05 Enero 2016
Hualinchay, un descanso rodeado por cerros y cascadas
A 18 kilómetros de San Pedro de Colalao, el paisaje portentoso de las montañas invita a pasar el día en un refugio cerca del río Tacanas En auto, desde la capital, se puede llegar en una hora y media. El silencio, apenas interrumpido por el sonido del río, invita a desconectarse de todo
LA NATURALEZA EN SU INMENSIDAD. Como una serpiente gigante, el río Tacanas avanza con fuerza entre las piedras cubiertas de musgos. El cauce es ruidoso y cristalino, ideal para bañarse en esta época del año. la gaceta / fotos de florencia zurita
El verde de la naturaleza atropella a los ojos. El agua cristalina del río Tacanas baja con fuerza entre las piedras formando una cortina transparente y helada, que forma musgos entre las rocas. En los días de cielo despejado el clima es fresco y el trayecto está en condiciones para el tránsito vehicular.
Hualinchay tiene un paisaje portentoso por naturaleza. Para quienes se animan al trekking, los senderos se abren entre los cerros para dejar ver caídas de agua que desembocan en el Tacanas y en el río Tipas, camino a San Pedro de Colalao. A más de 1.700 metros de altura sobre el nivel del mar, apenas unas cuantas casas albergan a los lugareños que se reparten en las estribaciones de la montaña. La cabalgata es una invitación para descubrir el entorno de un sitio ideal para el descanso y el turismo enmarcado por el silencio.
Desde San Pedro de Colalao hay que transitar por la ruta 311 hacia el oeste. En un trayecto de 18 kilómetros se llega a un refugio de montaña enclavado al borde del río, en una planicie de la zona. Es un lugar ideal para bajar del vehículo y aprovechar el día entero con un asado en familia, rodeado de montaña y agua cristalina. El sitio se llama Ashpamayu (en quechua Ashpa: lugar, y Mayu: río). Gonzalo Rodríguez supervisa la llegada de los foráneos; mientras Gabriel Trabazo, oriundo de San Pedro de Colalao, se encarga de acondicionar las comodidades para los visitantes.
Cintas de agua
Para quienes se animan a los deportes de montaña o buscan el turismo aventura se puede contratar a los guías locales para llegar a las cascadas.
Las caídas de agua de vertiente serpentean entre el paisaje selvático con sus chorros en altura. No es fácil hallarlos; por eso se recomienda buscar la orientación con algunos lugareños. Mario Díaz (15 años) y Carlos Fernández (13), nacidos en Hualinchay, conocen los senderos de memoria.
En los alrededores hay restos de piezas arqueológicas y es famosa una piedra cuadrada de un metro y medio de cada lado en la que están tallados los cuatro puntos cardinales. Las comunidades aborígenes utilizaban esa referencia como si fuese un mapa creado sobre la roca para ubicarse entre la selva y las montañas. El paseo previo a Hualinchay y una parada obligada están en San Pedro de Colalao. La plaza Leocadio Paz congrega las celebraciones públicas y religiosas y es el espacio ideal para una pausa de café en algunas de las confiterías que la rodean con la serenidad pueblerina.
Frente a la plaza están los puestos de artesanías, dulces, tejidos y quesos regionales, que presumen a la vista de todos. La iglesia de San Pedro posee una campana que tiene más de tres siglos, hecha en aleación de oro, hierro y cobre, y traída por los jesuitas en el siglo XVII. A menos de un kilómetro de la plaza de San Pedro se puede visitar el mirador Monte Bello. Por un sendero de 200 metros se sube a una lomada desde donde puede verse el pueblo. Identificado con una cruz de madera, el mirador (entrada libre) es el sitio preferido de los jóvenes.
Una escapada al refugio de Hualinchay con una parada en San Pedro de Colalao es una combinación perfecta entre la serenidad pueblerina y la adrenalina de trepar la montaña sintiendo el viento en la cara.
Asadores y abundante sombra
$ 70 por persona se paga para usar el refugio Ashpamayu.
$ 15 cuesta el boleto de ómnibus desde San Pedro de Colalao.
$ 90 se puede gastar en GNC (ida y vuelta) desde la capital.
$ 8 cuesta el peaje para autos en Molle Yaco sobre ruta 9.
Hualinchay tiene un paisaje portentoso por naturaleza. Para quienes se animan al trekking, los senderos se abren entre los cerros para dejar ver caídas de agua que desembocan en el Tacanas y en el río Tipas, camino a San Pedro de Colalao. A más de 1.700 metros de altura sobre el nivel del mar, apenas unas cuantas casas albergan a los lugareños que se reparten en las estribaciones de la montaña. La cabalgata es una invitación para descubrir el entorno de un sitio ideal para el descanso y el turismo enmarcado por el silencio.
Desde San Pedro de Colalao hay que transitar por la ruta 311 hacia el oeste. En un trayecto de 18 kilómetros se llega a un refugio de montaña enclavado al borde del río, en una planicie de la zona. Es un lugar ideal para bajar del vehículo y aprovechar el día entero con un asado en familia, rodeado de montaña y agua cristalina. El sitio se llama Ashpamayu (en quechua Ashpa: lugar, y Mayu: río). Gonzalo Rodríguez supervisa la llegada de los foráneos; mientras Gabriel Trabazo, oriundo de San Pedro de Colalao, se encarga de acondicionar las comodidades para los visitantes.
Cintas de agua
Para quienes se animan a los deportes de montaña o buscan el turismo aventura se puede contratar a los guías locales para llegar a las cascadas.
Las caídas de agua de vertiente serpentean entre el paisaje selvático con sus chorros en altura. No es fácil hallarlos; por eso se recomienda buscar la orientación con algunos lugareños. Mario Díaz (15 años) y Carlos Fernández (13), nacidos en Hualinchay, conocen los senderos de memoria.
En los alrededores hay restos de piezas arqueológicas y es famosa una piedra cuadrada de un metro y medio de cada lado en la que están tallados los cuatro puntos cardinales. Las comunidades aborígenes utilizaban esa referencia como si fuese un mapa creado sobre la roca para ubicarse entre la selva y las montañas. El paseo previo a Hualinchay y una parada obligada están en San Pedro de Colalao. La plaza Leocadio Paz congrega las celebraciones públicas y religiosas y es el espacio ideal para una pausa de café en algunas de las confiterías que la rodean con la serenidad pueblerina.
Frente a la plaza están los puestos de artesanías, dulces, tejidos y quesos regionales, que presumen a la vista de todos. La iglesia de San Pedro posee una campana que tiene más de tres siglos, hecha en aleación de oro, hierro y cobre, y traída por los jesuitas en el siglo XVII. A menos de un kilómetro de la plaza de San Pedro se puede visitar el mirador Monte Bello. Por un sendero de 200 metros se sube a una lomada desde donde puede verse el pueblo. Identificado con una cruz de madera, el mirador (entrada libre) es el sitio preferido de los jóvenes.
Una escapada al refugio de Hualinchay con una parada en San Pedro de Colalao es una combinación perfecta entre la serenidad pueblerina y la adrenalina de trepar la montaña sintiendo el viento en la cara.
Asadores y abundante sombra
$ 70 por persona se paga para usar el refugio Ashpamayu.
$ 15 cuesta el boleto de ómnibus desde San Pedro de Colalao.
$ 90 se puede gastar en GNC (ida y vuelta) desde la capital.
$ 8 cuesta el peaje para autos en Molle Yaco sobre ruta 9.
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