Por LA GACETA
14 Agosto 2015
Una iniciativa noble, ejemplarmente solidaria, toma fuerza y contagia optimismo de la mano de la Fundación Virgen de La Merced, Redentora de los Cautivos. Es que esta institución dejará inaugurada mañana en El Saladillo -en El Cadillal, frente al campamento de la Dirección de Vialidad- unas instalaciones destinadas a la recuperación, rehabilitación y sanación de adictos drogodependientes.
La Fundación Virgen de La Merced Redentora de los Cautivos es la organización civil que motoriza estas experiencias a las que llaman “Fazenda de la Esperanza” y que cuenta con el apoyo organizativo del Arzobispado de Tucumán y la dedicación y el compromiso de grupos de voluntarios y amigos de la obra. Es una obra de la Iglesia Católica que se promueve sin distinción de creencias religiosas.
El modelo “Fazenda” (es un término en portugués que significa hacienda), que nació en Brasil en 1983, se apoya sobre tres pilares o valores: la espiritualidad, la convivencia y el trabajo. “Es un espacio de puertas abiertas y de ingreso voluntario, que se sostiene a partir de la producción de los caminantes, como se llama a quienes se proponen cambiar de hábitos y de vida en el plazo de un año y son ellos quienes elaboran bienes que, luego, sus familias venden para contribuir a los gastos de la institución”, explican los organizadores. Es decir, trabajo, como fuente de autoestima y autosustento; convivencia, porque se respeta el espacio del prójimo como instrumento de cambio de valores, y la espiritualidad, porque se pone en práctica la Palabra de Dios.
Esta nueva Fazenda, junto a la que ya funciona en Aguilares, servirá para aliviar la demanda dramática que registra la provincia de los programas de recuperación de las adicciones. “Tucumán es un ‘semillero’ de adolescentes y jóvenes con problemas de adicciones. Tucumán es la provincia de la Argentina que más adictos envía a diferentes fazendas del país -hay nueve en funcionamiento, la mayoría de ellas para varones”, señalan los misioneros solidarios para explicar el cuadro de situación.
La institución impulsa como tarea central para la recuperación un método que prescinde de los fármacos y de los tratamientos médicos, y que se funda centralmente en el acompañamiento y la contención de las personas en proceso de rehabilitación. La Fazenda dispone de una panadería y talleres para el aprendizaje de diversos oficios, además de una huerta y/o criadero de porcinos o de pollos. El programa de recuperación se prolonga por 12 meses y durante ese tiempo los chicos y jóvenes se alejan de todo su mundo conocido, mientras sus familias se preparan y se integran para contener ese cambio de vida.
El vicario para la Solidaridad y la Acción Social del Arzobispado, monseñor José Melitón Chávez, contó que como casi todo lo que se hace en la Iglesia, los proyectos se realizan a pulmón, con donaciones de dinero y tiempo. “Más que un método para la recuperación de las adicciones, la Fazenda propone un nuevo estilo de vida”, detalla el principal responsable de la iniciativa.
Esta experiencia reparadora y solidaria, que viene a cubrir un espacio en el que el Estado o los estados debieran tener un protagonismo y cobertura mucho mayor a la que efectivamente tienen, debería merecer también un apoyo más activo y comprometido de buena parte de los tucumanos. La inauguración de este nuevo centro es una oportunidad de oro para mostrar una renovada responsabilidad social y comunitaria.
La Fundación Virgen de La Merced Redentora de los Cautivos es la organización civil que motoriza estas experiencias a las que llaman “Fazenda de la Esperanza” y que cuenta con el apoyo organizativo del Arzobispado de Tucumán y la dedicación y el compromiso de grupos de voluntarios y amigos de la obra. Es una obra de la Iglesia Católica que se promueve sin distinción de creencias religiosas.
El modelo “Fazenda” (es un término en portugués que significa hacienda), que nació en Brasil en 1983, se apoya sobre tres pilares o valores: la espiritualidad, la convivencia y el trabajo. “Es un espacio de puertas abiertas y de ingreso voluntario, que se sostiene a partir de la producción de los caminantes, como se llama a quienes se proponen cambiar de hábitos y de vida en el plazo de un año y son ellos quienes elaboran bienes que, luego, sus familias venden para contribuir a los gastos de la institución”, explican los organizadores. Es decir, trabajo, como fuente de autoestima y autosustento; convivencia, porque se respeta el espacio del prójimo como instrumento de cambio de valores, y la espiritualidad, porque se pone en práctica la Palabra de Dios.
Esta nueva Fazenda, junto a la que ya funciona en Aguilares, servirá para aliviar la demanda dramática que registra la provincia de los programas de recuperación de las adicciones. “Tucumán es un ‘semillero’ de adolescentes y jóvenes con problemas de adicciones. Tucumán es la provincia de la Argentina que más adictos envía a diferentes fazendas del país -hay nueve en funcionamiento, la mayoría de ellas para varones”, señalan los misioneros solidarios para explicar el cuadro de situación.
La institución impulsa como tarea central para la recuperación un método que prescinde de los fármacos y de los tratamientos médicos, y que se funda centralmente en el acompañamiento y la contención de las personas en proceso de rehabilitación. La Fazenda dispone de una panadería y talleres para el aprendizaje de diversos oficios, además de una huerta y/o criadero de porcinos o de pollos. El programa de recuperación se prolonga por 12 meses y durante ese tiempo los chicos y jóvenes se alejan de todo su mundo conocido, mientras sus familias se preparan y se integran para contener ese cambio de vida.
El vicario para la Solidaridad y la Acción Social del Arzobispado, monseñor José Melitón Chávez, contó que como casi todo lo que se hace en la Iglesia, los proyectos se realizan a pulmón, con donaciones de dinero y tiempo. “Más que un método para la recuperación de las adicciones, la Fazenda propone un nuevo estilo de vida”, detalla el principal responsable de la iniciativa.
Esta experiencia reparadora y solidaria, que viene a cubrir un espacio en el que el Estado o los estados debieran tener un protagonismo y cobertura mucho mayor a la que efectivamente tienen, debería merecer también un apoyo más activo y comprometido de buena parte de los tucumanos. La inauguración de este nuevo centro es una oportunidad de oro para mostrar una renovada responsabilidad social y comunitaria.
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