16 Mayo 2016

“La inflación perturba todo cálculo económico e influye poderosamente en nuestra conducta”. La frase del economista norteamericano, Henry Hazlitt, sirve para entender el comportamiento que refleja, en estos tiempos, la gran mayoría de los consumidores argentinos. En un escenario de precios en alza, cobran importancia las estrategias para estirar el poder adquisitivo. Y en este sentido, la tarjeta de crédito se consolidó, definitivamente, como la herramienta financiera más utilizada.
El informe Pulso Social 2016, que elaboró la consultora de consumo CCR, señaló que hasta abril de este año, el 65% de los consumidores argentinos reconoció que tiene al menos una o más de dos tarjetas de crédito para financiar compras. Según el estudio, el porcentaje de usuarios es el mismo en relación a 2015. Sin embargo, aumentó del 20% al 40% el uso de la tarjeta para compras excepcionales. Y lo mismo sucedió con los gastos grandes, donde el uso de la tarjeta creció del 40% al 46%.
Por otro lado, se incrementó el porcentaje de usuarios que dejó de pagar el resumen completo de la tarjeta. Según CCR, esta proporción avanzó del 15%, en abril de 2015, al 23%, en abril de este año. Además, subrayó que el 42% de los titulares de plásticos acudió a la tarjeta de crédito cuando se quedó sin efectivo.
Para elaborar el estudio, los especialistas de CCR entrevistaron a 1.500 consumidores de distintos niveles socioeconómicos. Patricia Sosa, directora comercial de la consultora, explicó que los consultados coincidieron en que la tarjeta se convirtió, en estos tiempos de inflación, en una herramienta de uso forzoso. “La mayoría de los usuarios prefieren no endeudarse. Aprendió a no financiar con tarjeta gastos frecuentes como alimentos. Si la tarjeta les proporciona el beneficio de un descuento, entonces la utiliza”, señaló la experta, en diálogo con LA GACETA.
La inflación dejó atrás la impulsividad a la hora de pagar con plástico. “Los consumidores aguantan hasta que llega el día del descuento. Y esto se replica en todos los niveles socioeconómicos, incluso en los más altos”, advirtió Sosa. Este comportamiento, continuó la especialista, se debe a que el comprador tiene una mayor conciencia del gasto. “Esta conducta se refleja, no sólo en el uso más eficiente de la tarjeta, sino también en el uso del efectivo. Cuando cargan el carrito, los compradores hacen cuentas y chequean que los descuentos sean reales para no pasarse del presupuesto”, recalcó.
Sosa aseguró que la persistencia de la inflación dispara las estrategias de consumo para ahorrar. “El consumidor está en estado de alerta. Por eso se muestra tan racional al momento de usar la tarjeta. Todavía no terminó de medir el impacto del aumento de los servicios públicos. Y además, tampoco sabe cual será el beneficio real de los incrementos salariales de las paritarias”, concluyó la directiva de CCR.
El informe Pulso Social 2016, que elaboró la consultora de consumo CCR, señaló que hasta abril de este año, el 65% de los consumidores argentinos reconoció que tiene al menos una o más de dos tarjetas de crédito para financiar compras. Según el estudio, el porcentaje de usuarios es el mismo en relación a 2015. Sin embargo, aumentó del 20% al 40% el uso de la tarjeta para compras excepcionales. Y lo mismo sucedió con los gastos grandes, donde el uso de la tarjeta creció del 40% al 46%.
Por otro lado, se incrementó el porcentaje de usuarios que dejó de pagar el resumen completo de la tarjeta. Según CCR, esta proporción avanzó del 15%, en abril de 2015, al 23%, en abril de este año. Además, subrayó que el 42% de los titulares de plásticos acudió a la tarjeta de crédito cuando se quedó sin efectivo.
Para elaborar el estudio, los especialistas de CCR entrevistaron a 1.500 consumidores de distintos niveles socioeconómicos. Patricia Sosa, directora comercial de la consultora, explicó que los consultados coincidieron en que la tarjeta se convirtió, en estos tiempos de inflación, en una herramienta de uso forzoso. “La mayoría de los usuarios prefieren no endeudarse. Aprendió a no financiar con tarjeta gastos frecuentes como alimentos. Si la tarjeta les proporciona el beneficio de un descuento, entonces la utiliza”, señaló la experta, en diálogo con LA GACETA.
La inflación dejó atrás la impulsividad a la hora de pagar con plástico. “Los consumidores aguantan hasta que llega el día del descuento. Y esto se replica en todos los niveles socioeconómicos, incluso en los más altos”, advirtió Sosa. Este comportamiento, continuó la especialista, se debe a que el comprador tiene una mayor conciencia del gasto. “Esta conducta se refleja, no sólo en el uso más eficiente de la tarjeta, sino también en el uso del efectivo. Cuando cargan el carrito, los compradores hacen cuentas y chequean que los descuentos sean reales para no pasarse del presupuesto”, recalcó.
Sosa aseguró que la persistencia de la inflación dispara las estrategias de consumo para ahorrar. “El consumidor está en estado de alerta. Por eso se muestra tan racional al momento de usar la tarjeta. Todavía no terminó de medir el impacto del aumento de los servicios públicos. Y además, tampoco sabe cual será el beneficio real de los incrementos salariales de las paritarias”, concluyó la directiva de CCR.
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