Es difícil un fraude a enorme escala

21 Septiembre 2015

Hugo Ferullo - Doctor en Economía

Si en 1.100 mesas donde la gente de Tucumán votó en las últimas elecciones se hubiera cometido la falta de sumarle cincuenta votos a un candidato, cuando en realidad esos cincuenta votos favorecían a otro candidato, el resultado final hubiera sido un enorme fraude global, equivalente a 110.000 votos a favor del candidato favorecido con la práctica fraudulenta a gran escala o, lo que es lo mismo, en contra del candidato engañado.

De acuerdo a los números que acabamos de esbozar, se trataría de un fraude por demás significativo (en cada mesa hay unos trescientos votos positivos), en poco menos que un tercio del total de las mesas habilitadas para la votación (cifra que involucraría virtualmente a todas las escuelas donde se votó).

Miles de presidentes de mesa estarían sospechados de una práctica deleznable, y muchos más serían los fiscales de mesa que resultaron torpemente engañados.

Si lo que aconteció en la última elección tucumana fue un bochorno moral de esta envergadura, el hecho hubiera resultado de tamaña evidencia que la justicia, ni nadie, necesitarían hacer mucho esfuerzo para probarlo.

Si el fraude no se cometió en las mesas electorales sino en otro lugar, recordemos que, de acuerdo a nuestro ejemplo numérico, hubiera sido necesario que ocurra en 1.100 urnas (o telegramas), lo que resultaría también una práctica poco menos que evidente y que se prueba de manera prácticamente inmediata.

En la elección tucumana hubo dos candidatos a gobernador que acapararon el grueso de los votos (lo que permite la aplicación a este caso de nuestro ejemplo numérico), pero se eligieron simultáneamente legisladores, intendentes y ediles de entre un insólito número de listas y “enganches”.

Más allá de nuestra opinión totalmente adversa de este diseño electoral insano que rige hoy en nuestra provincia, lo que queremos subrayar aquí, siguiendo con nuestro análisis del posible fraude masivo, es la dificultad adicional que surge de la necesidad de practicar un fraude selectivo, con corte de boletas, para involucrar sólo al cargo de gobernador (el reparto de ganadores y perdedores que resultó del escrutinio definitivo referido a los intendentes, legisladores y concejales, parece no haber despertado mayores sospechas).

Todo este mayúsculo y sofisticado fraude puede haber ocurrido, pero si lo pensamos un poco, la probabilidad de que haya efectivamente ocurrido, en esta enorme escala, es prácticamente nula.

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