La Argentina tiene todos sus ojos puestos en lo que le pasa a Brasil

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20 Septiembre 2015
La pérdida del grado de inversión (“investment grade”), Brasil ha ingresado en un duro camino que, por sus lazos comeciales estrechos, puede arrastrar a la Argentina a una senda de mayor tiempo de enfriamiento de la actividad. Cuando la presidenta de Brasil Dilma Rousseff logró la reelección en octubre de 2014, la paridad cambiaria era de 2,40 reales por dólar, mientras que el nivel de actividad y el empleo estaban en una meseta. Un año después, la cotización de 3,80 reales por dólar junto con la fuerte recesión y la violenta destrucción de empleos reflejan, por un lado, el deterioro del contexto internacional y, por otro, lo costoso que es para un país no tomar medidas a tiempo, sostiene Jorge Vasconcelos, economista de la Fundación Mediterránea. Expresan también que un panorama complejo requiere colaboración entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo y que, si ésta no existe, no es gratuito para la economía. “Lo que ocurre actualmente en Brasil no es un adelanto inevitable del futuro de la Argentina, pero es una seria advertencia acerca del escenario que puede abrirse paso si, inmediatamente después de las elecciones, el próximo gobierno no define una agenda de acción a la altura de los desafíos y si el Congreso no colabora a la hora de tomar decisiones”, alerta el experto.

Luego de registrar un crecimiento prácticamente nulo en 2014 (0,1%), se espera que la economía brasileña se contraiga un 2,4% este año, de acuerdo a la principal encuesta de expectativas económicas que lleva a cabo el Banco Central de Brasil. Esto representaría la mayor caída del nivel de actividad para el país vecino desde 1990, cuando se encontraba en plena crisis hiperinflacionaria, además de una pésima noticia para la industria argentina, precisa un informe del Banco Ciudad de Buenos Aires. En este marco, la moneda brasileña se acercó a los 4 reales por dólar, acumulando desde mediados de agosto una depreciación del 11% y en el último año del 68%.

Brasil y Argentina están predestinados a repetir esquemas económicos, con el fin de superar las inconsistencias que frenan la actividad en cada uno de los países. Días pasados, el director de Abeceb.com, Dante Sica, aludió al “efecto Orloff”, una difundida propaganda de vodka. El mensaje del aviso era que había que tomar buen vodka hoy, para evitar la resaca de mañana. El bebedor de vodka de mala calidad -dice en el artículo- se miraba en el espejo y veía cómo quedaría al día siguiente. La metáfora hacía referencia a que antes de implementar planes similares a los de Argentina, los brasileños hubieran hecho bien en mirarse en el espejo de nuestro país.

En una charla con DINERO, Sica expresó que un programa económico que va en la dirección correcta (como el que está impulsando la gestión de Rousseff) suele frustrarse por problemas de tintes políticos en el seno de la alianza del poder, debido al caso de corrupción en Petrobras. “La enseñanza es que cualquier plan económico que se tenga que poner en marcha dbee tener consistencia política y social. Y aquí debemos aclarar otra cosa: El problema de la Argentina no es Brasil; es la Argentina”, explicó.

El ex secretario de Industria de la Nación consideró que los programas no son buenos por la manera en que se los diseña técnicamente. “No hay medidas mágicas ni salvadoras”, señaló. “A Brasil le va a costar entre tres y cuatro años volver a los niveles de demanda de 2013. Y la Argentina debe estar preparada para sostenerse y para corregir las inconsistencias que no son otras que la distorsión de los precios relativos, el déficit fiscal, la caída de reservas y hasta la misma inflación”, puntualizó. En ese camino también deberá adaptarse a un escenario de precios más bajos en los commodities.

En la carrera abierta hacia la salida de la crisis, el director de Abeceb sostuvo que, al parecer, Brasil se le anticipó a la Argentina para hacer frente a dos cuestiones esenciales como son el déficit en las cuentas (Rousseff ya elevó un paquete de acciones al Congreso de su país) y la debilidad competitiva, algo que la Argentina aún no le ha encontrado el modo de recuperarla. No obstante, el presente en ambos países no es el mismo. Rousseff renovó este año el mandato, aunque muestra más debilidad política que la primera gestión. Mientras tanto, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner está a meses de dejar el poder. La herencia, en consecuencia, quedará para el próximo jefe de Estado, que tendrá que hacer frente al viento que sople desde Brasil, su principal socio comercial y vecino en problema.

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