novelistas como Cortázar, Carpentier, Guimaraes Rosa, Vargas Llosa y yo mismo nos estamos dando cuenta de la verdadera realidad latinoamericana y para poder expresarla tenemos que experimentar nuevas formas, que tienden a resaltar más acertadamente esa realidad. Creo que escribir novelas es contar las cosas que le pasan a la gente.

* Entrevista de Antonio Requeni publicada originalmente en La Prensa en 1967 y reproducida en la edición especial de LA GACETA Literaria de 2014, a dos días de la muerte de García Márquez. 

Comentarios