El país del té en las montañas de Sri Lanka

Robert Drapper. The New York Times.

INOLVIDABLE. Quienes visitan Sri Lanka aseguran que la travesía en el tren que atraviesa el puente de los nueve arcos, cerca de la ciudad de Ella, deja sin aliento.  FOTOS DE Graham Crouch / The New York Times INOLVIDABLE. Quienes visitan Sri Lanka aseguran que la travesía en el tren que atraviesa el puente de los nueve arcos, cerca de la ciudad de Ella, deja sin aliento. FOTOS DE Graham Crouch / The New York Times
11 Abril 2015
Estaba a punto de ordenar té, cuando el gerente me informó que no sería necesario: en 15 minutos, tenía una cita con Taylor, el plantador en residencia de la cercana fábrica de té Norwood, en las afueras de Hatton, en Sri Lanka (antigua Ceilán), la isla ubicada al sur de la India que tiene una larga historia de producción de té.

Dos horas después de mi experiencia de degustación de té, fui a dar a una larga caminata por la plantación contigua a Tientsin.

Estaba solo, moviéndome por el mar de hojas, pasando por residencias de las que salían música local y diálogos de Bollywood. Detrás de mí, metido entre las montañas, estaba un solo edificio refulgente, el bungalow de Tientsin.

Yapa me recogió a la mañana siguiente a las 7.30. El trayecto de tres horas y media a lo largo de la A-5 hasta la ciudad de Ella fue todavía más dramáticamente bello que el viaje del día anterior. Y una sorpresa todavía más placentera fue la propia Ella, el único pueblo que recomendaría como destino sin dudarlo.

Ella posee un grato desaliño, las plantaciones de té (de los mejores tés del mundo) y los nobles abedules que comparten el paisaje con un montón de restaurantes y casas de huéspedes en ruinas. Un par de kilómetros después del pueblo, nos metimos al Secret Ella, un elegante centro vacacional. El conserje me condujo hasta mi reluciente habitación de madera y concreto.

No pude resistir las vistas ondulantes desde la terraza del comedor, donde se me sirvió comida para fortificar a cin viajeros como yo. Hice lo que pude antes de deambular por el sendero hacia el encantador 98 Acres Resort. Tomé una bebida en el bar y continué mi caminata cuesta abajo hacia Ella. Luego empezó a llover fuerte. Empapado, entré tambaleando en un lugar llamado Curd & Honey Shop, en la principal intersección del pueblo. Luego, ordené una jarra de té, que costaba cerca de un dólar.

Estuve sentado allí como una hora, más o menos, observando dispersarse a la lluvia, mientras las antiguas propiedades de la bebida local hacían su magia en mí. Recién impregnado y algo seco, emprendí la marcha de regreso colina arriba.

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