Y un día se marchó para no volver

Jorge Alvarez - LA GACETA

Para escribir sobre una personalidad en el campo de las artes, la ciencia o la música en este caso la tentación de caer en lugares comunes es casi inevitable. Pero, lo voy a intentar. No le voy a contar que él era tan argentino como usted o yo ni que nació hace 83 años en la ciudad de Rosario, ni que como casi todo en su vida dio margen -incluso en su música- a interpretaciones erróneas.

No. Porque sería en parte darles la razón a ellos, a los críticos, a los que interpretan un gesto de mil maneras posibles. Tampoco le voy a decir que no era él el único músico de la familia ya que Rubén era trompetista. Y de los buenos. Que cuando llegaron a Buenos Aires compartieron el escenario con Lalo Schifrin tocando en clubes nocturnos.

Ni se enterará por mí de que sostenía que la música le había dado la vida, de que el jazz no tenía secretos como tampoco su saxo tenor sumándoles dosis, en acertadas proporciones, del pop. Que puso los cimientos de la vanguardia fusionando ritmos ni que a pedido del director Bernardo Bertolucci incursionó en el cine ni que creó un éxito intemporal.

Que dos de las mujeres que pasaron por su vida, Michelle y Laura, fueron sus musas, ni que era amigo de Carlos Santana o que él reconocía la influencia que había tenido escucharlo a John Coltrane. Él fue un producto de exportación como Astor Piazzolla y pasó de tener el mundo a sus pies a ser víctima de sus excesos, depresivo y olvidado injustamente se debatió casi ciego hasta su final en un hospital de Nueva York.

En mis retinas lo seguiré viendo de anteojos oscuros, vestido de negro con un toque rojo porque como rosarino que era le apasionaba el fútbol y “su” Newell´s, el club del que era socio. En mis oídos retendré para siempre los sonidos de ese saxo que parece llorar de nostalgia en “She is Michelle”, que me perturba en “Bahía/Sweet Emiliano” entre tantos otros y ¿sabe por qué? Porque la música está de luto: ¿sabe que se murió el sábado pasado Leandro “Gato” Barbieri? Disculpe mi olvido.

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