Al filósofo Eduardo Bermúdez Barrera, literalmente, le provoca un tinto. Lo que en su lengua materna, la de la Colombia costeña, significa que le gustaría tomar un café y no un vino, que es lo primero que asume cualquier hablante argentino. El lenguaje juega con nosotros, aunque nosotros no siempre sepamos jugar ese juego.
De eso, entre otras facetas de la filosofía del austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1953), ha venido a hablar el pensador colombiano en el Simposio Internacional Wittgenstein - Mares de Lenguaje, que organiza el Instituto de Estudios Antropológicos y Filosofía de la Religión de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
Bermúdez Barrera, doctor en Psicología y máster en Filosofía, diserta en Tucumán sobre “Wittgenstein, Escher y Mach”, es decir, sobre lo que puede vincularse de la obra del filósofo del lenguaje, con la del grabadista holandés Maurits Cornelius Escher y con la del físico austríaco Ernst Mach. Pero en el diálogo con LA GACETA, la aproximación hacia “la filosofía a los martillazos” girará en torno de uno de sus primeros papers académicos: los juegos del lenguaje en Witgenstein y el realismo mágico en Gabriel García Márquez.
“Surgió de la comprobación de que García Márquez y Shakira son los dos colombianos más famosos fuera de mi país. Un japonés o un turco sí han oído hablar de ellos, aunque probablemente no saben quién es el presidente de Colombia”, precisa el filósofo colombiano oriundo de Barranquilla, es decir, de la tierra natal de la cantante, donde se edita El Heraldo, diario donde el premio Nobel de Literatura escribió cuando era joven.
Bermúdez Barrera observa que su compatriota se aboca a trabajar el lenguaje, en el ámbito de la literatura, así como Witgenstein se ocupa de trabajar el lenguaje, en el ámbito de la filosofía. “García Márquez se devanó los sesos pensando cómo es eso del lenguaje artístico: cómo convertir lenguaje en arte”.
“Witgenstein habla de juegos del lenguaje porque el lenguaje se entiende mejor en la interacción y él quiere rescatar el lenguaje puro. García Márquez toma el lenguaje costeño y convierte esa oralidad en letra escrita. Muestra que el sentido de las palabras está en el lenguaje vivo”, compara.
De hecho, el autor de Filosofía sin fronteras (2008) reclama repensar críticamente las palabras. “Los problemas filosóficos ocurren, decía Wittgenstein, cuando el lenguaje se va de vacaciones”.
Esa cuestión tiene aplicación urgente en Colombia. El acuerdo de paz alcanzado esta semana por el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC es, también, un entendimiento alcanzado con palabras. “He venido sosteniendo desde hace tiempo la pregunta referida a por qué autoridades políticas e intelectuales de mi país hablaban de ‘las guerrillas de las FARC’ si, desde el nombre, se presentan como Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que en los hechos actuaban como un ejército regular con un territorio. Ahí radicaba todo un problema: el Estado no podía intentar acuerdo alguno con una guerrilla, que como tal es un grupo reducido de personas. Ahora, en cambio, dejaron pasaron a ser tenidas en cuenta como toda una fuerza armada; y entonces el acuerdo fue posible”, ilustra.
Bermúdez Barrera agrega que, ahora, la expresión en boga en Colombia es “posconflicto”. “Un conflicto que ha durado medio siglo no desaparece con una firma. En todo caso, se puede hablar de ‘posacuerdo’. Las malas interpretaciones llevan a malas políticas”.
La actualidad de Witgenstein, sin embargo, no hará de él un filósofo popular, admite el autor de Holosapiens, pensando la ciencia (2011), que define al austríaco como un filósofo para filósofos. “No se trata de que sea inaccesible, sino, más bien, de una diferencia similar a la planteada por Azorín (pseudónimo del escritor español José Martínez Ruiz) quien sostenía que había una literatura para literatos, como a mí me parece la de James Joyce, y otra para el gran público, como la de García Márquez, y ninguna desmerece a la otra. Witgenstein no es masivo, pero eso no mella su calidad, su heterodoxia y su pensamiento, que se alza contra la tradición”.
Precisamente, el autor de El Orígen de la Tragedia en el Espíritu de la Música: Nietzsche-Schopenhauer (2000) rescata que esa filosofía sí se encuentra plenamente vigente. “Wittgenstein, hoy, reivindicaría el uso de las palabras en las redes sociales, precisamente porque siempre sostuvo que el sentido de las palabras se encuentra en su uso. Los tradicionalistas reniegan de ello, por supuesto, pero hay que ir más allá de los que piensan que el lenguaje está muerto y que su sentido solamente se encuentra en los diccionarios -advierte-. El lenguaje está vivo en la interacción. Es decir: ¿lo que se dice en las redes sociales se entiende? Sí, de lo contrario, esas palabras no se usarían”.