06 Agosto 2016
En estos días se ha instalado nuevamente en medios gráficos nacionales la discusión sobre producción nacional versus importado. Esta vez en referencia al nuevo sistema de compra puerta a “Puerta a Puerta” que empezó a regir en nuestro país. El propio secretario de Comercio, Miguel Braun, planteó la importancia de tener "la libertad de comprar productos de cualquier parte del mundo". Otros economistas se sumaron a esta idea con el viejo argumento de que el empresario argentino debe salir de una “zona de confort” y competir con el resto del mundo, para que la población pueda gozar de una gama más diversificada y barata de productos.
Esa disyuntiva entre producción PyME local y productos de menores precios es falsa; y es aquí donde nuevamente se intenta construir un sentido común que plantea falazmente que las industrias PyME argentinas no son competitivas y por eso no pueden fabricar a los mismos precios.
¿Cómo se forman los precios en la Argentina? Dependiendo del rubro, la carga tributaria es del orden del 25% y la parte financiera y bancaria del 25% al 30%. Es decir, los costos financieros y bancarios, de los que nadie quiere hablar, son uno de los principales responsables del valor final de los productos. Otro tema a tocar es el valor de los alquileres comerciales, hoy un local en cualquier centro comercial o shopping oscila entre $ 50.000 o $ 100.000 por mes.
Y por último, el tema salarial. Mientras un salario en la Argentina de sectores de mano de obra intensiva (textil, calzado, metalúrgico, marroquineria, etc.) le termina costando al empresario alrededor de 1500 dólares, el mismo sueldo en Bangladesh o en Vietnam ronda en 100 dólares y 300 en China. Es decir, se importa un producto fruto del trabajo infrahumano con jornadas de hasta 14 horas laborales. La competitividad debe plantearse en términos de igualdad de condiciones. Es este el tipo de salario que nos plantea el nuevo “sentido común”. Claramente, los industriales PyME argentinos no nos proponemos un proyecto de país con salarios y condiciones laborales de Oriente.
Es hora en la Argentina de trabajar en la estructura de costos de toda la cadena de valor, desde el principio, en la concentración de los insumos básicos, hasta llegar a la parte financiera.
Las industrias PyME no bregamos por cerrar la frontera, como falsamente se dice. Planteamos que exista una administración del comercio exterior como la que ejercen las grandes potencias del mundo. Es decir, un mercado con participación de un porcentaje e producción local y otro de productos importados.
La construcción de un nuevo sentido común se le impone a la sociedad la naturalización de lo inevitable producto de falacias. ¿Dónde está escrito que los subsidios a las industrias PyME, que generan el 80% del trabajo y son quienes más aportan a la redistribución del ingreso, estaba mal y había que “sincerarlo” o ¿por qué a los subsidios al transporte público había que disminuirlos, haciendo así que el costo de viajar de un trabajador se le vaya al doble, restándole poder adquisitivo a quienes son el principal motor de consumo de la Argentina?
Estas falsas verdades de los profetas del libre comercio sin ningún tipo de control, significan hoy productos más baratos, pero dentro de unos años explicarán la desindustrializacion, el desempleo y la pobreza en nuestro país. (Télam)
Esa disyuntiva entre producción PyME local y productos de menores precios es falsa; y es aquí donde nuevamente se intenta construir un sentido común que plantea falazmente que las industrias PyME argentinas no son competitivas y por eso no pueden fabricar a los mismos precios.
¿Cómo se forman los precios en la Argentina? Dependiendo del rubro, la carga tributaria es del orden del 25% y la parte financiera y bancaria del 25% al 30%. Es decir, los costos financieros y bancarios, de los que nadie quiere hablar, son uno de los principales responsables del valor final de los productos. Otro tema a tocar es el valor de los alquileres comerciales, hoy un local en cualquier centro comercial o shopping oscila entre $ 50.000 o $ 100.000 por mes.
Y por último, el tema salarial. Mientras un salario en la Argentina de sectores de mano de obra intensiva (textil, calzado, metalúrgico, marroquineria, etc.) le termina costando al empresario alrededor de 1500 dólares, el mismo sueldo en Bangladesh o en Vietnam ronda en 100 dólares y 300 en China. Es decir, se importa un producto fruto del trabajo infrahumano con jornadas de hasta 14 horas laborales. La competitividad debe plantearse en términos de igualdad de condiciones. Es este el tipo de salario que nos plantea el nuevo “sentido común”. Claramente, los industriales PyME argentinos no nos proponemos un proyecto de país con salarios y condiciones laborales de Oriente.
Es hora en la Argentina de trabajar en la estructura de costos de toda la cadena de valor, desde el principio, en la concentración de los insumos básicos, hasta llegar a la parte financiera.
Las industrias PyME no bregamos por cerrar la frontera, como falsamente se dice. Planteamos que exista una administración del comercio exterior como la que ejercen las grandes potencias del mundo. Es decir, un mercado con participación de un porcentaje e producción local y otro de productos importados.
La construcción de un nuevo sentido común se le impone a la sociedad la naturalización de lo inevitable producto de falacias. ¿Dónde está escrito que los subsidios a las industrias PyME, que generan el 80% del trabajo y son quienes más aportan a la redistribución del ingreso, estaba mal y había que “sincerarlo” o ¿por qué a los subsidios al transporte público había que disminuirlos, haciendo así que el costo de viajar de un trabajador se le vaya al doble, restándole poder adquisitivo a quienes son el principal motor de consumo de la Argentina?
Estas falsas verdades de los profetas del libre comercio sin ningún tipo de control, significan hoy productos más baratos, pero dentro de unos años explicarán la desindustrializacion, el desempleo y la pobreza en nuestro país. (Télam)
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