Por Irene Benito
24 Marzo 2016
BUENOS AIRES.- En el Parque de la Memoria, un lugar pletórico de significado para las víctimas del terrorismo de Estado, Barack Obama dio un paso más hacia la admisión de la responsabilidad que le cupo a Estados Unidos en el Golpe cívico-militar de 1976. El jefe de la Casa Blanca profundizó esta mañana el espíritu autocrítico que había demostrado ayer y reconoció que su país tardó en defender los derechos humanos.
La reflexión puede saber a poco para los que exigen un pedido de disculpa y un reconocimiento amplio de la política de promoción de levantamientos militares desarrollada durante la Guerra Fría para impedir el avance del comunismo en la región. Pero lo cierto es que el discurso que el Nobel de la Paz pronunció antes de partir hacia Bariloche quizá sea el mayor avance en este tema complejo -fuente del sentimiento antiestadounidense arraigado en Latinoamérica- en los últimos 40 años. Y Obama ha liberado la nueva posición oficial en el monumento que recuerda a los desaparecidos y en un momento histórico delicado para el movimiento de derechos humanos, cuyo poder y protagonismo creció hasta límites insospechados durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
El miércoles, en la Casa Rosada, Obama había sido más cauto frente a la pregunta sobre el papel que su país jugó respecto de las dictaduras que proliferaron en la región después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se acuñó la idea de que América Latina era una suerte de patio trasero de Estados Unidos. En esa oportunidad, el jefe de Estado de la principal potencia dijo que en los años 70 la lucha por los derechos humanos había sido tan importante como la lucha anticomunista, pero que esa concepción de la política exterior había cambiado para bien.
La explicación tímida y prudente del miércoles hoy giró definitivamente hacia una mirada crítica de la influencia que Estados Unidos ejerció sobre los autores del Golpe. El nuevo discurso, que reivindica a quienes rechazaron y divulgaron tempranamente los excesos de los dictadores, como, por supuesto, el ex presidente Jimmy Carter; el periodista Robert Cox (editor emblemático The Buenos Aires Herald) y Abuelas de Plaza de Mayo, no fue escuchado por los activistas que más reclaman un mea culpa. Las organizaciones de derechos humanos de referencia en el país prefirieron mantenerse al margen del acto disconformes con la decisión de Obama de visitar Argentina en coincidencia con el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Aún con las discrepancias y polémicas que restan por zanjar, y entendiendo que ciertas heridas posiblemente necesiten un siglo más para cicatrizar, las concesiones del presidente estadounidense implican la posibilidad concreta de profundizar el conocimiento del pasado a partir de la desclasificación de información administrativa, militar y de inteligencia relacionada con el Golpe de 1976. Ello no es poco puesto que los dictadores o sus cómplices suprimieron los archivos que consideraban comprometedores de su accionar delictivo. Pese a los esfuerzos de comisiones especiales; de investigadores; del sistema que derivó en los juicios de lesa humanidad y de testimonios como el informe "Nunca Más", quedan huecos y agujeros negros en la historia oficial que quizá Estados Unidos ayude a desentrañar. Es el compromiso asumido por Obama quien, junto al presidente Mauricio Macri, hoy tiró flores para recordar a los que padecieron los abusos del régimen dictatorial, tan luego en el Río de la Plata, donde se cree que fueron a parar los restos de los desaparecidos embarcados en los vuelos de la muerte.