La tecnología sustentable y el buen vivir italiano relucen en Milán

La exposición internacional reúne 54 pabellones de diferentes países armados bajo la temática “Alimentando al planeta, energía para la vida”.

EN ALTURA. Los visitantes observan asombrados el enorme jardín vertical del pabellón israelí. EN ALTURA. Los visitantes observan asombrados el enorme jardín vertical del pabellón israelí.
23 Agosto 2015

Rachel Donadio / The New York Times

En la Exposición del Palacio de Cristal de Nueva York en 1853, hicieron su debut las papitas fritas. En la Exposición Panamericana de 1901 en Buffalo, Nueva York, se presentó la máquina de rayos X. La feria mundial de este año, conocida como Expo Milano 2015, quizá no haya reinventado la rueda, o las papitas fritas, pero también es una instantánea de este tiempo, una feria divertida para una era de ansiedad.

Gracias a su tema de “Alimentando al planeta, energía para la vida”, la feria, que se extiende hasta octubre, es llamada “un laboratorio de innovación” sobre “el desarrollo sustentable, la seguridad alimentaria y la calidad en las cadenas de producción”, escriben los organizadores.

Entonces, ¿qué exactamente es la Expo? Es en parte Disneylandia y en parte la Bienal de Venecia para despertar la conciencia sobre el cambio climático y el desperdicio de los alimentos; solo que sin los juegos mecánicos o el arte. Es una forma en que los países se exhiben con pabellones diseñados por arquitectos de renombre. Es una colosal oportunidad de relacionamiento para las empresas italianas que buscan nuevos mercados, y un lugar para que los italianos prueben comida no italiana, muchos por primera vez.

Yo llegué en julio, en medio de una ola de calor que pareció intensificar todas las conversaciones sobre el cambio climático, y encontré que la Expo oscilaba entre lo juguetón y lo apocalíptico. Los gastrónomos parecían disfrutar el pabellón de Identità Golose, una organización de cocineros situada en Milán, la cual reúne a chefs que han recibido estrellas Michelin que ofrecen comidas de cuatro entradas por 75 euros (85 dólares). El recinto Eataly incluye restaurantes de comida para llevar destacando los platillos de cada una de las 20 regiones de Italia. En total, la Expo tiene unos 150 sitios para comer, incluido un McDonald’s (sí, McDonald’s, cuya inclusión en la Expo despertó la ira del movimiento de Comida Lenta de Italia) y un pabellón de Coca-Cola, donde los visitantes esperan en fila por un refresco gratis.

Sobre todo, la Expo es enorme: más una ciudad pequeña que un centro de conferencias, con 54 pabellones nacionales ubicados a lo largo de una vía central de 1.5 kilómetros. “Las personas dicen que quieren pasar algunas horas aquí, y se dan cuenta de que quieren pasar cinco días”, dijo Mitchell Davis, quien es director creativo del Pabellón de Estados Unidos y vicepresidente ejecutivo de la Fundación James Beard. Algunos pabellones de la Expo se ven mejor desde afuera, como el hermoso pabellón de los Emiratos Árabes Unidos, o el pabellón israelí, que incluye un asombroso campo vertical en el cual se cultivan las cosechas usando métodos de irrigación innovadores. El pabellón de Gran Bretaña tiene una colmena de aluminio de 17 metros de altura. Los visitantes entran a un pasadizo estrecho que atraviesa un prado a la altura de los ojos, para imitar la vista que tienen las abejas. Y Mosimann’s, el proveedor de banquetes que está a cargo de la comida de la familia real, opera la cocina aquí. La fachada de celosía blanca del pabellón italiano está hecha de lo que un portavoz me dijo era “concreto biodinámico”. Detrás de él se eleva el Árbol de la Vida, una torre en espiral donde cada noche se proyecta un espectáculo de luz y sonido. “Es un motivo de orgullo italiano”, dijo Luigina Conte, de 71 años de edad, procedente de Treviso, en el norte de Italia.

El Pabellón Cero, operado por Naciones Unidas, fue la exhibición más impresionante. Una enorme pared de monitores muestra los precios cambiantes de los alimentos en los mercados del mundo, junto con anuncios de comida. El mensaje aleccionador: nuestras decisiones sobre los alimentos tienen consecuencias. Mientras McDonald’s se enorgullece de tener un lugar en la vía principal, el pabellón de la biodiversidad, con comida orgánica, está escondido en un rincón difícil de encontrar, para gran decepción de sus organizadores.

En mi última noche aquí, debilitada por el calor, terminé en Ferrari Spazio Bollicine, el único restaurante en el recinto de Eataly con mesas, operado por la bodega Ferrari. Aquí la mozzarella de búfala era lechosa y la pasta estaba perfectamente cocinada. Pasé de un perlé Ferrari a un rosado perlé que el gerente me dijo que acompaña muy bien a la pasta. Con el postre, un panettone de invierno reinventado para el verano con helado y crema pastelera, probé una copa de Giulio Ferrari Riserva. Sí, el planeta está en horribles condiciones. Yo aconsejaría que siguiéramos a los italianos. Si todos vamos a irnos al diablo, también podríamos hacerlo bien.

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